Juan Arturo Brennan
Capella en biblioteca
Puebla, Pue. El pasado fin de semana, la hermosa
Biblioteca Palafoxiana de esta ciudad fue escenario del concierto inaugural
de la Capella Puebla, orquesta de cámara especializada en el repertorio
barroco, fundada y dirigida por Horacio Franco. Como el propio Franco ya
lo había manifestado en estas páginas, no se trata de una
orquesta-hueso, sino de un grupo formado de la única manera
posible para asegurar calidad musical: elegir cuidadosamente a cada uno
de los músicos, más allá de consideraciones gremiales
o escalafonarias. A ver si el ejemplo cunde en otras partes.
El
caso es que después de un comienzo momentáneamente turbulento
(orquesta nueva, orquesta fría) la Capella Puebla ofreció
un concierto de muy buen nivel que permite suponer que el paso del tiempo
y la práctica continua le permitirá logros sonoros muy estimables.
Entre los momentos destacados de esta sesión musical, por ejemplo,
la homogeneidad en las veloces figuraciones del movimiento final del Concerto
grosso Op. 3 No. 2 de Händel, o el buen trato de las audacias
armónicas y el ''sonatismo" en embrión de la Sinfonía
No. 1 de Carl Philipp Emanuel Bach.
Como lo marca su vocación, Franco tomó en
algunas obras del programa el doble papel de solista y director; en su
ya tradicional interpretación de Vivaldi, utilizó su flauta
dulce sopranino para darse gusto con un extrovertido estilo de ornamentación
que suele fascinar a los melómanos curiosos, a la vez que pone los
pelos de punta a los puristas. Otro punto de interés: la ejecución
en el corno de la feroz parte de trompeta del Concierto de Brandenburgo
No. 2 Bach, licencia poética no del todo descabellada si se
recuerda que la trompeta de Gottfried Reiche (el trompetista de cabecera
de Bach) era una especie de minicorno evolucionado. Mis respetos para el
cornista Jon Gustely por atreverse con semejante reto y sortearlo con elegancia
y efectividad.
Igualmente destacable, el trabajo de la violinista Erika
Dobosiewicz en el concierto dedicado por Vivaldi a San Lorenzo; figuraciones
instrumentales de asombrosa e inesperada raigambre gitana ejecutadas con
una mezcla ideal de rigor y libertad. El hecho de que la Capella Puebla
haya concluido su primer concierto con una sinfonía de Haydn (la
número 44, conocida como Fúnebre) apunta hacia la
saludable vocación de la orquesta de no estancarse a perpetuidad
en lo barroco. Punto culminante de la interpretación de esta sinfonía,
el nivel expresivo logrado en el Adagio; por otro lado, algunas
secciones del Minueto hubieran requerido quizá un acercamiento
más delicado y sinuoso.
En términos generales, pues, la Capella Puebla
es un conjunto con un muy buen sonido, con los detalles perfectibles de
todo conjunto nuevo, con una muy buena sección de alientos y una
cuerda que es especialmente rica en los registros medio y grave. La mayoría
de los miembros del grupo ya asumió claramente algunos de los parámetros
de ejecución a la antigua marcados por Franco, quien los aprendió
sobre todo con sus espléndidos maestros holandeses; falta que los
demás terminen por acostumbrarse y sentirse cómodos con esas
técnicas.
Es claro que la selección de obras y autores para
este programa de estreno se mantuvo cercana a lo probado y lo seguro; será
interesante ver y oír hasta dónde (y cuándo) Franco
y sus músicos se atreven con regiones menos exploradas y difundidas
del vasto y variado arsenal sonoro del barroco, incluyendo las importantes
tradiciones coloniales de América Latina.
Sí, evidentemente, la música fue protagonista
indiscutible en este concierto inaugural, pero hubo algo de importancia
singular en el discurso oficial que precedió a los barrocos: una
frase en la que se hablaba de ''la permanencia de la Capella Puebla más
allá del sexenio".
Descreído como soy, me permito esbozar una escéptica
sonrisa. Lo más probable es que cuando don Melquiades deje la gubernatura
poblana, a Horacio Franco y sus músicos les den no las gracias,
sino con la puerta en las narices, y con su música a otra parte.
Es la costumbre, no faltaba más. Y si no ocurre así, me mostraré
muy sorprendido y agradecidamente equivocado.