Aparece Recuerdos míos, libro
de su hermana Isabel publicado por Tusquets
El mundo de Lorca, incluso en el juego, fue el misterio
Evoca ese paraíso que se desmoronó con
el asesinato del autor de Romancero gitano
La autora de esta primicia editorial murió en
enero de 2002 y dejó inconclusas sus memorias
MONICA MATEOS-VEGA
La hermana pequeña de Federico García Lorca,
Isabel, tenía un remedio muy eficaz para combatir la tristeza: repartía
besos de colores, o de animales, de lluvia o de nieve. Este y otros juegos,
así como el cúmulo de recuerdos que ella forjó en
el seno de una familia marcada por el talento, pero también por
el agobio de los años de la Guerra Civil española, se describen
en el libro Recuerdos míos.
Se trata de la autobiografía de Isabel García
Lorca, redactada durante los últimos años de su vida, la
cual obtuvo el decimoquinto Premio Comillas. Editada por Tusquets para
su colección Tiempo de Memoria, con prólogo de Claudio Guillén,
la narración será puesta en circulación esta semana
en México.
Como un adelanto para los lectores de La Jornada,
en estas páginas se publica una de las imágenes incluidas
en el volumen, y en estas líneas algunos pasajes que evocan los
escenarios de infancia y juventud de los García Lorca, ese paraíso
que se desmoronó con el asesinato del poeta.
Poesía como vida
Escribe
Isabel: ''Tal vez por habernos criado en aquella ciudad bellísima
y tener como director a Federico, nuestros juegos fueron casi siempre de
imaginación (...) jugábamos a lo que Federico llamaba 'la
desesperación de Espronceda'. Se trataba de expresar algo con grandes
aspavientos y gestos dramáticos, pero lo suficientemente gráficos
como para que los demás adivinaran lo que era.
''También, como todos los niños, jugábamos
a esconder algo muy pequeño que luego había que encontrar.
Generalmente solía ser una sortija. A este juego, no sé por
qué, lo llamábamos 'el secreto'. A Federico no le gustaba
demasiado (...) Lo de Federico no era el secreto; su mundo, hasta jugando,
fue el misterio. Nos dejó dicho: 'El mundo del misterio no está
afuera de nosotros, lo llevamos en el corazón'; o 'Yo no escribo
poesía como el misterio de las cosas que nos rodean'. Y también:
'Yo no escribo poesía como una abstracción, sino como algo
que ha pasado junto a mí'. Es decir: vida."
Isabel García Lorca nació en Granada en
1909 y murió hace un año, el 9 de enero de 2002, en Madrid.
Desde 1984 presidía la Fundación García Lorca que
resguarda el legado del poeta granadino. La muerte la sorprendió
cuando sólo le faltaban los últimos detalles de sus memorias.
Fue la hermana menor de Federico, Concha y Francisco. Estudió filosofía
y letras; durante la Guerra Civil se exilió en Bruselas, Bélgica,
y luego en Estados Unidos, donde fue profesora en el New Jersey College
for Women, entre otros recintos universitarios. Tras la muerte de Franco,
regresó a su patria y se le restituyó su puesto como catedrática
de literatura en el Instituto Pedro Bazán de la capital española.
En su biografía, Isabel no sólo reconstruye
el dolor que le causó el asesinato del autor de Romancero gitano,
la angustia de su exilio, su vida en América o el regreso a una
España que no reconoció. En su historia también están
presentes cálidas semblanzas de figuras como Manuel de Falla, Juan
Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Luis Cernuda, Jorge Guillén
y María Zambrano. Y como centro inagotable de su inspiración:
su hermano Federico.
''Recuerdo que un día le dije a Federico que no
sabía por qué algunas poesías y canciones me gustaban
más que otras. Le enumeré algunas de ellas y me contestó
muy tajante, con aquella mirada como ida o ausente que tenía a veces:
'Está muy bien, que te baste, pero lee mucho, muchísimo'.
Le hice caso. Como él apunta en uno de sus versos, aún hoy
puedo decir ante muchas cosas: 'Comprendí. Pero no explico'. Por
eso sigo dejándome llevar de mi instinto. Casi siempre acierto.
No tengo otra guía."
Péndulo fatídico
Así quedó grabada en la memoria de Isabel
la noticia de la desaparición de su hermano poeta: ''En casa de
Bernardo Giner me enteré de lo de Federico. Sonó el teléfono.
Lo cogí yo. Y una voz femenina preguntó por la señora
Elisa. Le dije que no se podía poner, que estaba en cama con una
ciática aguda, y que, si quería, podía dejar un recado.
La voz me dijo: 'Solamente dígale usted que es verdad, que han matado
en Granada a Federico García Lorca'. Solté el teléfono
(recuerdo que era de pared) y me fui resbalando hasta caer al suelo. Aún
veo moverse el fatídico péndulo. No veía otra cosa
más que el ir y venir del teléfono negro zumbándome
al oído.
''No podía hablar. Tampoco podía llorar.
Me preguntaba y no podía responder. ¿Para qué? Todo
había terminado."
La editora Ana Gurruchaga explica que Isabel ''empezó
a escribir recuerdos suyos sueltos en su despacho de la Fundación
Federico García Lorca a partir de 1984. La primera vez que Isabel
rompió el hielo y se decidió a hablar en público de
su hermano Federico fue en la Facultad de Filosofía y Letras de
Buenos Aires, en octubre de 1985".
Pero fue en 2001 cuando Isabel tomó la decisión
definitiva de publicar lo que tenía escrito cuando apareció
el número uno de Cuadernos de la Huerta de San Vicente y
le pidieron para la revista algunos pasajes.
Los manuscritos, ''un material interesantísimo
y caótico de una vida escrita a tirones", fueron mecanografiados
y ordenados. La revisión del material estaba casi por finalizar
cuando Isabel murió.
''Ahora pienso que tiene un misterioso sentido que el
libro quedara así, sin acabar del todo", añade la editora.
''Releyéndolo me entero otra vez, descubro que, en la última
página, ella misma lo dice: 'Veo mi vida como un inmenso y desordenado
retablo'.
''En estas páginas encontrarán 'el humo
dormido' del recuerdo, piezas sueltas de una vida que se rompió
en pedazos, como tantas otras, en julio de 1936", concluye Gurruchaga.