Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de mayo de 2008 Num: 687

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Hablar de Kapuscinski
MACIEK WISNIEWSKI Entrevista con ARTUR DOMOSLAWSKI

Dar a la voz a los pobres
MACIEK WISNIEWSKI

José Martí: universalidad
y nacionalidad

HÉCTOR CEBALLOS GARIBAY

Dylan Thomas:
padres e hijos

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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EN VOZ BAJA

MARÍA ANTONIETA FLORES

 


La sed del polvo,
Ricardo Venegas,
La Mala Vida,
Cuernavaca 2007.

Ricardo Venegas (San Luis Potosí, 1973) quien dirige la revista literaria Mala Vida, Mester de Junglaría, ha editado (Cuernavaca, La Mala Vida , 2007), reunión de poemas no articulados temáticamente salvo por la repetición de algunas imágenes y motivos que permiten hacer una lectura cuyo hilo conductor sería la inquietud del hombre del siglo XXI ante los grandes e irresolubles relatos existenciales que siguen definiendo la condición humana (el bien y el mal, la soledad, la existencia de dios, el diablo, el amor). Ante estos lugares comunes, el poeta canta en voz baja sin pretensiones ni grandilocuencia, aferrado al pequeño mundo que todavía se le concede al ser humano de esta época. Y, e n consecuencia, entrega en esta plaquette textos de la contradicción y del conflicto personal que nunca se solucionará. Surge, así, un espacio poético que es el campo para la batalla donde no hay ni habrá ningún vencedor.

Sencillo en su decir, más centrado en contenido que en la estética o la forma, el lenguaje directo va tropezando el poema y le da forma. Para Venegas la escritura es búsqueda de sentido, reelaboración de lo fragmentario. No elude el lugar común de ¿quién hallará sentido al viaje?, para luego confesar lo que sirve de esqueleto a su escritura: “Entro y salgo de la película/ como queriendo armar/ mi gran rompecabezas de fecha intemporal.”

Acorde con la expresión espiritual del hombre de este siglo, una época donde domina la tecnología, la deshumanización, y el desamparo es condición existencial, producto de la confrontación con la muerte, la necesidad de sentido y de trascendencia e infinito, se encuentra la queja por la ausencia de Dios desde la creencia: “ ¿Por qué no baja Dios/ y nos abraza?” Esta interrogante revela el desencanto precedido de una operación psíquica donde se enfrentó la divergencia entre el ideal de vida y la vida en concreto, lo que ha llevado a que a nte lo invisible omnipotente se sienta la burla. De allí, la sensación de abandono que al final es reclamo amargo al padre simbólico: “Alguien en mí se asoma/ para reconocer el viaje/ que arruinó mi vida:/ Hice reír a Dios/ diciéndole mis planes.”

No hay elaboración ni mirada sesgada, ni crítica ante el hecho, sólo la palabra de quien se siente herido: “Sin Dios y sin sedantes/ algo falta.” ¿Será éste, quizás, el crisol de un sentimiento colectivo? Como es común en esta época, la coexistencia del bien y el mal es asunto ya masificado, tema de teleseries que generan universos con sus propias normas, así que la aparición tradicional del diablo apenas permite asomar un intento de diálogo entre fuerzas contrarias.

La sed del polvo, título que se condensa en estos versos de la plaquette: “ Lo dice el hambre,/ la sed y el deterioro/ del polvo más amado,/ el polvo humano/ que recuerda y ronda/ la gloria que se olvida” es, en definitiva, por lo que aquí se deja destilar, sed de lo humano como motivo último del poema.


OTRA VEZ CUENTOS

LEO MENDOZA


Los culpables,
Juan Villoro,
Editorial Almadía,
México, 2007.

Los culpables, el último libro de cuentos de Juan Villoro, editado por la oaxaqueña Almadía, reúne siete textos cuyos protagonistas están hermanados por este sentimiento tan difícil de definir aun cuando es muy socorrido como tema de la música popular, y que aparece constantemente en la vida familiar y en el ámbito religioso. Para Villoro, la culpa forma parte de nuestra manera de ver el mundo.

