MEXICO, S.A.
Carlos Fernández-Vega
La inversión extranjera no ha generado empleos
Euforia del gobierno por el capital foráneo
PILAR DEL IDEARIO económico de los últimos cuatro gobiernos de la República -el del cambio incluido-, la inversión extranjera -directa y especulativa- y su captación es cacareada por la autoridad en turno como "inequívoco signo de crecimiento y confianza en México, sus instituciones y -desde luego- sus autoridades".
A PESAR DE QUE ORGANISMOS internacionales tan serios como la UNCTAD advierten que, para el caso mexicano, las empresas trasnacionales remiten 70 por ciento de las utilidades a sus naciones de origen y sólo reinvierten el 30 por ciento restante, la euforia gubernamental por la captación de inversión extranjera intenta transmitir una sensación de bienestar y bonanza económicas que, en los hechos, lejos está de rozar la realidad.
EL EJEMPLO MAS reciente lo aportó el presidente Fox en su segundo Informe de Gobierno: "La mayor fortaleza de nuestra economía se manifiesta en la confianza de los inversionistas. Tenemos el grado de inversión de las principales agencias calificadoras internacionales. Nunca antes el riesgo país había sido tan bajo y las reservas internacionales tan altas... El flujo de inversión extranjera directa, por un monto mayor a los 30 mil millones de dólares de enero de 2001 a junio de 2002, es el mayor para un periodo similar en la historia de nuestro país. Esto significa confianza en México, más inversión y más puestos de trabajo para las y los mexicanos".
DICHO SEA DE PASO, el grado de inversión no es más que la certeza de que el gobierno nacional pagará, puntual y religiosamente, sus compromisos de deuda externa. El riesgo país, que mide la capacidad de pago de un país con respecto a ese mismo débito, no es el más bajo como dijo el inquilino de Los Pinos (el 10 de abril de 2002 fue de 227 puntos base y el primero de septiembre pasado llegó a 346 puntos) y los empleos generados por el capital foráneo brillan por su ausencia. Sin embargo, la euforia gubernamental por la llegada de inversión extranjera se mantiene incólume. Bienvenida, pues, la invasión.
UN ESCRITOR MEXICANO, quien de no mediar un pequeño impedimento biológico sin duda se hubiera pronunciado a favor del gobierno del cambio, desmenuzó así el tema de la inversión extranjera: "La gran preponderancia del elemento americano alarma, y con justicia, a los que meditando seriamente sobre asunto de tanta trascendencia, miran en esta invasión pacífica, en este movimiento comercial, en esta gran conquista de doblones, un grave conflicto para el porvenir. Ya podemos ahora decir de los americanos lo que los filósofos panentheístas dicen de su dios: en ellos somos, estamos y vivimos.
"EN LA INVASION QUE nos amenaza positivamente no vienen ya las águilas soberbias de la Francia, sino las águilas brillantes de los pesos; no habrá combates ni escaramuzas; no se derramará la sangre; no tendremos que armarnos de punta en blanco para defender la integridad de nuestro territorio; los ejércitos invasores, los hombres del combate y la conquista, desembarcarán tranquilamente en Veracruz; ningún agente de la policía les molesta, ninguna autoridad inquiere sus papeles; vienen seguros por el camino recto; se alojan en Iturbide, comen en Recamier, transitan sin temores por las calles, invierten su dinero en obras y en empresas mexicanas; parece a primera vista que vienen a traernos el oro y la plata de sus enormes cajas, y en rigor de verdad por lo que vienen es por la industria, por el comercio y por la vida.
"TRAEN EL CAPITAL, ES cierto; capital sin el que nunca pueden fructificar nuestras empresas; capital necesario, indispensable; con ellos viene la poderosa máquina que arrancará el metal a nuestras minas, el ferrocarril que, acortando las distancias haga más llana y hacedera la explotación de nuestras riquezas; pero una vez que se consuma la obra y la locomotora haga flamear en todas partes su penacho de humo, nos encontraremos precisamente en las condiciones en que se encontraba aquel protagonista de una leyenda turca: vendió su espíritu al demonio por un mezquino puñado de monedas, y cuando quiso vivir y holgar mediante su opulencia relativa, se halló con que el demonio negábase a entregarle su dinero, so pretexto de que siendo su amo y dueño podía a su antojo disponer de todo lo que su esclavo poseyera.
"ASI QUE TENDREMOS, es verdad, más fábricas, más industrias, más ferrocarriles; pero estas fábricas no serán nuestras; esas industrias ajenas y extrañas acabarán las propias; y por aquellos ferrocarriles tan largamente deseados vendrán los productos americanos, la sobra y el exceso de sus plazas, e inundarán nuestros mercados con mengua de los productos indígenas, incapaces de competir en baratura; tendrán de realizarse con gran pérdida. No tenemos capital que impulse nuestras empresas; necesitamos el poderoso empuje del dinero extraño, y cuando éste viene caminando triunfante sobre palmas, miramos con espanto que va a impulsar nuestras empresas, como deseábamos, pero no hacia nosotros, hacia él. Estamos en la misma condición de un paralítico, sentado frente al arcón que guarda una fortuna: bástale tender el brazo para alcanzarla, pero sus brazos no tienen movimiento; llama, y quienes acuden a ayudarle, se llevan el arcón bajo el brazo.
"LA UNICA MANERA DE prever estos conflictos y remediar los daños venideros es proteger abiertamente las empresas europeas, crear en nuestro mercado nuevos intereses que riñan y pugnen con los americanos. No queremos entregarnos, liados de pies y manos a los explotadores americanos. Venga en buena hora el capital yankee; pero no excluya los demás, no absorba las múltiples formas de nuestra vida activa. Ya que no podemos competir con ellos, busquémosles competidores en las plazas europeas".
Las rebanadas del pastel:
EL TEXTO QUE SE REPRODUCE (La invasión americana -de 1881-) fue escrito por Manuel Gutiérrez Nájera y publicado el 21 de abril de 1881 por el diario El Nacional. Lástima que el autor no alcanzara a manifestar sus simpatías por Vicente Fox y el gobierno del cambio, porque murió en 1895. Gracias a la generosidad de Lorena Larenas Villaseñor se rescató esta pieza, no sin considerar que "el bienamado duque Job -uno de los seudónimos del escritor- del porfirismo, al parecer no era tonto ni reaccionario"
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