DESFILADERO
Jaime Avilés
Noticias sobre la luz
Vallejo, contra todos los dogmas de fe
Epidemia de caspa en las pestañas
CAE LA TARDE. En el espacio que cierran los muros,
el espejo en forma de sol barroco, el gran cuadro del arcángel pintado
al óleo, Fernando Vallejo habla para tres amigos acerca de la luz.
Al ver que el sol me da en la cara, se levanta y corre las cortinas. Cuando
el cielo se pone rojo y la molestia termina, las vuelve a abrir para que
la noche sea bienvenida y las sombras se adueñen de su departamento
de la ciudad de México donde vive y escribe en silencio hace más
de 30 años.
Sentado nuevamente de espaldas a la ventana, el último
gramático de Colombia, el sabio que dedicó la vida al estudio
de la lengua para descubrir el proverbo (o palabra que hace las funciones
del verbo en la oración) continúa su brillante discurso contra
los dogmas de fe de la ciencia. Expositor metódico, ha descuartizado
la física de Aristóteles y sugiere que usemos el Aquino -"con
A mayúscula, por Santo Tomás de Aquino", dice- como unidad
de medida de las mentiras científicas.
-Por ejemplo, El chiste y su relación con el
inconsciente, de Freud, vale 300 aquinos -afirma, burlándose
de su propia seriedad-. En una ecuación yo lo representaría
con el símbolo 300 A.
Entonces arremete contra Newton, contra Darwin, contra
Einstein. Una editorial mexicana sacará a la venta, dentro de pocos
días, su diatriba contra Darwin, precisamente. Pianista, cineasta,
biólogo, biógrafo de Porfirio Barba Jacob y de José
Asunción Silva, autor de Logoi, una portentosa gramática
de la literatura occidental, publicada por el Fondo de Cultura Económica,
donde compara las semejanzas de las estructuras narrativas en griego, latín,
castellano, inglés, francés, portugués e italiano,
Fernando Vallejo ha recorrido un largo trecho en su existencia para concluir
que la luz no existe, o no al menos en los términos en que la tenemos
conceptualizada.
-¿Qué
es un fotón? -pregunta-. ¿Cómo viaja la luz en el
espacio? ¿Cómo puede hacer ondas en la nada algo que no es
nada?
En ausencia de lo que impugna, el mayor poeta en prosa
de la Colombia de nuestros días se disuelve en el aire al igual
que nosotros. La Jornada y Alfaguara han convocado a los lectores
de Fernando Vallejo a un concurso de reseña periodística
sobre su antepenúltima y penúltima novelas -La virgen
de los sicarios (llevada al cine con guión de su propio autor)
y El desbarrancadero, un alegato poético en contra de los
dogmas de fe de la Iglesia-, porque ahora, dice, está escribiendo
su última novela, en la que va a morir contando su muerte en primera
persona, el máximo reto artístico de su carrera de escritor.
Mirando la silueta cada vez más negra de Fernando
Vallejo, los gruesos contornos de sus muebles, la sombra que ha borrado
el tapete y que ahora se traga mis pies y mis rodillas, recuerdo las palabras
de Gabriel Figueroa, el mítico fotógrafo del cine mexicano,
que decía: "Iluminar es el arte de oscurecer". Egresado de la escuela
romana de Cinecittà, Vallejo escenifica, predicando, esta sentencia.
So pena de multa
Un viajero procedente de Italia me trae una noticia graciosísima.
En virtud de los frecuentes accidentes de tránsito que la niebla
ocasiona en los fríos campos del norte de sus dominios, la Unión
Europea ha decretado que todos los países que la integran adopten
una nueva ley regional, que de hecho ya está vigente. A menos que
deseen exponerse a una multa, los automovilistas son obligados a circular
por carretera con las luces encendidas, a toda hora, es decir, especialmente
de día. Los noticiarios de la RAI dan cuenta de episodios increíbles.
En Puglia, región enclavada sobre el empeine de la bota que forma
la península, choferes coléricos discuten con policías
que intentan despojarlos de un puñado de euros porque olvidaron
encender los faros del coche bajo un sol espléndido que brillaba
en todo lo alto, a una temperatura ambiente de 40 grados. Es el nuevo racionalismo
económico de la globalización.
Oasis
La noche del sábado 13 de julio, el gabinete de
seguridad nacional estaba reunido en Gobernación, discutiendo qué
hacer con la rebelión de San Salvador Atenco. Los periódicos
de los ricos llevaban días clamando por la mano dura. Varios camiones
del Ejército se hallaban apostados en las inmediaciones de Texcoco
esperando instrucciones para intervenir. Pero en Los Pinos el presidente
Vicente Fox acababa de hablar con un ministro que, por cortesía,
le había adelantado que la Suprema Corte de Justicia de la Na-ción
fallaría en favor de los campesinos que habían invocado la
protección de la ley para impedir la construcción del nuevo
aeropuerto internacional del valle de México.
