Carlos Martínez García
Diversificación religiosa y tolerancia
Por distintas razones los casos que trascienden a los medios son los de la persecución religiosa, las muestras de intolerancia que estigmatizan a los disidentes y, frecuentemente, llegan a las expulsiones de quienes no comparten la religiosidad mayoritaria. Es cierto que esto sucede en el México rural, aunque también pasa en otros sectores que cuentan con mayores índices de desarrollo social. Por otra parte, en los poblados y comunidades avanza la diversificación religiosa y la aceptación de la misma por grupos antes reacios al pluralismo y a la individualización de las opciones de vida.
Estadísticamente es en las poblaciones rurales de México donde existe un mayor avance de credos distintos al catolicismo romano. No es en las grandes ciudades del país donde se vive un proceso intenso de descatolización, sino en los municipios medianos y pequeños. Esta realidad contrasta con la imagen prevaleciente de que es en los márgenes más tradicionales de la nación donde existen los mayores obstáculos para los heterodoxos religiosos.
No cabe duda que esos obstáculos están ahí, pero al mismo tiempo se va asentando la tolerancia que representa otros horizontes para las confesiones y sus practicantes, hostigados de múltiples formas. Si el conflicto violento fuese el modo preponderante en que se dirimen las diferencias por motivos religiosos, entonces en muchas comunidades del país tendríamos un grave problema. Esto para nada significa desconocer o minimizar las persecuciones sufridas por creyentes de distintas religiones a manos de católicos que se obstinan en preservar la homogeneidad religiosa. Más bien implica constatar una dinámica que tiene varias facetas.
El caso que mejor conozco sobre diversificación religiosa en el ámbito rural es el de Chiapas. En la entidad existen municipios en los Altos, Norte y selva, donde la población con una religión distinta a la católica oscila entre 30 y 50 por ciento. En algunos poblados el catolicismo ha dejado de aglutinar a la mayoría. Es en estas poblaciones con altos grados de marginalidad educativa, económica y de salud que las confesiones religiosas se han instalado y representan el germen de la diversificación que se extiende a otros terrenos más allá del religioso. La conflictividad existe, pero han cambiado las maneras de lidiar con ella.
La diversidad de concepciones religiosas en comunidades relativamente pequeñas es causa de antagonismos sociales y culturales; sin embargo, ese antagonismo se dirime por cauces distintos al de la violencia. Es imposible que cese la conflictividad, que de alguna manera es consustancial a las sociedades plurales, pero la buena noticia es que los enfrentados recurren por convencimiento a las leyes y a los órganos encargados de administrar justicia. Se está pasando, en un número creciente de comunidades, de la conflictividad violenta a la conflictividad normada y negociada.
Una muestra, que no puede generalizarse ni hacer de ella una premisa, de la transformación en las concepciones de los actores sociales sobre grupos y personas, antes estigmatizadas, la representa el hecho de que en un importante municipio rural de Chiapas hoy sea el delegado de asuntos religiosos un presbiteriano pentecostal, que apenas hace poco más de un año estaba en la defensa de evangélicos duramente golpeados y expulsados por negarse a cooperar con las fiestas y faenas tradicionales del pueblo.
De perseguido, el delegado pasó a recibir la encomienda de la presidencia municipal de auspiciar programas y acciones que fomenten el respeto a la diversidad religiosa. Mientras en muchas comunidades preponderantemente indígenas se negocia con tolerancia la diversificación religiosa, en algunos ámbitos académicos, dominados por teorías culturalistas y de rechazo a las que consideran injerencias foráneas, siguen rindiendo pleitesía acrítica a formaciones sociales que conciben como inmutables.
La investigación de campo y nuevos horizontes teóricos, para bien alejados de explicaciones conspiracionistas ("el protestantismo punta de lanza del imperialismo yanqui"), están dando a luz datos y procesos sobre la lógica interna de la diversificación religiosa.
Un ejemplo importante lo tuvimos en la mesa de científicos sociales que se realizó en San Cristóbal de las Casas, en el marco de un foro para evaluar 10 años de la Ley de Cultos y Asociaciones Religiosas (13 y 14 de junio), en el que investigadores como Jan De Vos, Carolina Rivera Farfán, Juan Pedro Viqueira, Manuel Canto Chac y Carlos Garma Navarro, entre otros, abundaron en el carácter endógeno de las transformaciones religiosas.
Una cosa podrá ser el uso que a lo religioso puedan darle determinados intereses económicos y políticos, pero muy otra es el proceso interno que sucede al interior de las sociedades que son permeables o no a nuevas propuestas religiosas y culturales.
Las líneas de la tolerancia en las comunidades preponderantemente indias del país son sinuosas, pero apuntan hacia el avance y a una mayor convivencia en la pluralidad.