Los protagonistas de Los culpables –emparentados con otros personajes del autor– cargan con esta cruz y, aún más, viven en una relación simbiótica con ella porque, algunas veces, es el pretexto que les permite seguir adelante. Paradójicamente, no se pueden separar de dicha relación porque dota de un cierto sentido a su existencia, sin importar si eres una estrella de la canción vernácula a la que le gustan las mujeres canosas o estrella de una película porno, que el escritor que traiciona a su amigo. Aunque en realidad se trata de un acto de cordura, quizá hasta de afecto, de dos hermanos que tratan de terminar un guión en medio de un mundo fronterizo, casi yermo.

En gran medida, los cuentos de Los culpables nos muestran a un narrador que sabe sacarle jugo a la realidad y encontrar en ésta los motivos, las anécdotas, los sucesos que le ocurren a sus criaturas. De ahí que en sus historias tengan tanto el futbol –desde la perspectiva de un hombre que ha vuelto de la muerte– como un limpia ventanas que a través de un cuadro va trazando el mapa de su propia vida.

Con ironía, pero a la vez con mucha simpatía por sus criaturas, Villoro retrata los equívocos constantes con los que la culpa –muchas de ellas retrospectivas– agobiaba a estos personajes. Pero precisamente en la descripción de sus debilidades, de sus pasiones, encontramos esa condición humana que es mucho más extraña a veces de lo que aparenta, y por eso buscan –aunque lo que encuentran no es del todo de su agrado– ya sea resarcir una pérdida o explicarse por qué un personaje que, en apariencia es el malo, termina por ser el ángel guardián del protagonista, tal y como ocurre en “Amigos mexicanos”, donde podemos ver muchas claves acerca de cómo somos vistos en otras latitudes, siempre entre el desastre, la violencia y el exotismo. En el fondo, los personajes de Villoro son profundamente cercanos a sus lectores, se parecen, poseen sus mismos tics y aun sus arrebatos y sus sueños.

Existe en Los culpables un elemento que los hace aún más interesantes y que nos muestra que, en el fondo, casi toda culpa engendra una paradoja: los textos de Villoro se acercan y rebelan correspondencias –no evidentes, por supuesto– con Chesterton y Borges. Porque en el fondo, si la culpa es una maldición, a veces, muy de cuando en cuando, puede convertirse en una bendición. Divertidos e inteligentes, los siete cuentos que conforman Los culpables representan el afortunado regreso de Juan Villoro a un género en el que siente como pez en el agua.


EL CIERZO QUE NOS CIEGA

PATRICIA ORTIZ LOZANO


Le désert à tes côtés/ El desierto a tu lado,
Enriqueta Ochoa,
Écrits des forges poésie/ UNAM,
Québec, Canadá, 2006.

El desierto a tu lado es una antología bilingüe (francés y español) de la poesía de Enriqueta Ochoa (Coahuila, 1928). Contiene poemas de los libros Las urgencias de un Dios, Los himnos del ciego, El retorno de Electra, Bajo el oro pequeño de los trigos y El desierto a tu lado (inédito). La traducción es de Nicole y Émile Martel, la selección de Elva Macías y el prólogo de Hugo Gutiérrez Vega.

Comenzamos con Las urgencias de un Dios (1950), libro en el que Ochoa se libera de la carga de ser mujer. En “Desarráigame” dice: “Yo luché a tempestad de gritos en tu vientre,/ y te dije que no, que no y que no;/ que en mí no dispersaras el polvo de otro polvo,/ que no abrieras conmigo más rutas de la sangre.”

En Los himnos del ciego (1968), le canta al hombre que llegó ciego y desnudo y así se irá, del polvo al polvo. La ternura lo pudo salvar, pero él morirá mientras “la soledad circula por su cuerpo/ como el viento por una casa en ruinas”.

La antología sigue con El retorno de Electra (1978), en el cual se duele de vivir y dice que a nadie le importó su viaje. Agradece a su hija y a Dios: a la primera, por retenerla un rato más sobre la tierra, y al segundo por prestarle su regazo. Más tarde le habla a su hija, Marianne: “Después de leer tantas cosas eruditas/ estoy cansada hija,/ por no tener los pies más fuertes/ y más duro el riñón/ para andar los caminos que me faltan.” Una hija que entiende en su “propio dolor al mundo”, y sabe “que sobre todos los ojos de la Tierra / algún día sin remedio llueve”.

