Opinión
Ver día anteriorLunes 24 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
La hondura de un trincherazo
U

n sol esplendoroso coloreaba el cielo, se reflejaba en el ruedo chico zapote de la Plaza México, al enmarcar el traje de luces de Rodolfo Rodríguez El Pana, que partía plaza de azul plateado y reluciente corbata bandera mexicana a tono con su sarape de Saltillo; rojo, verde, amarillo, blanco y café que se integraban a su habano puro, anuncio de los caramelitos provenientes de campo bravo hidrocálido, la ganadería de San Isidro: toritos carretillas, de los cuales además, el sexto, encastada la nobleza fueron ideales para el toreo mexicano. Con esas faenas de milagrería; lentas, quedas como sueñan los toreros en las placitas de tienta a la luz de la luna. Toritos que le permitieron a El Pana deletrear un trincherazo piramidal, lleno de hondura torera en que detuvo el tiempo y transformó el espacio como lo transforman los enamorados y acabo con el cuadro.

Sólo fantasías de faenas de orfebrería con estos toritos de caramelo para dibujar el toreo mexicano, canción lánguida y triste, apenada y melancólica, desmayada por una fuerza interior, al elaborar los lamentos de pérdidas de la que brota el canto de la vida, que parece que se acaba, sin acabarse y es indolencia azteca que nos atrapa en el giro de pases largos y lentos, muy lentos, que duran una eternidad acariciándose con la muerte, como se prodigan los amantes.

Sólo promesas tuvimos los aficionados la tarde de ayer de toreo mexicano anhelante del duende que no aparece, que durante tanto tiempo en las tardes de corrida la embebía en su muleta, cobijándole en la fresca y dulce lentitud, ligando y revolando faenas de otra vida con pases naturales que eran caricias, toques sin tocar, generadores de música torera silenciosa. Que lejos se va quedando sin que llegaran las faenas a estos toritos para toreo de salón dejando desnuda la plaza y gris la gradería.

Porque sólo un trincherazo de El Pana nos regresó a las tardes de tronío, por la hondura de ese muletazo. Alejandro Talavante, como la corrida anterior, se vio dominador y poderoso y para mi gusto muy tosco en su torear a contrapunto del dulce embestir de los toritos hidrocálidos y Arturo Saldívar es de los nuevos valores uno de los más sólidos, pero, con problemas en el sexto toro para encontrarle el sitio para bordar el toreo. Cuando lo conseguía levantó al público de sus asientos con un toreo vertical, clásico hasta que de tanto ahogar al toro, se llevó un arropón de órdago y también una oreja con mucha fuerza y el deseo de volverlo a ver antes de terminar la temporada.