Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 17 de agosto de 2002
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Política
DESFILADERO

Jaime Avilés

Noticias sobre la luz

Vallejo, contra todos los dogmas de fe

Epidemia de caspa en las pestañas

CAE LA TARDE. En el espacio que cierran los muros, el espejo en forma de sol barroco, el gran cuadro del arcángel pintado al óleo, Fernando Vallejo habla para tres amigos acerca de la luz. Al ver que el sol me da en la cara, se levanta y corre las cortinas. Cuando el cielo se pone rojo y la molestia termina, las vuelve a abrir para que la noche sea bienvenida y las sombras se adueñen de su departamento de la ciudad de México donde vive y escribe en silencio hace más de 30 años.

Sentado nuevamente de espaldas a la ventana, el último gramático de Colombia, el sabio que dedicó la vida al estudio de la lengua para descubrir el proverbo (o palabra que hace las funciones del verbo en la oración) continúa su brillante discurso contra los dogmas de fe de la ciencia. Expositor metódico, ha descuartizado la física de Aristóteles y sugiere que usemos el Aquino -"con A mayúscula, por Santo Tomás de Aquino", dice- como unidad de medida de las mentiras científicas.

-Por ejemplo, El chiste y su relación con el inconsciente, de Freud, vale 300 aquinos -afirma, burlándose de su propia seriedad-. En una ecuación yo lo representaría con el símbolo 300 A.

Entonces arremete contra Newton, contra Darwin, contra Einstein. Una editorial mexicana sacará a la venta, dentro de pocos días, su diatriba contra Darwin, precisamente. Pianista, cineasta, biólogo, biógrafo de Porfirio Barba Jacob y de José Asunción Silva, autor de Logoi, una portentosa gramática de la literatura occidental, publicada por el Fondo de Cultura Económica, donde compara las semejanzas de las estructuras narrativas en griego, latín, castellano, inglés, francés, portugués e italiano, Fernando Vallejo ha recorrido un largo trecho en su existencia para concluir que la luz no existe, o no al menos en los términos en que la tenemos conceptualizada.

-¿Qué es un fotón? -pregunta-. ¿Cómo viaja la luz en el espacio? ¿Cómo puede hacer ondas en la nada algo que no es nada?

En ausencia de lo que impugna, el mayor poeta en prosa de la Colombia de nuestros días se disuelve en el aire al igual que nosotros. La Jornada y Alfaguara han convocado a los lectores de Fernando Vallejo a un concurso de reseña periodística sobre su antepenúltima y penúltima novelas -La virgen de los sicarios (llevada al cine con guión de su propio autor) y El desbarrancadero, un alegato poético en contra de los dogmas de fe de la Iglesia-, porque ahora, dice, está escribiendo su última novela, en la que va a morir contando su muerte en primera persona, el máximo reto artístico de su carrera de escritor.

Mirando la silueta cada vez más negra de Fernando Vallejo, los gruesos contornos de sus muebles, la sombra que ha borrado el tapete y que ahora se traga mis pies y mis rodillas, recuerdo las palabras de Gabriel Figueroa, el mítico fotógrafo del cine mexicano, que decía: "Iluminar es el arte de oscurecer". Egresado de la escuela romana de Cinecittà, Vallejo escenifica, predicando, esta sentencia.

So pena de multa

Un viajero procedente de Italia me trae una noticia graciosísima. En virtud de los frecuentes accidentes de tránsito que la niebla ocasiona en los fríos campos del norte de sus dominios, la Unión Europea ha decretado que todos los países que la integran adopten una nueva ley regional, que de hecho ya está vigente. A menos que deseen exponerse a una multa, los automovilistas son obligados a circular por carretera con las luces encendidas, a toda hora, es decir, especialmente de día. Los noticiarios de la RAI dan cuenta de episodios increíbles. En Puglia, región enclavada sobre el empeine de la bota que forma la península, choferes coléricos discuten con policías que intentan despojarlos de un puñado de euros porque olvidaron encender los faros del coche bajo un sol espléndido que brillaba en todo lo alto, a una temperatura ambiente de 40 grados. Es el nuevo racionalismo económico de la globalización.

Oasis

La noche del sábado 13 de julio, el gabinete de seguridad nacional estaba reunido en Gobernación, discutiendo qué hacer con la rebelión de San Salvador Atenco. Los periódicos de los ricos llevaban días clamando por la mano dura. Varios camiones del Ejército se hallaban apostados en las inmediaciones de Texcoco esperando instrucciones para intervenir. Pero en Los Pinos el presidente Vicente Fox acababa de hablar con un ministro que, por cortesía, le había adelantado que la Suprema Corte de Justicia de la Na-ción fallaría en favor de los campesinos que habían invocado la protección de la ley para impedir la construcción del nuevo aeropuerto internacional del valle de México.

