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Zafios gargarismos
La televisión, sabemos, se disfraza primorosamente de vehículo solazaroso para inyectar propagandas y es ya parte de manuales de política chocarrera para enrarecer atmósferas y ensuciar elecciones –desde el llano denuesto del adversario hasta el uso esotérico de mensajería subliminal–, o para mantener hegemonías oligarcas a base de bien cocinadas y mejor mantenidas mentiras y, aquí el cogollo tenebroso, de una permanente campaña de terror. El mejor ejemplo de esto es la harto citada campaña de terror que asedia al público estadunidense desde la cadena de noticias Fox, de la que es alto ejecutivo un primo de George Bush y que lo proclamó ganador para remachar el fraude de su primera elección, que la segunda ya fue cosa muy de la estupidez colectiva que hoy tantos lamentan ciñéndose el cilicio de un tardío arrepentimiento. Si uno sintoniza sus informativos puede ver a pie de pantalla el cintillo ominoso: Terror alert (Alarma de terrorismo) en amarillo o rojo, que nunca truca en verde para que la gringoperrada no descanse y siga creyendo que su gobierno vela rabiosamente por el bienestar del pueblo norteamericano, que no de corruptos empresarios.
En México el presidente también padece gazuza de aceptación pública y la televisión entra al quite dosificando ese miedo tan conveniente para los señores del dinero. Si con dinero baila el perro, con miedo baila, cumple su turno y paga impuestos sin chistar aunque no se le retribuya un bledo. Escuchamos todos los días, como gárgaras en el baño, una y otra vez tal que la cantaleta foxista en que México había cambiado para bien, reiteradas afirmaciones de que las fuerzas armadas mexicas están en las calles pero no para defendernos del zafio extranjero que nos quiere volar los pozos petroleros, sino para preservar orden y respeto, como si no tuviésemos suficiente con las corruptas policías, a menudo asociadas a la delincuencia organizada. ¿O es el ejército incorruptible?, ¿tan rápido olvidaron el gobierno y la cúpula militar el vergonzante episodio del general Gutiérrez Rebollo?, ¿cómo negar la participación de activos y ex integrantes de cuerpos militares en bandas de secuestradores o de sicarios del narco, como los Zetas?
Familia náhualt en Zongolica, Veracruz
Foto: Rosa Rojas/archivo La Jornada |
Todos los días la tele se empacha con frases grandilocuentes sobre la firmeza y la lealtad militares. El chaparrigobierno de Calderón se saca de la chistera el Día de la lealtad militar o alguna chafada similar, y como hizo Zedillo cuando le dio miedo que se le voltearan los uniformados, aumenta las percepciones generosamente a la soldadesca, lo que por cierto no está mal porque ganaban sueldos de hambre y así cualquiera se emplea en una narcotiendita. Lo que sigue resultando incomprensible es que a pesar de que en radio y televisión nos atiborran anuncios triunfales que enumeran los miles de plantíos de estupefacientes destruidos, cuántos malandrines han sido detenidos, cuántas armas (por cierto, ¿qué tipos de armas?) han sido sacadas de circulación con los operativos policíaco militares que han convertido sendos rincones de nuestro territorio nacional en plazas de excepción, abolidas las garantías constitucionales de libre tránsito o la presunción jurídica de inocencia a priori, esos mismos rincones siguen siendo pasto de asesinatos, asaltos y levantones.
Es curioso que la televisión, principal aliada de la oligarquía gobernante, sea su principal contradictora. De humor muy negro, muy mexicano: sintonizo un noticiero de Televisa o de Azteca; en los comerciales pasan invariablemente uno de esos cacareos de fuerza de la autoridad... y en el segmento informativo nos asaltan espeluznantes escenas de callejeras, cotidianas ejecuciones. Y ni hablar de la prepotencia, del desprecio, de la altanería y los abusos de los uniformados cuando se establecen arbitrariamente donde les viene en gana, y más si se trata de una comunidad de campesinos nahuas, como sucedió precisamente con el campamento militar que a saber con qué motivos, que no pueden pensarse emparejados con la lucha a la delincuencia organizada pero sí con la represión a la disidencia y el silencio de reclamos ancestrales de discriminación, sentó sus reales en la comunidad indígena de Mexcala, en el municipio veracruzano de Soledad Atzompa, en la sierra de Zongolica, donde la tropa insulta a los habitantes, les roba su leña (tan poca y tan preciosa cosa en esas escarpaduras, en esa miseria) e invade sus parcelas tal si osare un extraño enemigo. De eso, desde luego, la tele ni pío. A ver quién se hace cargo.
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