Murió el superpresidencialismo, pero persiste imagen del
Ejecutivo omnipotente: Merino
El cambio en México generó una Presidencia
acotada
El principio de "un ciudadano, un voto" es hoy una realidad, asegura Santiago
Creel
MIREYA CUELLAR
El 2 de julio de 2000 murió el "superpresidencialismo
mexicano", pero ese día no acabó la percepción ciudadana
según la cual el Presidente de la República "puede e incluso
debe resolver prácticamente todos los problemas públicos
del país", señaló ayer el consejero electoral Mauricio
Merino durante el coloquio Cultura política y prácticas ciudadanas,
que organiza el IFE.
Merino, politólogo de profesión, definió
el cambio en México como una transición votada (a
diferencia de las pactadas), para describir la dinámica y los dilemas
que el propio proceso ha creado. Empezando porque generó una Presidencia
de la República acotada, y no porque el diseño institucional
formal del país haya cambiado el 2 de julio del 2000, sino porque
perdió el PRI, partido que había predominado por sobre todas
las instituciones políticas nacionales.
Y ese solo hecho, apuntó, "ha sido suficiente para
que afloren, con toda su fuerza propia, pero también con sus propios
límites y contradicciones, el resto de las instituciones políticas
antes sometidas a la voluntad del Ejecutivo".
Los ciudadanos están viendo con "verdadera sorpresa"
la actuación de los poderes Legislativo y Judicial, de las gubernaturas,
de los congresos locales y de los gobiernos municipales. Esos poderes siempre
estuvieron ahí, pero actuaban bajo la tutela del Presidente.
Hoy eso no es así, pero -y ese es el dilema- no
se enterró también la imagen del presidente capaz de arreglar
los más mínimos conflictos políticos. "Incluso, por
la fuerza mediática de Vicente Fox en lo personal, la transición
incrementó esa imagen y sus expectativas. Pero la imagen no se corresponde,
ni puede hacerlo, con la verdadera capacidad institucional de la Presidencia".
El consejero electoral plantea como otro dilema el hecho
de que el diseño del Poder Legislativo responda más a una
democracia mayoritaria que a una consensual, lo que ha dado por resultado
que el ciudadano tenga la impresión de que los diputados o senadores
"no se ponen de acuerdo y le están causando problemas a México".
La conclusión de esa percepción es que los
partidos políticos son los culpables de que los problemas públicos
no se resuelvan -apuntó Merino-, y "tal vez sea necesario subrayar
que la idea de que las instituciones sólo pueden funcionar con mayorías
absolutas es una idea claramente antidemocrática". Pero se corresponde
fielmente con la percepción según la cual el Presidente debe
resolver todos los problemas políticos del país.
Estas dos concepciones "forman un círculo contrario
a la construcción de la democracia, pero por desgracia ambas están
presentes en el imaginario público del país".
"Desencanto destructivo"
Esta
inercia de una cultura política autoritaria, alertó Merino,
conspira todos los días en contra de la democracia misma y el riesgo
es que en lugar de que se consolide lo que se ha logrado hasta ahora, se
caiga en "una especie de desencanto destructivo".
Sobre todo, dijo, porque la percepción en México
sobre la democracia en abstracto es favorable -55 por ciento de la población
dice que es el mejor sistema de gobierno, y 84 por ciento está de
acuerdo en que el voto de la mayoría se imponga-; sin embargo, hay
datos que sugieren que la aceptación de dichas reglas no es tan
contundente, dado que sólo para 0.3 por ciento de la población
del país la tolerancia es un valor fundamental.
Las preocupaciones del consejero Merino se correspondieron
con las explicaciones de Gilberto Guevara Niebla, director del Instituto
Mexicano de Investigaciones Educativas, quien señaló que
los altos niveles de votación que se han dado en el país
durante los últimos procesos electorales no tienen relación
con un alto nivel de información, de capacidad de reflexión...tanto,
dijo, que "nuestra democracia es ciega. Al ciudadano se le dio el voto,
pero no se le dio el saber político. Nadie se lo ha transmitido".
La historia del antiguo régimen -recordó
el especialista en temas educativos- fue una historia de elites que monopolizaron
el conocimiento político, haciéndolo inaccesible a las masas.
"Por eso el civismo fue en el pasado una materia muerta, que se reducía
a promover la identidad nacional mediante el respeto por los símbolos
y las ceremonias y rituales, pero no un vehículo para educar al
ciudadano en materia política".
Recordó también que la sociedad mexicana
se organizó por medio de un partido omnipresente (el PRI) y que
sus verdaderas correas de transmisión con los ciudadanos eran los
llamados sectores y las organizaciones; es decir, los mexicanos no tenían
existencia civil, sólo se les daba reconocimiento en tanto masas,
entonces ¿de dónde podría salir esa ciudadanía,
de qué pasado democrático, de qué laboratorio mexicano
de libertad y crítica?"
Así, eso explica que 70 por ciento de los mexicanos
diga que no habla de política, que no le interesa; 55 por ciento
confiesa que la política es muy complicada; 78.3 señala que
no leyó ni un solo día noticias políticas en los periódicos
en la semana anterior; 95 por ciento admite conocer poco o nada los derechos
establecidos en la Constitución. Todos estos datos, según
la encuesta nacional de cultura política y prácticas democráticas.
De paso, Guevara Niebla criticó que los nuevos
gobiernos que no son del PRI, como el del presidente Fox y el de Andrés
Manuel López Obrador en el Distrito Federal, no estén utilizando
los medios de comunicación para acrecentar la cultura política,
sino simplemente para promover sus "realizaciones".
Cerró ayer el coloquio organizado por el IFE con
un dato puesto sobre la mesa por Enrique Alducin, dueño de una de
las empresas con más experiencia haciendo encuestas en el país:
uno de cada cinco jóvenes de los que votaron por Vicente Fox preferirían
ahora una dictadura para garantizar su éxito económico.
Al clausurar por la tarde el coloquio, el secretario de
Gobernación, Santiago Creel, señaló que México
ha logrado una transición política exitosa. El principio
de "un ciudadano, un voto" es hoy una realidad; sin embargo, la democracia
va más allá de la libre elección de los gobernantes,
y madura cuando los ciudadanos son capaces de involucrarse con eficacia
en los asuntos públicos, cuando la legalidad es observada y cuando
los derechos humanos son plenamente respetados, indicó.
El funcionario apuntó que el gobierno ha asumido
dos compromisos: primero, difundir la cultura democrática entre
los servidores públicos, los actores políticos y la población
en general, y segundo, promover la participación ciudadana en los
asuntos de interés público.