on el paso de los días y la intensidad de la contienda por el Edomex se van clarificando sus profundos significados. La gubernatura del principal estado de la Federación en cuanto a población, padrón electoral, presupuesto anual, influencia política y PIB son suficientes razones para una cuidadosa valoración. A ello habrá que añadir consideraciones, posiblemente de mayor trascendencia. El adelanto de lo que pueda suceder en la sucesión presidencial de 2012 es una. Pero otra que se va revelando como estremecedora por su impacto en la vida democrática cobra una densidad considerable: la injerencia de los poderes fácticos, desde un principio del sexenio de Peña Nieto, para magnificar su estatura al escogerlo como el continuador del modelo de gobierno concentrador en boga. La más importante de esa inclinación y patronazgo incluye la costosa envoltura que le ha diseñado Televisa y que lleva cinco años de intensa y hasta apabullante difusión. En este proceso es tan público como notorio y con sesgos de ilegalidad. Frente a este abuso la mirada cómplice de las autoridades es la norma.
El pasado domingo, en la plaza central de Toluca, un alborotado priísmo se dio cita para remozar su espíritu de cuerpo. El triunfalismo exudaba en discursos, ánimo y uniforme colorido. La maquinaria, arropada desde el gobierno, está presta para lanzarse a la pelea, a ras de suelo dicen, y retener, así, la gubernatura bajo disputa. El centro lo ocupó, qué duda cabe, su adalid para la grande, el adelantado de toda encuesta y opinión de los enterados. Los dirigentes del PRI nacional hicieron discreto mutis para no opacar los reflectores sobre el guía, el núcleo irradiante ya consagrado de antemano. Todos recibieron el mensaje, el jefe de campaña es, y será, al mismo tiempo, funcionario y conductor del entramado electoral. Tal como lo fue su detallista y manirroto antecesor, el entonces mandatario Arturo Montiel. Una realidad que, a fuerza de costumbre, se enseñorea y repite por todo México. Las implicaciones éticas de tales conductas parecen aceptarse como una normalidad que deja a las instituciones de vigilancia y control fuera de la jugada.
La maquinaria del PRI en el Edomex tiene motores encendidos
recoge y titula un diario afín de la capital. Sus militantes se coordinarán con las autoridades de primer nivel, ya desplegadas con anterioridad y donde cada quien tiene un territorio asignado. Los programas disponibles, los pendientes por cumplir o las peticiones de última hora de los muchos inconformes serán atendidos, durante los meses por venir, con toda la urgencia que ameritan. A eso llaman, los numerosos propagandistas que pululan por incontables medios de comunicación, trabajar para la victoria. Nada de lo que hagan los demás cuenta para esta elite de repetidores bajo consigna. La pulida imagen televisiva de Peña Nieto habrá de prevalecer sobre cualquier contingencia para generar un efecto de inevitabilidad pre aceptada. Algunos opinadores llegan a concluir que, en caso de atorarse tan potente aparato de mediación, se llegaría a prácticas de diferente matiz. El imperativo es ganar sin atender al costo y, menos aún, los retobos de opositores o de exquisitos intelectuales de izquierda que siempre reclaman por cualquier minucia.
De manera coincidente, las reverberaciones de lo sucedido en otro domingo en la misma plaza de Toluca, continúan llenando espacios periodísticos y atraen la sarcástica atención de los acostumbrados difusores del oficialismo. Para ellos, lo acontecido con la concentración de la izquierda no tiene desperdicio para la crítica mordaz. La lluvia de epítetos sobre la conducta de AMLO arrecia, orquestada por el círculo de la opinocracia. AMLO no sólo impuso a la candidata, sino la línea a seguir en caso de triunfo (decálogo leído). También se encargará de postular al candidato para el DF y designarse, a sí mismo, para 2012 sin cumplir el pacto con Ebrard. Queda probado su poco respeto al electorado y compañeros de oficio en su alocada carrera hacia el precipicio y el olvido concluyen sin pizca de rubor.
Estos adalides de la libertad de expresión, y otros adicionales que se les unen en coro, vaticinan contundente derrota para la coalición formada en el Edomex por las fuerzas progresistas de base. Aún continúan bordando sobre el juego que se le hace a Peña Nieto con estas tácticas de rechazo a la coalición con el PAN. No atisban a entrever siquiera que un extraño fenómeno de conciencia y hartazgo puede estarse incubando. Escapa a sus observaciones la constante consulta que AMLO hace entre sus atentas y respetuosas audiencias. En tales idas y venidas se probaron los variados temas que integraron el decálogo enunciado. Son éstos condicionantes para la que resultó abanderada de dicho movimiento. Además, cada aspirante a la candidatura tuvo en numerosas ocasiones oportunidad de presentarse ante los asistentes a las concentraciones. Fueron recibidos de maneras distintas, los aplaudieron, les gritaron, les respetaron sus voces, atendieron sus llamados y hasta les reclamaron y abuchearon en ocasiones. Todas estas manifestaciones populares no pasan desapercibidas para oídos y miradas acuciosas. Van formando un cúmulo de elementos de juicio que se completa con encuestas de riguroso método. De esta manera salió la senadora Yeidckol Polevnsky como la mejor situada. Ésa fue la acordada vía entre dirigentes partidarios, para su selección. Habría que recordar la senaduría de mayoría lograda por Polevnsky y que dejó al abanderado de Peña en tercer lugar.
En el caso de los aspirantes al gobierno del DF, el método selectivo será más complejo. Incluirá, a lo mejor, una elección abierta a la ciudadanía citadina. Así lo han solicitado destacados militantes del PRD en un desplegado. Hay, cuando menos, cinco o seis personajes, cercanos o integrantes del Movimiento para la Transformación del País, que desean ser tomados en cuenta y tienen las cualidades para tan importante cargo. El senador Ricardo Monreal es uno. Ojalá y la selección final se armonice con el sentir popular mayoritario. En ambas ocasiones (Edomex, DF) las oportunidades de triunfo son o serán similares, aunque muchos las den por perdidas.