Acompañado por dos amigos, un fotógrafo
y una videoasta, había pasado la tarde a las puertas de la cárcel
de Molino de Flores, en las goteras de Texcoco, buscando sin éxito
una entrevista con Ignacio del Valle y Adán Espinoza, los líderes
de la revuelta, presos que estaban desde el jueves. Era casi la medianoche
cuando llegamos a la cabecera municipal de Atenco para quedarnos hasta
el otro día. Frente al minúsculo palacio del ayuntamiento,
se vivía, en proporciones microhistóricas, una ansiedad semejante
a la que imperaba en La Habana durante la crisis de los cohetes.
Abrigada con una gruesa chamarra de algodón, la
periodista María Rivera, cabeza del equipo de La Jornada que
llevaba nueve meses relatando sin descanso los avatares de la resistencia
en aquel lugar, me puso al tanto de todos los conocimientos que había
acumulado a lo largo de sus tenaces investigaciones. María, René
Ramón, Javier Salinas Cesáreo, Israel Dávila -corresponsales
de este diario en el estado de México-, así como el reportero
Roberto Garduño y el fotógrafo Marco Pe-láez, entre
muchos compañeros más, eran en buena medida responsables
de la coraza que la opinión pública había levantado
alrededor de Atenco, un elemento no desdeñable que pesaba, y mucho,
en los análisis del gabinete de seguridad.
Aquella noche, sin embargo, María Rivera, René
Ramón y Marco Peláez esperaban el apocalipsis. De un momento
a otro, estaban seguros, llegarían los soldados en sus tanquetas.
Iban a dormir, por lo tanto, apretados en un Volkswagen a un costado de
la plaza. Mis amigos y yo, por el contrario, caminamos hasta la carretera
México-Texcoco, con el propósito de alquilar camas en un
motel, entre campesino y proletario, como todo en aquellos rumbos. Pero
no había ningún cuarto libre.
Sonámbulo, el encargado nos dijo que había
otro establecimiento del mismo tipo "como a 200 metros sobre la carretera".
Obedientes, recorrimos un kilómetro y medio de camiones estacionados
en doble fila que permanecían inmóviles, con la carga pudriéndose,
hacía más de 60 horas. Ya no estábamos en Atenco sino
en Acuexcomac cuando dimos con una gasolinera donde, en torno de un plato
de cartón colmado de huesos de pollo, tres individuos se caían
de borrachos. Ellos no eran indígenas sino concesionarios de Pemex,
pero estaban, decían, igualmente dispuestos a morir por su negocio.
"Aquí está invertido todo lo que tengo -repetía uno-.
A mis 48 años ya nadie te da empleo; ya no hay para dónde
hacerse."
Nos explicaron que al otro lado de la carretera había
en efecto un motel. Entramos por la salida, entre dos largas hileras de
puertas de garaje, sobre las cuales se alineaban incontables ventanas.
Nos detuvimos ante un círculo pintado en el centro de aquel sitio
fantasmagórico, donde cuatro flechas amarillas señalaban
con sus picos una esfera del mismo color, enmarcada en tres palabras: "Punto
de encuentro".
Golpeamos la puerta de la administración, apachurramos
un timbre que no sonaba, gritamos incluso. Ya nos íbamos rumbo al
coche de la videoasta, que habíamos dejado frente al palacio de
San Salvador, cuando una señora salió de quién sabe
dónde para atendernos. Dijo: "Ahorita no hay servicio, por el problema
de Atenco". Preguntamos por qué. Respondió bostezando: "Porque
no hay luz para el jacuzzi".
Cazador de imágenes
Fotógrafo, según la etimología, es
quien "escribe con luz". Mientras el presidente Fox anuncia -lo hizo esta
semana- que enviará al Congreso un proyecto de reforma constitucional
para "modernizar" (léase privatizar) la industria eléctrica,
y 40 personas -artistas, intelectuales, luchadores sociales, integrantes
de un comité ciudadano formado por iniciativa de Rosario Robles,
pero al margen del PRD- trabajan para organizar un plebiscito nacional
en defensa de Pemex y de la industria eléctrica, la editorial Casa
de las Imágenes pone en circulación un hermoso libro de José
Angel Rodríguez titulado Lok´tavanej.
"Intrigado por el significado de este término,
logré investigar que lok´tavanej es toda aquella persona
hacedora de imágenes, ya sea el grabador, el fotógrafo o
el pintor (...) Para la gente anciana de las comunidades, lok´tavanej
es
el surtidor de luz", escribe José Angel en el colofón del
volumen. Por su parte, Alfredo López Austin asienta en el prólogo
de esta espléndida colección de estampas de la vida cotidiana
en las comunidades tzotziles de los Altos de Chiapas: "Ni testigo de luz
ni padrino de luz: José Angel Rodríguez es un cazador de
imágenes..."
Así que en la lengua de los hombres murciélago
lok´tavanej
quiere decir "cazador de imágenes", pienso este húmedo
y triste viernes de agosto, asomado a los reflectores del especialista
que mide los estragos de los años en mis retinas, cazadoras de imágenes,
ellas también, y me comunica, al final del examen, que tengo presbicia
y, ay de mí, "caspa en las pestañas", mal que padecen nueve
de cada 10 personas que no se pintan los ojos, aunque, parafraseando a
Les Luthiers, de cada 10 personas que no se pintan los ojos, cinco... son
la mitad.