Ochoa afirma que su suicidio ocurrió en el vientre de su madre, por eso la relación embrión-hija-madre y de nuevo hija, aparece en gran medida en su poesía, culminando en el poema “El retorno de Electra”, elegía a la muerte de su padre: “Para poder hablar,/ así, de frente,/ tuve que echarme toda una vida/ a llorar sobre tus huesos.”

Dentro de su religiosidad, identifica a su padre con Cristo, mientras ella es la que carga la culpa. En el poema pide perdón a sus hermanos (identificados con Orestes, hermano de Electra, que le ayudó a vengar la muerte de su padre, Agamenón, según la mitología griega). Finaliza diciéndole que no puede amar a nadie más, por eso se desprende de los muros de su cuerpo y busca otros caminos.

La antología concluye con El desierto a tu lado, en el cual describe su estancia en el norte de África: “Marruecos fue nuestro hogar primero./ Allá se distraía el viento,/ entre los aromas de la mimosa y el azahar.”

En “Honor marroquí”, Enriqueta Ochoa, apátrida luminosa, sintetiza lo que ha sido su poesía: “El mar y la mujer/ son una misma fuente,/ un mismo vientre/ gestando desde siglos.”

Que este libro sea pretexto para que el lector descubra la poesía de Ochoa: dolor sagrado, viaje inconcluso, vientre desolado que nos ha dado lo mejor de esta virgen terrestre: su palabra. Cuando ya no queda nada, ahí esta Enriqueta y su poesía. Y es que ella es portadora de esa antorcha que ilumina el mundo, donde la luz se cae a pedazos.



Laberinto de mujeres. Cuentos y relatos,
Jorge Enrique Escalona,
UNAM-FES Zaragoza,
México, 2008.

Cuentista de discreción poco usual, Escalona suma varios años publicando aquí y allá, sin prisa pero sin pausa, las consecuencias plausibles de su buen oficio de narrador. Este Laberinto de féminas testimonia plenamente que los temas eternos, como es el caso, son eternamente renovables.



Don Alharaco Pérez y Pérez.
Cuentos, fábulas y leyendas para todas las edades,

Alfonso de los Reyes Villarreal,
Publicaciones históricas de las Huastecas,
México, 2007.

A varias reacciones mueve este relatario, entre las cuales la simpatía no es la menor. Una cuarta de forros anónima informa que De los Reyes Villarreal “por fin se ha atrevido a incursionar en el mundo de lo fantástico”, de lo cual se colige que ha incursionado en otros mundos y que al menos alguien esperaba nuevas y novedosas incursiones. En Don Alharaco… hay nueve muestras de ello.



Cuerpo de amor. Un encuentro con Jesús,
Alda Merini,
traducción de Jeannette L. Clariond,
Vaso Roto,
España, 2008.

Bilingüe, para mayor fortuna de nosotros sus lectores, el presente poemario de Merini –hermanada literariamente con Quiasimodo, Manganelli y Spagnoletti, entre otros– revela completa, a quien no la haya conocido antes, la habitual transfiguración meriniesca de la religiosidad pura en el puro éxtasis, ya sea religioso o de otra naturaleza.



Los movimientos sociales y el poder.
La otra campaña y la coyuntura política mexicana,

Agustín Sánchez,
varios autores,
Taller Editorial La casa del Mago/
Cuadernos de la Resistencia /Brigada Callejera,
Ediciones B, 2006.

México, 2007. Enlistados en orden alfabético, Gustavo Esteva, Raquel Gutiérrez, John Holloway, Adriana López, Rubén Martín, Raúl Páramo, Jorge Regalado, Rafael Sandoval, Sergio Tischler y Raúl Zibechi aportan sus ensayos a la manera, se dice dentro del libro, de “un coro muy desafinado. Pero desafinado con las propuestas de muchas izquierdas que han puesto el ojo en la bala para asaltar el gobierno estatal”.