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Una ruptura en 1995 habría hecho del PRD un mejor partido

El ex candidato presidencial presenta su nuevo libro Sobre mis pasos

El fundador del partido del sol azteca y pieza clave para entender a la izquierda mexicana reflexiona sobre su trayectoria y analiza en retrospectiva algunas de sus acciones políticas

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Es más importante preservar los principios que obtener posiciones electorales o administrativas, considera Cuauhtémoc Cárdenas, quien fue entrevistado en sus oficinas de la colonia Roma, en el DFFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Lunes 24 de enero de 2011, p. 14

Al andar sobre sus pasos, Cuauhtémoc Cárdenas escribe que quizá hoy se tendría un mejor partido y un mejor país si desde entonces cada fracción, con sus diferentes puntos de vista, hubiera tomado su propio camino.

Tres veces candidato presidencial, Cárdenas se refiere así a la culminación de un largo debate, ocurrido en el congreso perredista de 1995, en el que dos posturas encontradas sobre la ruta a seguir y la actitud frente al gobierno se resumieron en las fórmulas de gobierno de salvación nacional (preconizada por él) y transición pactada, bandera de Porfirio Muñoz Ledo.

–¿Habría un mejor Partido de la Revolución Democrática (PRD)?

–Lo pienso ahora, retrospectivamente. Si quienes pretendían una actitud de complacencia hacia el gobierno, que no se diera un paso más firme de acuerdo a los propios principios del partido… pues hubiera sido mejor y se hubieran evitado muchos de los conflictos que actualmente está viviendo el PRD.

–¿Pero hubieran tenido los triunfos electorales de 1997?

–No sé, pero creo que en la vida política no sólo hay que pensar en ganar posiciones. Es más importante preservar los principios que obtener tres o cuatro posiciones electorales o administrativas para ciertas personas.

Se le recuerda al ingeniero Cárdenas que en aquel congreso de Oaxtepec, en 1995, Jesús Ortega sudaba frío en un rincón y Andrés Manuel López Obrador subió a la tribuna a presentar un documento híbrido, consensuado por los principales líderes, que salvaba de la ruptura al PRD.

Aparece la habitual parquedad de Cárdenas cuando no quiere abordar un asunto: No recuerdo el detalle, para qué le echo mentiras.

Pero memorioso ha tenido que ser el hijo del general para escribir su nuevo libro, Sobre mis pasos (Aguilar), de poco más de 600 páginas, donde va de sus primeras andanzas políticas a la fallida búsqueda de una cuarta candidatura presidencial, en 2006.

Las reuniones con Salinas

La adusta sobriedad de la prosa del ex candidato presidencial –salvo en pasajes como su carta a Enrique Semo– no es de grandes revelaciones. Estamos frente a la mirada personal de un protagonista central de hechos cruciales de la vida del país. Y vale por títulos como Mi entrevista con Carlos Salinas (Cárdenas da su versión de dos encuentros).

–¿Pensó que iba a obtener de Salinas algo más que ofrecimientos de cargos?

–No. Bueno, pensé que podría darse la posibilidad de que se abriera el proceso electoral, de que se abrieran algunas casillas, a partir de algún método estadístico. Y si las casillas que se abrieran mostraban que el conteo de votos estaba correcto, pues nada que hacer. Pero al final de cuentas sabemos que en 45 por ciento de las casillas nunca se contaron los votos. Fueron aquellos resultados agregados de los que habla Miguel de la Madrid en su libro.

–En ese momento, en las calles, Salinas era el demonio. ¿Usted cómo lo vio?

–Me interesaba limpiar la elección, pero eso no caminó. En el transcurso de la plática hubo varias preguntas: ¿Qué quieres, qué piensas. Y yo respondí: Ni cargos políticos ni otra concesión, sino límpiese la elección. Había que hacer todos los esfuerzos y explorar todas las posibilidades para tratar de revertir el fraude electoral.

Las corrientes: Quítate tú para ponerme yo

El libro de Cárdenas está repleto de recuerdos cariñosos para sus padres, de guiños afectuosos para su familia y sus cercanos. Un trato muy distinto reciben las corrientes del PRD.

–Dice usted que en 1997, en el Distrito Federal, las corrientes se apoderaron de las candidaturas.

–Sí. Y nunca creyeron que se podía ganar la jefatura de Gobierno.

