lianzas las tienen todos; unas públicas, otras inconfesables. Las elecciones de 2006 y 2009, cuyos resultados fueron reflejados en la representación legislativa y, por tanto, en las instituciones que se eligen desde el Congreso, han sido la base para nombrar magistrados, consejeros y aprobar leyes.
Las alianzas directas e indirectas, para organizar tanto victorias como derrotas, o la estrategia de ganar perdiendo y perder ganando, son ya una doctrina o, al menos, una costumbre en nuestra clase política. Llevando la política al juego abstracto de las matemáticas, vivimos entre la ecuación que hacen A, B y C, con sus variables x, y, z (partidos pequeños aliados que pasan de una constante a otra); éstos han hecho una realidad política de acuerdos y rupturas electorales y legislativas explicables matemáticamente, pero que no dan certeza y menos significan una democracia comprensible.
El PAN se alía con el PRI desde hace muchos años: para hacer reformas constitucionales o leyes nuevas; recordemos que el PRI dio al Congreso el quórum necesario para dar posesión a Felipe Calderón y hoy, en las elecciones locales, el PT se alía al PRI en elecciones municipales de Nuevo León, o de manera torcida y siniestra en Zacatecas; en otro caso, el PAN y Convergencia hasta comparten un espot de radio promoviendo la unidad de los mexicanos
y todos se alían en favor de la ley Televisa.
La alianza electoral entre PAN y PRD, que en 2006 eran A y B –primera y segunda fuerza nacional–, sólo se explica por su fracaso como fuerzas conductoras de la transición. Sus errores e ineptitud para llevar adelante la reforma del Estado y liquidar definitivamente la estructura del viejo régimen priísta en su momento sólo le abrieron el camino a la restauración. La alianza es la suma de los débiles para sobrevivir, no de los estadistas para transformar.
Las alianzas entre PAN y PRD son tres cosas: una aberración ideológica, una incoherencia política y la única posibilidad que les queda a ambos para detener al gran centro priísta que ellos, desde la polarización sin rumbo, han construido, luego de dejar de nuevo al PRI la representación del centro
o la unidad nacional
. El PRD, PT y Convergencia, bajo la dirección lopezobradorista, han hecho alianzas con el PRI y el PAN. ¿Por qué Andrés Manuel López Obrador no pidió licencia en Oaxaca y hasta el PT retiró a su candidato para favorecer la alianza a favor de Gabino Cué?
Las posiciones y acusaciones sobre alianzas sí, alianzas no, entre los tres principales partidos, están marcadas, porque a todos se les acaba la pista para 2012 y no les queda más camino que la comedia, el pragmatismo o las medidas groseras, como la de Peña Nieto contra las candidaturas comunes en el estado de México.
Venustiano Carranza, en relación con la invasión estadunidense en Veracruz y ante una nota de Washington, que le reclamaba declaraciones, les respondía: No se fijen en lo que digo, sino en lo que hago
. Por ello el antialiancismo radical, expresado en lo electoral, resulta también sospechoso de apoyar a Peña Nieto atacando a Peña Nieto, pero trabajando condiciones electorales y políticas en su favor. Si López Obrador se siente el mejor posicionado, ¿quién sería el mejor beneficiado con una derrota del delfín de Peña Nieto en el estado de México?: sería él, sin duda; y por ello, su gira por el estado de México parece una campaña en favor de Peña Nieto, después de observar lo que fue su estrategia ante la alianza de Oaxaca, estando en cualquier lugar lavado en pureza, menos en Oaxaca. ¿Por qué en este caso no es igual y sí abrir el camino a los de Atlacomulco y al que dice que es su principal contrincante para 2012?
Es verdad: en los casos de Sinaloa, Puebla y Oaxaca la izquierda poco ganó, porque ningún candidato era suyo. Sin embargo, la derrota de Mario Marín y Ulises Ruiz dieron fuerza al aliancismo y la reacción priísta no se ha hecho esperar. ¿Qué pasará para 2012 si la alianza PAN-PRD es mayor en votos a la del candidato lopezobradorista? Hoy, cuando su fuerza se fue entre las manos los ciudadanos, no saben qué hacer con todos los insultos, acusaciones y mentadas entre ellos mismos y lo que se fabrica no es la unidad, sino la derrota. ¿A quién acusarán de ella?
Lo cierto, en particular, es que la izquierda como tal es inexistente y terminó en las patas de los caballos. Es el resultado de una política en la que los fines justifican los medios y se puede hacer incongruencias, alianzas con oligarcas, protección de corrupción y hacer gobernantes como Juanito y ahora apoyar a Peña Nieto. Por otro lado, se preguntan muchos: ¿el PAN apoyaría a un candidato de izquierda, o son sólo alianzas para su molino?
En este juego de A, B y C destaca que tanto Calderón como López Obrador terminaron trabajando para que C se hiciera A. No hay que esperar a sus críticos, sino el juicio de sus biógrafos y su papel en la restauración priísta; por lo pronto, las alianzas y las no alianzas, por su comedia, dan risa.
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