Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 18 de enero de 2003
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Cultura
Juan Arturo Brennan

Capella en biblioteca

Puebla, Pue. El pasado fin de semana, la hermosa Biblioteca Palafoxiana de esta ciudad fue escenario del concierto inaugural de la Capella Puebla, orquesta de cámara especializada en el repertorio barroco, fundada y dirigida por Horacio Franco. Como el propio Franco ya lo había manifestado en estas páginas, no se trata de una orquesta-hueso, sino de un grupo formado de la única manera posible para asegurar calidad musical: elegir cuidadosamente a cada uno de los músicos, más allá de consideraciones gremiales o escalafonarias. A ver si el ejemplo cunde en otras partes.

El caso es que después de un comienzo momentáneamente turbulento (orquesta nueva, orquesta fría) la Capella Puebla ofreció un concierto de muy buen nivel que permite suponer que el paso del tiempo y la práctica continua le permitirá logros sonoros muy estimables. Entre los momentos destacados de esta sesión musical, por ejemplo, la homogeneidad en las veloces figuraciones del movimiento final del Concerto grosso Op. 3 No. 2 de Händel, o el buen trato de las audacias armónicas y el ''sonatismo" en embrión de la Sinfonía No. 1 de Carl Philipp Emanuel Bach.

Como lo marca su vocación, Franco tomó en algunas obras del programa el doble papel de solista y director; en su ya tradicional interpretación de Vivaldi, utilizó su flauta dulce sopranino para darse gusto con un extrovertido estilo de ornamentación que suele fascinar a los melómanos curiosos, a la vez que pone los pelos de punta a los puristas. Otro punto de interés: la ejecución en el corno de la feroz parte de trompeta del Concierto de Brandenburgo No. 2 Bach, licencia poética no del todo descabellada si se recuerda que la trompeta de Gottfried Reiche (el trompetista de cabecera de Bach) era una especie de minicorno evolucionado. Mis respetos para el cornista Jon Gustely por atreverse con semejante reto y sortearlo con elegancia y efectividad.

Igualmente destacable, el trabajo de la violinista Erika Dobosiewicz en el concierto dedicado por Vivaldi a San Lorenzo; figuraciones instrumentales de asombrosa e inesperada raigambre gitana ejecutadas con una mezcla ideal de rigor y libertad. El hecho de que la Capella Puebla haya concluido su primer concierto con una sinfonía de Haydn (la número 44, conocida como Fúnebre) apunta hacia la saludable vocación de la orquesta de no estancarse a perpetuidad en lo barroco. Punto culminante de la interpretación de esta sinfonía, el nivel expresivo logrado en el Adagio; por otro lado, algunas secciones del Minueto hubieran requerido quizá un acercamiento más delicado y sinuoso.

En términos generales, pues, la Capella Puebla es un conjunto con un muy buen sonido, con los detalles perfectibles de todo conjunto nuevo, con una muy buena sección de alientos y una cuerda que es especialmente rica en los registros medio y grave. La mayoría de los miembros del grupo ya asumió claramente algunos de los parámetros de ejecución a la antigua marcados por Franco, quien los aprendió sobre todo con sus espléndidos maestros holandeses; falta que los demás terminen por acostumbrarse y sentirse cómodos con esas técnicas.

Es claro que la selección de obras y autores para este programa de estreno se mantuvo cercana a lo probado y lo seguro; será interesante ver y oír hasta dónde (y cuándo) Franco y sus músicos se atreven con regiones menos exploradas y difundidas del vasto y variado arsenal sonoro del barroco, incluyendo las importantes tradiciones coloniales de América Latina.

Sí, evidentemente, la música fue protagonista indiscutible en este concierto inaugural, pero hubo algo de importancia singular en el discurso oficial que precedió a los barrocos: una frase en la que se hablaba de ''la permanencia de la Capella Puebla más allá del sexenio".

Descreído como soy, me permito esbozar una escéptica sonrisa. Lo más probable es que cuando don Melquiades deje la gubernatura poblana, a Horacio Franco y sus músicos les den no las gracias, sino con la puerta en las narices, y con su música a otra parte. Es la costumbre, no faltaba más. Y si no ocurre así, me mostraré muy sorprendido y agradecidamente equivocado.

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