¿Grrr o miau?
Gatería legislativa
Tenis y tuiterismo
Costillas de tigre
Piden reforma hacendaria
Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel, sin coartada para atacar a Irán
Argumentos falaces en la extinción de LFC
Desde 2007 diputados llamaron la atención sobre la paraestatal
lo que puede verse, la pretendida reforma fiscal impulsada por el Ejecutivo federal, aprobada en lo sustancial en la Cámara de Diputados y rechazada posteriormente en la de Senadores, ha desembocado en un estira y afloja en el que las distintas fuerzas políticas han buscado obtener dividendos de imagen, electorales y presupuestales.
Retroceso social, el despido en LFC: juristas
a Asociación Americana de Juristas (AAJ), organización no gubernamental con estatuto consultivo en el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, expresa: El hecho de disolver una empresa pública de servicio vital para cualquier país –como la electricidad– y despedir a 44 mil trabajadores utilizando la fuerza es un abuso de poder que violenta la convivencia social. En el caso mexicano representa un retroceso histórico, al violentarse el artículo 123 de la Constitución que durante muchas décadas fue ejemplo a imitar en el constitucionalismo social de América Latina y el mundo.
orpresivamente el papa Benedicto XVI anunció abrir de par en par las puertas de la Iglesia católica a los llamados anglicanos conservadores
, iniciativa que en un futuro podría replantear el matrimonio de sacerdotes y religiosos(as), así como la reconciliación con numerosos curas casados.
ara entender los vínculos entre aborto, religión –en este caso catolicismo– e intolerancia es bueno contar en muy pocas líneas la historia del siniestro Daniel Ortega. La cuento porque sus traspiés permiten entender que el pasado no cuenta ni para la persona que cambia ni para algunos religiosos que saben perdonar todo con tal de ganar adeptos y dinero (como la curia nicaragüense).
asta cierto punto, con mirada superficial, podría entenderse que a raíz de la singularidad cultural de sus pueblos originarios, Bolivia, Chile y Paraguay se piensen distintos de sus vecinos. Menos lógico, en cambio, resulta la separación entre Uruguay y Argentina.
nsistir en la valentía del señor Calderón no le rehízo su fuero interno, ya tan vapuleado por múltiples tropiezos y banalidades. Las desavenencias del liderazgo priísta, debido a sobrecargas por triunfos electorales presentes y, sobre todo, en vista de los futuros, lo tienen arrinconado contra la pared. Tampoco le acarreó la simpatía instantánea que las primeras hurras lanzadas por los capitostes de la IP parecían anunciar con motivo de la extinción de LFC. Los mismos mercados a que tan atentos se muestran sus consejeros hacendistas se mostraron cautos en sus pronósticos de mejoría. Sí, en cambio, un hálito de enojo mal contenido comenzó a extenderse por laderas, calles y montes de esta asfixiada República hasta posarse en el centro anímico de la ciudadanía. El descontento colectivo, aún antes de que se trasladen los incrementos impositivos a los bolsillos ciudadanos, borbotea al borde del abismo.
ay ciudades cuyo destino cambia de acuerdo a la historia y que al cambiar modifica a sus habitantes: pueblos sometidos a un exterminio que habrá de perpetuarse, al parecer, hasta la consumación de los siglos (fecha incierta), y en donde sus habitantes, descubren el sentido de su propia destrucción y enloquecen. En mi primera estancia en Berlín Occidental y en Alemania creí encontrarme con emblemas de ese género de ciudades y pueblos. El 1 de septiembre de 1939, al estallar la Segunda Guerra Mundial, Berlín tenía 4.5 millones de habitantes. Los bombardeos aéreos –que comenzaron en 1941– exterminaron a 320 mil habitantes hasta la fecha de la capitulación, el 8 de mayo de 1945. El bombardeo de los ingleses de julio de 1943 causó cuarenta mil muertos y 370 mil casas y edificios destruidos. A principios de 1945, la batalla de Berlín demolió la ciudad y casi la borró del mapa, decenas de miles cayeron defendiendo la ciudad.
i algo aclaró la crisis de 2008-2009 es que esta generación de economistas no tenía la más mínima idea de cómo funciona una economía monetaria. La gran mayoría tenía un compromiso ideológico con una teoría del mercado cuyo nulo contenido científico impidió ver los síntomas de la hecatombe. Su enamoramiento con las fáciles recetas del neoliberalismo los llevó a una cosmovisión en la que las crisis no existen.
ace tiempo escuchamos que, ahora sí, ya llegó el fin del libro. Nos dicen que los e-books habrán de terminar con esa rica tradición iniciada por Gutenberg. Tradición que revolucionó a Europa y a todo el mundo, pues hizo posible la reforma protestante de Lutero –el más grande promotor de la lectura de todos los tiempos– y la misma Ilustración.