–Por eso coparon los primeros lugares.

–Así es, por eso los que ganaron no eran los dirigentes de las corrientes.

Quienes se apuntaron en las plurinominales dejaron que quienes figuraban en segundos o terceros niveles fueran los candidatos uninominales, y al candidato a jefe de Gobierno, como una concesión, le dijeron: Tú pon al número uno en la lista plurinominal. Yo propuse a Jesús González Schmal, pero no entró nadie.

–Usted, en tanto amigo del brasileño Lula, sabe que él tiene una corriente en su partido (el campo mayoritario). ¿Por qué nunca promovió una corriente en el PRD?

–No creo que en un partido como el PRD, con nuestra cultura política y nuestras experiencias hubiera sido sano tener una corriente más. Sobre todo una corriente con carácter de grupo o con prioridad personalista. Las corrientes del PRD no están enfrentadas por posiciones políticas. Ninguna está a favor de la bomba atómica, o de una política ambiental distinta, o por una política agrícola o educativa diferente. Aquí es o vas tú o voy yo. La única disputa a fin de cuentas es esa, y yo no participo ni participaré en un esfuerzo político cuyo objetivo sea quítate tú para ponerme yo, sino por delante los principios y las propuestas políticas.

-¿Y no era posible una corriente así en el PRD?

–Posiblemente sí, pero yo diría que el esfuerzo ya les toca a otros, ahí están los jóvenes que lo tienen que hacer.

López Obrador y Lázaro

–Según lo que narra, parece que su distancia con AMLO se labró durante mucho tiempo.

–Distancia en un sentido político, puede ser. En otro sentido, ha habido siempre una relación cordial y de amistad personal.

–Escribe que no hizo, en 2000, campaña con usted, por ejemplo.

–Prácticamente no participó en la campaña que el candidato presidencial, yo en este caso, hice aquí en el DF.

–¿Qué diferencias había?

–En este primer caso, no sé.

–En la prensa se especulaba sobre que arrastraría hacia abajo la candidatura de López Obrador.

–No sé cuáles hayan sido las razones, lo cierto es que esos fueron los hechos.

–Las mismas corrientes que, en el Congreso de 2004, lo despidieron con gritos de ¡Obrador! son las que ahora están confrontadas con él y piden que su hijo Lázaro encabece al partido.

–No sé quién haya gritado.

–No es un misterio que Nueva Izquierda era mayoría entre los delegados.

–Puede ser. Y he visto declaraciones de distintas personas. Pero hasta este momento no se le ha hecho a él ninguna propuesta de carácter formal, de ningún grupo, para que venga a participar en una elección.

–¿Todo ha sido barullo en los medios, entonces?

–No sé de nadie que formalmente haya hecho una propuesta. He visto amigos, compañeros del partido, que han dicho que les gustaría que Lázaro fuera el candidato. Pero no sé hasta dónde hayan tenido ya un acercamiento directo con él o quién lo haya tenido.

A ver qué viene

En 2008, en campaña por la presidencia del Partido de la Revolución Democrática, Alejandro Encinas cita al Cuauhtémoc Cárdenas de 1998: Queremos que nuestra organización sea un instrumento de la sociedad, y no tan sólo de sus miembros o dirigentes, y para ello tendrá que dar en sus normas democráticas, en su vida interna, en la transparencia de sus recursos, en la autonomía de sus componentes regionales, en la libertad de sus tendencias y corrientes en su seno, en la unidad y en el respeto de las decisiones colectivas y, sobre todo, en la conducta personal de cada uno de sus miembros, la imagen tangible de aquello que propone para el país y para la sociedad.

Ese 5 de mayo de 2008, cuando se nombra al ingeniero, hay silbidos. Encinas remata: Es el proyecto que nos unió en 1989 y que queremos rescatar.

Un rescate que el fundador del PRD no ve por ningún lado.

¿La división que hoy existe es lo mejor para el PRD?, se pregunta a Cárdenas. Veo que hay una fuerte división en el partido. Hay varias tendencias ahí: caminan cada una por su lado. No sé si en algún momento lleguen a unirse y en función de qué es que lleguen a unirse.

Cuauhtémoc el de siempre, dueño de su no soltar prenda y de su parquedad, maestro de los mensajes entre líneas: Vamos a ver ahora qué viene y cómo viene. Pues sí.