Acompañado por dos amigos, un fotógrafo y una videoasta, había pasado la tarde a las puertas de la cárcel de Molino de Flores, en las goteras de Texcoco, buscando sin éxito una entrevista con Ignacio del Valle y Adán Espinoza, los líderes de la revuelta, presos que estaban desde el jueves. Era casi la medianoche cuando llegamos a la cabecera municipal de Atenco para quedarnos hasta el otro día. Frente al minúsculo palacio del ayuntamiento, se vivía, en proporciones microhistóricas, una ansiedad semejante a la que imperaba en La Habana durante la crisis de los cohetes.

Abrigada con una gruesa chamarra de algodón, la periodista María Rivera, cabeza del equipo de La Jornada que llevaba nueve meses relatando sin descanso los avatares de la resistencia en aquel lugar, me puso al tanto de todos los conocimientos que había acumulado a lo largo de sus tenaces investigaciones. María, René Ramón, Javier Salinas Cesáreo, Israel Dávila -corresponsales de este diario en el estado de México-, así como el reportero Roberto Garduño y el fotógrafo Marco Pe-láez, entre muchos compañeros más, eran en buena medida responsables de la coraza que la opinión pública había levantado alrededor de Atenco, un elemento no desdeñable que pesaba, y mucho, en los análisis del gabinete de seguridad.

Aquella noche, sin embargo, María Rivera, René Ramón y Marco Peláez esperaban el apocalipsis. De un momento a otro, estaban seguros, llegarían los soldados en sus tanquetas. Iban a dormir, por lo tanto, apretados en un Volkswagen a un costado de la plaza. Mis amigos y yo, por el contrario, caminamos hasta la carretera México-Texcoco, con el propósito de alquilar camas en un motel, entre campesino y proletario, como todo en aquellos rumbos. Pero no había ningún cuarto libre.

Sonámbulo, el encargado nos dijo que había otro establecimiento del mismo tipo "como a 200 metros sobre la carretera". Obedientes, recorrimos un kilómetro y medio de camiones estacionados en doble fila que permanecían inmóviles, con la carga pudriéndose, hacía más de 60 horas. Ya no estábamos en Atenco sino en Acuexcomac cuando dimos con una gasolinera donde, en torno de un plato de cartón colmado de huesos de pollo, tres individuos se caían de borrachos. Ellos no eran indígenas sino concesionarios de Pemex, pero estaban, decían, igualmente dispuestos a morir por su negocio. "Aquí está invertido todo lo que tengo -repetía uno-. A mis 48 años ya nadie te da empleo; ya no hay para dónde hacerse."

Nos explicaron que al otro lado de la carretera había en efecto un motel. Entramos por la salida, entre dos largas hileras de puertas de garaje, sobre las cuales se alineaban incontables ventanas. Nos detuvimos ante un círculo pintado en el centro de aquel sitio fantasmagórico, donde cuatro flechas amarillas señalaban con sus picos una esfera del mismo color, enmarcada en tres palabras: "Punto de encuentro".

Golpeamos la puerta de la administración, apachurramos un timbre que no sonaba, gritamos incluso. Ya nos íbamos rumbo al coche de la videoasta, que habíamos dejado frente al palacio de San Salvador, cuando una señora salió de quién sabe dónde para atendernos. Dijo: "Ahorita no hay servicio, por el problema de Atenco". Preguntamos por qué. Respondió bostezando: "Porque no hay luz para el jacuzzi".

Cazador de imágenes

Fotógrafo, según la etimología, es quien "escribe con luz". Mientras el presidente Fox anuncia -lo hizo esta semana- que enviará al Congreso un proyecto de reforma constitucional para "modernizar" (léase privatizar) la industria eléctrica, y 40 personas -artistas, intelectuales, luchadores sociales, integrantes de un comité ciudadano formado por iniciativa de Rosario Robles, pero al margen del PRD- trabajan para organizar un plebiscito nacional en defensa de Pemex y de la industria eléctrica, la editorial Casa de las Imágenes pone en circulación un hermoso libro de José Angel Rodríguez titulado Lok´tavanej.

"Intrigado por el significado de este término, logré investigar que lok´tavanej es toda aquella persona hacedora de imágenes, ya sea el grabador, el fotógrafo o el pintor (...) Para la gente anciana de las comunidades, lok´tavanej es el surtidor de luz", escribe José Angel en el colofón del volumen. Por su parte, Alfredo López Austin asienta en el prólogo de esta espléndida colección de estampas de la vida cotidiana en las comunidades tzotziles de los Altos de Chiapas: "Ni testigo de luz ni padrino de luz: José Angel Rodríguez es un cazador de imágenes..."

Así que en la lengua de los hombres murciélago lok´tavanej quiere decir "cazador de imágenes", pienso este húmedo y triste viernes de agosto, asomado a los reflectores del especialista que mide los estragos de los años en mis retinas, cazadoras de imágenes, ellas también, y me comunica, al final del examen, que tengo presbicia y, ay de mí, "caspa en las pestañas", mal que padecen nueve de cada 10 personas que no se pintan los ojos, aunque, parafraseando a Les Luthiers, de cada 10 personas que no se pintan los ojos, cinco... son la mitad.

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