REPORTAJE
El Reclusorio de Tepepan ofrece actividades artísticas
a sus internas
Cuando en el encierro el arte es libertad
Víctimas de sus circunstancias, mujeres infractoras
hallan en la literatura, el teatro, la plástica y la música
la forma de traspasar su cautiverio. ''No voy a tener mi mente entre barrotes'',
dice una de ellas en la biblioteca de la prisión. No se trata sólo
de un asidero, dice la titular de ese centro de readaptación, es
una manera de buscar ''la dignificación de la esencia humana'' mediante
el cultivo del alma.
El arte como paliativo de la desesperanza
ANASELLA ACOSTA NIETO
En el reclusorio femenil de Tepepan 278 mujeres que cumplen
condenas por homicidio, robo, privación ilegal de la libertad o
delitos contra la salud conviven con los escritos de Alfonso Reyes, Fernando
Benitez, Jaime Sabines, Octavio Paz, Juan José Arreola, Augusto
Monterroso, Oscar Wilde y Miguel de Cervantes.
En ese lugar las presas expían de uno a 48 años
en prisión, y otro castigo más: el abandono y olvido de sus
familiares. El eco de sus voces se desliza por los pasillos, se divide
entre las rejas y se estrella en los muros infranqueables.
Algunas han encontrado alivio a esa desesperanza.
Como parte del mejoramiento del sistema de readapatación
social se habilitó un espacio con anaqueles de aluminio que albergan
letras de autores clásicos.
Hay mesas y algunas sillas a su alrededor. Huele a libros
antiguos. Falta luz. Una interna de cabello rubio y ojos claros que no
cesa de leer tiene la comisión de vigilar el buen uso de los casi
14 mil ejemplares. Sabe del gusto predilecto por la poesía y los
cuentos entre la comunidad.
Consuelo para almas atormentadas
Noemí
Ramírez y Estrella García visitan con frecuencia la improvisada
biblioteca. No sólo son asiduas lectoras, sino escritoras de historias
y versos.
Ellas han descubierto en las letras la manera de traspasar
los muros, lo que les ha valido reconocimientos de poesía y cuento
entre la población de las penitenciarias de todo el país.
Noemí tiene 48 años. Purga una condena de
20. Llegó a la cárcel en 1995. Desde entonces comenzó
a escribir para, dice, aliviar su "alma atormentada". La motivación
creció cuando supo que podía probar su readaptación
con buena conducta, capacitación, trabajo y asistencia a clases,
y reducir su castigo hasta en 50 por ciento. Así, llegó al
taller de poesía que impartió Emiliano Pérez Cruz.
Sus visitas a la biblioteca aumentaron y la lectura se
convirtió en la herramienta para sortear "el terror del encierro".
El Quijote fue uno de los primeros libros, luego vinieron Hermann
Hesse y José Revueltas, con quien siente una identificación
"por su inconformidad espiritual y su rebeldía en contra del sistema".
En el afán de defender sus derechos se relacionó con Santo
Tomás de Aquino, y en el consuelo y la pasión con Santa Teresita
de Jesús.
''La mejor forma de estar en el reclusorio es luchar por
no perder la identidad a pesar de la estigmatización de un proceso
penal. No voy a tener entre barrotes mi mente, ya es demasiado con la prisión
física".
En esa lucha diaria, Noemí se despierta a las seis
de la mañana: le urge sentir la vida. Abre la ventana de su celda
que da a una de las áreas verdes y escucha el trinar de las aves.
Podría sentirse como en su casa, pero no es así. Teje a gancho
su tristeza. Se queja: "El día no me alcanza".
Cumple con el pase de las cuatro listas diarias, la primera
al salir del dormitorio, otras dos durante el día y la última
al irse a dormir; además del rol de limpieza. En una agenda que
lleva consigo, apunta las actividades para este lunes: taller de collage
y metafísica. Por las tardes se pone al corriente del mundo exterior
mediante los noticiarios televisivos.
Estrella García es más reservada. Admite
platicar a condición de no mencionar su nombre real ni la causa
por la que está adentro. En una de las áreas verdes del reclusorio
habla de su gusto por Jaime Sabines y Octavio Paz.
Lee un libro por semana. No hay tiempo para más.
Divide el día entre los cursos, la redacción de su tesina
y la asistencia a las compañeras de siquiatría, a quienes
les corta el cabello.
"Cuando estás en el encierro descubres tu capacidad
de resistencia. Escribir es una forma de expresar lo que hay en mi interior
y de crear a partir de vivencias. Aquí adentro encontré otra
forma de libertad: Dios, la escritura y la pintura."
Dignificación de la esencia humana
La directora del reclusorio, Josefina Oseguera Parra,
quien está al frente de este centro desde el 15 de abril, comenta
que hay un esfuerzo para que la readaptación de las internas se
concentre más en "la dignificación de la esencia humana,
y el arte es una de las principales herramientas''.
Una muestra de lo anterior ocurrió hace dos semanas.
En lo que fue un acto inédito en el reclusorio, el artista Luis
Manuel Serrano montó una exhibición de sus obras. El objetivo
es "modificarles la rutina y la retina", dice el artista, mientras realiza
los preparativos para iniciar el taller de collage que imparte a
las reclusas desde el 9 de junio como parte del proyecto Artes por Todas
Partes, del Gobierno del Distrito Federal.
Al taller de collage se suman los de literatura
y pintura, las clases de guitarra y las de danzón que imparte el
profesor Jorge García Rojas, de 65 años, asiduo a los Sábados
Danzoneros en la Plaza de la Ciudadela. El está convencido del derecho
que tienen las internas de aprender pese a las penas que purgan.
La iniciativa por parte de las reclusas también
es evidente. Doce formaron un equipo de teatro que ahora itinera por los
reclusorios del Distrito Federal con la obra Profanación,
del dramaturgo y cronista de teatro Tomás Urtusástegui, sobre
la violación a las mujeres.
Aunque es difícil medir la readaptación
de los internos, porque no hay un seguimiento de su conducta fuera del
reclusorio, Oseguera considera que las actividades culturales y educativas,
así como los talleres técnicos y las sesiones de autoestima
son una importante contribución, sobre todo en el caso de las víctimas
de violencia intrafamiliar que llegaron aquí porque en el desquite
"se les pasó la mano", pero fuera de ello no cuentan con antecedentes
delictivos.
Pocas mujeres participan en las actividades culturales.
La mayoría se entrega a la desesperanza. La alternativa está
ahí.