La extinción "comercial" de las grandes especies de tiburones en México
José Leonardo
Castillo-Géniz
Centro Regional de Investigación
Pesquera de Ensenada, Baja California,
Instituto Nacional de
la Pesca
Correos electrónicos: [email protected]
y [email protected]
De niño, le decía
a mi madre que la aleta de un tiburón había rozado
uno de mis pies justo cuando jugueteaba en las aguas someras de
playa Condesa, en Acapulco. Mi famoso "encuentro" con
ese "tiburón" alimentó mi imaginación
febril por años, dejándome para siempre ese sentimiento
de simpatía-temor por los tiburones.
No fue sino hasta muchos
años después, ya como biólogo, cuando tuve
la oportunidad de observar de cerca por vez primera en mi vida los
cadáveres de un tiburón toro (Carcharhinus leucas)
y el de un martillo gigante (Sphyrna mokarran), ambos de
casi tres metros de longitud, capturados por unos pescadores artesanales
y desembarcados en Playa del Carmen, Quintana Roo.
Ese sentimiento de admiración,
asombro y temor de mi niñez surgió nuevamente en ese
preciso instante.
Esos enormes tiburones
lucían majestuosos aun de muertos. Recuerdo que me acerqué
lentamente a ellos, los examiné, incluso me atreví
a tocarlos, y debo reconocer que con temor, a pesar de que estaban
muertos. No olvido el olor, el terrible y seco olor de un tiburón
muerto.
Después, intenté
comprender cómo era posible que hubiera gente que se ganaba
la vida pescando esas grandes masas de vida. Ese día también
tuve mi primer encuentro con esos hombres de mar, los tiburoneros.
Hombres que siempre me
han generado admiración y respeto, por la dureza de sus personalidades
y la de sus vidas.
Esa vivencia en Playa
del Carmen proviene de 1985 cuando empecé a trabajar con
las pesquerías artesanales de tiburones en el Golfo y Caribe
mexicanos en el Instituto Nacional de la Pesca, entusiasmado por
mi mentor y jefe Ernesto Ramírez, biólogo pesquero
visionario.
Ahora la historia es
dramáticamente diferente. Hoy, las grandes especies de tiburones
han prácticamente desaparecido de las capturas comerciales
realizadas en las aguas costeras del país. En estos años,
conociendo y documentando las pesquerías artesanales de tiburones
en la sonda de Campeche, en Veracruz, Tamaulipas, Chiapas, Sinaloa,
y recientemente en el Golfo de California, la historia es la misma.
Los pescadores recuerdan
con nostalgia las capturas de enormes tiburones, la caza de verdaderos
"monstruos" usando sus frágiles lanchas, sus arpones,
sus manos, poniendo en juego toda su vida a fin de capturar dichas
criaturas.
Es interesante destacar
que la mayor parte de esos pescadores de antaño guardan fotografías
maltratadas, en blanco y negro, que recuerdan sus hazañas
cazando enormes tiburones. Si las juntáramos, tendríamos
el mejor registro histórico de la pesca de tiburón
en México.
Hoy, esos gigantes del
mar simplemente quedan en la memoria colectiva de esa generación
de "tiburoneros". Si uno se da su tiempecito y revisa
las listas de las especies de tiburones que se capturaban hace cuarenta
y cincuenta años, época de los trabajos pioneros sobre
su pesca en México, podría corroborar la presencia
histórica de los grandes tiburones en nuestras aguas marinas.
Como el tiburón tigre, Galeocerdo cuvieri, el gran
tiburón martillo, Sphyrna mokarran, el tiburón
prieto, Carcharhinus obscurus, el tiburón limón,
Negaprion brevirostris, las gatas, Ginglymostoma
cirratum y otras especies que conformaban parte de la diversidad
de los peces cartilaginosos en nuestras costas.
Ramón
Bravo en Holbox, Quintana Roo (1975), mostrando una cabeza de
un tiburón martillo gigante, Sphyrna mokarran. |
Pero, ¿cuáles
son las probables causas de esa llamada "extinción comercial"
de las grandes especies de tiburón? La respuesta no es fácil.
Muchos colegas podrían decir que la pesca excesiva en nuestras
costas ha sido la causa principal de la disminución dramática
de tales poblaciones. Yo agregaría lo siguiente: el rápido
crecimiento demográfico registrado en el país las
últimas décadas generó un sostenido incremento
de las actividades humanas en las costas, y por ende en la pesca.
La curva histórica de la producción de tiburón
en México se liga a nuestro crecimiento demográfico.
Hoy no sólo la
pesca es intensa en algunas regiones, también lo es la mancha
de crecimiento humano. Por ejemplo, en Sinaloa, entidad famosa por
su pesca de camarón dentro y fuera de sus extensas bahías
y lagunas costeras. Fue uno de los primeros lugares donde se pescaron
tiburones. Sus costas eran verdaderos criaderos naturales de diversas
especies marinas.
Hoy sabemos que esas
zonas eran áreas de crianza y de refugio natural de muchas
de las especies de tiburones que hoy ya casi no podemos ver. En
dichas "pozas" naturales, libres de depredadores, las
hembras preñadas de tiburones daban a "luz" a sus
crías, que luego se alimentaban de toda esa enorme riqueza
biológica que las caracterizaba, lo que les permitía
crecer rápidamente.
