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Deplora sobrino del escritor la poca colaboración de la clínica donde ocurrió el deceso

Se cumplen 40 años de la muerte del poeta y Nobel chileno Pablo Neruda
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Pablo Neruda, en imagen de octubre de 1971, cuando era embajador de Chile en Francia, tras recibir la noticia de haber sido galardonado con el Premio Nobel de LiteraturaFoto Afp
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 24 de septiembre de 2013, p. 6

Santiago, 23 de septiembre.

Si alguna vez la dictadura creyó poder callar la voz de Pablo Neruda, sólo confirmo su bárbara ignorancia.

A 40 años de su muerte, el poeta sigue vivo. El 11 de septiembre de 1973 fue derrocado Salvador Allende y el día 19 –irónicamente el día de las glorias del Ejército–, Neruda fue trasladado en una mal equipada ambulancia desde su casa de Isla Negra, en el litoral central y a unos 130 kilómetros de esta capital, fue traído a la Clínica Santa María de Santiago, que durante mucho años seria una suerte de centro secreto de asesinatos.

La salud del poeta estaba quebrantada por una profunda depresión, agravada por un cáncer de próstata. Frente a esto, Gonzalo Martínez Corbalá, el embajador de México en Chile, reservó dos pasajes que trasladarían a Neruda y a su mujer, Matilde Urrutia, por vía aérea a la ciudad de México.

Abandonaría Chile el 24 de septiembre. Sin embargo, Pablo Neruda no logró viajar. Murió un día como hoy, el 23.

Falleció en la Clínica Santa María, en el mismo centro hospitalario donde el ex presidente democristiano Eduardo Frei Montalva murió en 1982, igualmente en extrañas circunstancias y tras recibir la visita de un supuesto médico, alto y rubio, cuya descripción física corresponde a la de Michael Townley, el asesino del general Carlos Prats y de Orlando Letelier.

En 2011 el ex chofer de Neruda, Manuel Araya, dijo estar convencido de que el poeta fue asesinado mediante una inyección letal que le habría aplicado aquel falso médico.

Mi tesis es que a Neruda le colocaron una inyección el día 23 de septiembre a las cuatro de la tarde y de ahí se puso rojo y murió cinco horas después, afirma Araya. Yo hasta el último día de mi vida voy a decir que Neruda fue asesinado.

Luego señala: Cometimos el fatídico error, Matilde y yo, de dejar a Neruda solo. Quedó desprotegido, y allí aprovecharon para meterle una inyección en el estómago. Según los médicos era dipirona. Todos los forenses del mundo coinciden en que la dipirona no mata, la dipirona calma los dolores. Cuando nosotros llegamos de Isla Negra, Neruda estaba muy rojizo, manifiesta Araya.

El pasado abril, el juez Mario Carroza ordenó la exhumación de los restos del poeta después de que la familia del escritor exigió una investigación sobre las causas de su muerte.

A su vez, el juez busca al misterioso médico que le aplicó la inyección al poeta, un doctor de apellido Price, cuya identificación no corresponde a ningún galeno registrado en Chile y del que sólo hay noticia de su existencia esa única vez.

Hemos tenido poca colaboración de la Clínica Santa María. Hay personas que saben y no dicen, acusa Rodolfo Reyes, sobrino de Neruda.

Igualmente lamenta la falta de colaboración e interés en la investigación de la muerte por parte de la Fundación Pablo Neruda–-que gestiona su legado por decisión de la fallecida Matilde Urrutia y del gobierno chileno.