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En su novela La fila india aborda otro aspecto del horror del mapa de violencia de México

Por omisión, la sociedad es victimaria de los migrantes: Antonio Ortuño

Afirma que la complicidad viene desde los grupos delictivos y las autoridades corruptas, hasta de una parte de la población, por su absoluta indiferencia y beligerancia desde un discurso racista

 
Periódico La Jornada
Domingo 26 de enero de 2014, p. 3

Sin regodeos en la violencia, sin poetizar la criminalidad, sino circunscrito a las consecuencias del horror, Antonio Ortuño (Guadalajara, 1976) se adentró en el tránsito de migrantes centroamericanos por nuestro país en La fila india, su novela más reciente, editada por Océano. Explorar a la sociedad como victimaria, en muchos casos por omisión, se transparenta en un libro que no es testimonial.

Un incendio provocado en una estación migratoria en Santa Rita, con hechos narrados desde un punto de vista neutral, incluso en forma coreográfica, detona la ficción que ocurre todos los días. Se retrata un asunto tremendista y carnicero, pero sin regodearse en hechos de por sí horribles. Me interesa más qué pasa con quien sufre la violencia. No ese momento mismo, sino las consecuencias.

El escritor, catalogado como parte de la nueva generación de narradores mexicanos, conversa sobre lo que en contraportada se anuncia como una novela de madurez. Es que ya me vieron canoso. Además no me pueden decir eternamente joven. Ya tengo 37 años, y en el futbol ya me tendría que haber retirado, bromea.

Enseguida agrega: Es un libro más deliberado, mucho menos furtivo, que implicó una búsqueda más articulada, de discutir ideas y establecer una suerte de diálogo respecto de un tema que para mí es relevante, que me causó una impresión honda y que está al alcance de cualquiera.

En 2010 el diario New York Times mencionó al narrador jalisciense en una lista de los 22 mejores jóvenes novelistas en español, menores de 35 años.

Ortuño define que “no es una novela de migrantes. Aparecen, son el leit motiv, pero también es sobre la reacción de la sociedad, de los estratos que somos México ante la migración y los otros. Sobre todo, porque somos un país dado a la victimización, a decir que los gringos nos hacen esto. Sin embargo, somos menos dados a asumirnos como victimarios de los centroamericanos.

No sólo de manera directa con los grupos delictivos y con las autoridades corruptas que abusan de los migrantes y que les dan trato de ganado, sino por la absoluta indiferencia de una parte de la población e incluso por la beligerancia de mucha gente desde un discurso racista y clasista.

En un hotel en la colonia Condesa conversa el escritor que debutó exitosamente a los 30 años con El buscador de cabezas. Un año después, en 2007, su siguiente novela, Recursos humanos, fue finalista del Premio Herralde.

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En 2010, New York Times lo incluyó en la lista de los 22 mejores jóvenes novelistasFoto Luis Humberto González

Romper arquetipos

–¿Su viaje es de placer?

–No. Así se leen las primeras palabras en el libro de portada roja, con un tren que arrasa hormigueantes alambres de púas. Es La Negra quien responde en esta novela en la que dos mujeres son el eje de la historia. Irma y Yein, que en vista de su creador, al momento de abordar desde la literatura temas sociales, incluso con ribetes políticos, se corre el riego de que estos dos personajes terminen siendo el epítome de la burócrata y de la migrante. Justamente las construí pensando al revés de eso. Ambas rompen arquetipos.

Es la primera vez que Ortuño utiliza la voz femenina desde una de las ventanas narrativas que construyen La fila india.

“Me causó una impresión muy honda el episodio horroroso de las matanzas de San Fernando, en Tamaulipas, y el descubrimiento de fosas comunes, ejecuciones masivas de centroamericanos secuestrados que no tenían nada que ver con grupos delictivos y que iban en tránsito hacia Estados Unidos”, desentraña sobre el origen de esta historia. Días en encabezados de prensa y noticiarios de la noche, pero que rápidamente se olvidan para dar paso a otros temas, para hablar de impuestos o la selección nacional, o algún otro aspecto del horroroso mapa de violencia en el país.

En su opinión, no hay muchos ejemplos que desde la literatura se acerquen al tema. En la literatura mexicana no llenaríamos un estante, dice. Hay algunos libros, sí, pero que tienen más que ver con la investigación y crónica periodística, que es otro tipo de acercamiento y otro tipo de discurso... algunos documentales. Se ha hablado del padre Solalinde, de las patronas, sobre todo desde los grupos de derechos humanos. Hay muchas más novelas de chicos chilangos aburridos que novelas sobre migración.

También se trata de una novela sobre la jerarquía y cómo nuestro pensamiento se articula como sociedad. Nos hacen seguir el camino de alguien que coyunturalmente es poderoso, así sea que nos está llevando al precipicio. El libro juega con la imagen de fila india, jerárquica. Y está la otra fila, la de migrantes avanzando en esta corriente que cambia de curso, pero no se detiene hacia Estados Unidos.