Tomó las riendas al borde del precipicio
Con un elevado índice de desempleo muchos aún se preguntan por el cambio
No impulsar una reforma migratoria integral, entre sus grandes fracasos
Lunes 5 de noviembre de 2012, p. 25
El cambio en que podemos creer
, su consigna de hace cuatro años, ahora es sustituido por Adelante
, o sea, continuidad, como lema oficial de la campaña de relección del primer afroestadunidense en ocupar esa Casa Blanca construida con mano de obra de esclavos negros.
Barack Hussein Obama, con su extraordinario talento retórico, ofreció un guión de cambio
y esperanza
a un país que acababa de hundirse en la peor crisis económica y financiera desde la gran depresión y estaba en medio de dos guerras, una provocada con justificaciones falsas, Irak; la otra, en un país conocido como el cementerio de imperios
, Afganistán (la cual es ahora la guerra más larga en la historia de Estados Unidos).
Con el país al borde del precipicio, y ante enormes desafíos, Obama tomó las riendas. El periódico de humor y sátira The Onion resumió el momento en su cabeza principal: Se le da a hombre negro la peor chamba de la nación
.
Cuatro años después, muchos se preguntan si lo que ocurrió durante sus primeros cuatro años fue un cambio
. Para demasiados aún hay crisis económica, millones sin empleo; millones más han perdido sus casas, hay más pobreza y mayor concentración de riqueza, en la que los ricos responsables del desastre festejan de nuevo ganancias sin precedente. Impera una amplia desilusión: el encanto de hace cuatro años se ha esfumado.
Una y otra vez, Obama argumenta que lo que se logró fue evitar que el país se desplomara en otra gran depresión y que lo más importante es continuar con este esfuerzo y evitar regresar a las políticas del pasado que según dice llevaron a la crisis, y el descarrilamiento del país imprescindible
del mundo.
No se puede descalificar lo logrado por Obama ante la férrea oposición disciplinada de los republicanos, diseñada para derrotarlo políticamente sin importar los costos para el país, como las dimensiones masivas de la crisis que heredó, y a pesar de que su retórica fue más magnífica que su obra, la reforma de salud, a pesar de sus deficiencias y límites, es el programa de bienestar social más importante y ambicioso en décadas; su paquete de estímulo económico de más de 780 mil millones de dólares, que promulgó en 2009, fue criticado como insuficiente, pero sí detuvo la hemorragia de empleo y alejó del precipicio catastrófico a la economía; las medidas para imponer mayor regulación sobre el sector financiero y mayor protección al consumidor son señaladas como un avance, a la vez que rescató de la bancarrota a la industria automotriz.
Además, en sus primeros días firmó órdenes para suspender prácticas de tortura impuestas por su antecesor, promulgó una legislación para proteger a mujeres y minorías de discriminación salarial, promovió los derechos civiles de los homosexuales como ningún presidente anterior y, de enorme importancia porque son puestos vitalicios, nombró a dos mujeres liberales (y con ello la primera latina) a la Suprema Corte. Su gobierno ha reactivado acciones para defender derechos civiles básicos, enfrentar iniciativas antimigrantes en los estados, aplicar regulaciones ambientales y de protección a la salud de los trabajadores, entre otras cosas que contrastan con el gobierno anterior.
Por todo esto Obama es presentado, por sus simpatizantes, como un defensor de lo que queda del New Deal y de la propuesta liberal del papel del gobierno en garantizar el bienestar mínimo de la población.
Pero también hay una larga lista de fracasos y promesas no cumplidas. Tal vez la más grave es que no ha revertido la desigualdad económica marcada por la mayor concentración de riqueza desde 1928 (donde 40 por ciento de la riqueza es controlada por el 1 por ciento más rico) que se ha generado durante las últimas décadas. En esa lista de la desilusión está el hecho de que no logró impulsar una reforma integral de inmigración, no procedió penalmente contra los banqueros y políticos que se coludieron para generar el desastre, inició un nuevo tipo de guerra realizada de manera clandestina en varios países, con aeronaves no tripuladas a control remoto; no ha hecho mucho para atender el tema del cambio climático (aunque sí ha promovido programas de energía renovable) y, por supuesto, anuló la esperanza de una nueva relación con América Latina cuando, en los hechos, aceptó el golpe de Estado de Honduras y el de Paraguay.
Todo eso, junto con el ritmo lento de la recuperación económica, ha generado un amplio desencanto que tal vez sea el mayor obstáculo a su relección.
¿Pero quién es?
Obama, desde una edad relativamente joven (a los 34 años), ya se consideraba suficientemente fascinante como para escribir un libro de sus memorias, Los sueños de mi padre. Publicaría otro libro sobre sus reflexiones políticas, La audacia de la esperanza, en 2006.
Hijo de un padre de Kenia y una madre blanca de Kansas, nacido en Hawai, Obama estudió leyes en Harvard, fue un organizador comunitario en Chicago y después profesor de derecho constitucional.
Nunca bailó bien, siempre le encantó jugar basquetbol (lo sigue haciendo, frecuentemente con su amigo y secretario de Educación, Arne Duncan), sí fumó mota en la prepa; y, a diferencia de Bill Clinton, admite que sí inhaló (y mucho).
Uno de los primeros políticos afroestadunidenses sin raíces en el movimiento de derechos civiles, Obama irrumpió en la escena nacional cuando fue electo senador federal por Illinois. Ahí pronto se volvió favorito del poderoso senador Edward Kennedy, quien lo consideró eventual heredero de su corriente liberal y potencial estrella del Partido Demócrata.
A pesar de que dejó un historial bastante escaso en ese club exclusivo, con el apoyo de Kennedy se lanzó como precandidato a la presidencia de su partido en 2007, enfrentando a otra figura que también deseaba hacer historia como la primera mandataria en la Casa Blanca, y en ese momento la gran favorita para ganar la candidatura: Hillary Rodham Clinton. Logró derrotar la poderosa maquinaria política de los Clinton al ganar la postulación de su partido. Desde ahí realizó una de las campañas más espectaculares en la historia reciente del país culminando con un triunfo que fue el resultado de una masiva movilización de todo un gran abanico de fuerzas, sobre todo de minorías y de jóvenes, pero también con el apoyo de partes poderosas de la cúpula del país sobre todo de Hollywood, la industria digital, y de Wall Street.
El día de la toma de posesión del actual mandato del presidente, el enorme parque que se extiende desde el Capitolio hasta el Monumento a Washington se llenó de un arcoíris popular: más de millón y medio salieron a ser parte de ese acto histórico.
Poco después, registrando el nivel de esperanza, así como el alivio aquí y a nivel mundial, le fue otorgado el Nobel de la Paz de 2009.
Pero ahora enfrenta un país polarizado, en el que 1 por ciento goza de una riqueza sin precedente y el 99 por ciento paga los costos, así como una amplia gama de sectores desilusionados. Obama ya no puede depender sólo de gran retórica para prender a una población que hace cuatro años deseaba que él representara el inicio de otro tipo de futuro. Se verá, si gana, qué significa eso de adelante
.