En la actualidad, esas
áreas naturales se encuentran bajo un intenso régimen
de uso, como la pesca, la acuacultura y el desarrollo portuario-turístico,
todas ellas actividades que impulsan los gobiernos municipales y
estatales para generar mayores oportunidades de crecimiento y darle
apoyo a las maltrechas economías locales.
Pero el precio que el
medio ambiente esta pagando es muy alto. Si las evidencias sobre
la "filopatría" en los tiburones es cierta (la
tendencia de los individuos a regresar al lugar donde nacieron,
Hueter et al., 2005), estas áreas de un gran valor
evolutivo para dichas especies se han ido perdiendo y no tenemos
ni la menor idea de la magnitud del impacto negativo que ocasiona
en las poblaciones de estos animales.
Quizás la ausencia
de las grandes especies en las capturas comerciales sea un reflejo
de esta situación.
También sabemos
que las grandes especies de tiburones son las más frágiles
del punto de vista biológico, son las más longevas,
las que alcanzan su madurez sexual muchos años después,
crecen a un ritmo sumamente lento, y desafortunadamente, producen
pocas crías por camada (Walker, 1998).
Tales "características
demográficas" impiden que dichas poblaciones puedan
sustituir rápidamente aquellos individuos que son extirpados
por la pesca o que mueren por efecto de las diversas actividades
antropogénicas, lo que genera un desequilibrio en la tasa
de renovación natural de dichas poblaciones.
En otras palabras, los
peces muertos empiezan a superar en número a los recién
nacidos. Se ha documentado que los peces de mayor edad y tamaño
de las principales especies marinas han sido extirpados paulatinamente
por las pesquerías. Porque son los de mayor valor económico,
pero también son los más fecundos, lo que también
estaría afectando la tasa de renovación poblacional
de las especies. Es muy probable que con los tiburones suceda lo
mismo.
Según los especialistas,
la "extinción comercial" de las especies precede
a la extinción biológica, lo que ya ocurrió
con algunas especies marinas de importancia comercial el siglo pasado
(Dulvy, et al., 2003). Pero eso no pasa únicamente
con los tiburones en México: se observa en todo el mundo.
Según Myers y
Worm (2005), en los últimos 50 años la sobreexplotación
pesquera ha reducido más del 90 por ciento de la abundancia
de las poblaciones de los grandes peces depredadores (atunes, tiburones,
picudos y lenguados).
Fotografías
de Ramón Bravo de varios tiburones tintorera, Galeocerdo
cuvieri capturados en Holbox, Q. Roo (1975). |
Por esta razón,
México debe sumarse al reducido pero creciente grupo de naciones
que han implementado planes de manejo pesquero que aseguren una
pesca responsable y sustentable de tiburones.
Nuestro país no
puede darse el lujo de mal aprovechar sus recursos marinos, pero
debe hacerlo en forma racional y ordenada. Existen evidencias concretas
de que las poblaciones de tiburones están siendo impactadas,
disminuidas, por las actividades que desarrollamos en nuestros litorales,
principalmente por la pesca.
Esa situación
ha sido el detonante, el origen de la Norma Oficial Mexicana NOM-029-PESC-2006
y que debe entrar en vigor el próximo 15 de mayo. Todas y
cada una de las medidas ahí estipuladas tienen como objetivo
fundamental ordenar, regular y administrar su aprovechamiento, así
como proteger y conservar aquellas especies de tiburones que merecen
un cuidado especial, como son el tiburón blanco (Carcharodon
carcharias) el ballena (Rhincodon typus) y las mantarrayas
(Mobulidae).
La NOM es el mejor instrumento
que hasta el día de hoy se ha plasmado en el papel para revertir
la situación negativa que impera en las pesquerías
de los tiburones en el país. El texto de la misma ha sido
el resultado de una amplia exposición y discusión
de ideas y propuestas de la gente que tiene interés en los
tiburones, y en las especies con las que comparten el ecosistema
marino.
No ha sido fortuito alcanzar
el acuerdo final, ha sido verdaderamente desgastante lograr consenso
entre la mayoría de los grupos de usuarios e interesados.
Son casi 10 años desde que se planteó la necesidad
de la NOM.
Pero la NOM permitirá
a las autoridades pesqueras establecer reglas claras para controlar
y reducir la pesca excesiva de estos maravillosos animales, protegiendo
sus áreas naturales de crianza y de refugio, evitando la
muerte "accidental" de otras especies frágiles
como tortugas marinas, ballenas y delfines, entre otros.
Es probable que la NOM-029
por sí sola no detendrá a partir del 15 de mayo las
prácticas no sustentables de la pesca de tiburón,
pero permitirá detectarlas, denunciarlas y sancionarlas.
El mensaje que lleva
su publicación en el Diario Oficial de la Federación
es claro y contundente: "los tiburones son importantes para
México, haremos lo necesario para conservarlos".
Démosle pues una
oportunidad a este instrumento normativo de ser probado, de someterlo
a la realidad, de evaluarlo. Los tiburones bien merecen esta oportunidad,
¿no cree usted?
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