Domingo 15 de septiembre de 2019, p. 7
En el Auditorio Nacional, los Caifanes, como en Los tres mosqueteros, la clásica novela de Alejandro Dumas, estuvieron uno para todos y todos para uno.
Aunque el líder y vocalista de la agrupación, Saúl Hernández, ha hablado sobre la magia que se da entre los músicos cuando están en el escenario, esa esencia se corroboró, sintió y vibró en el recinto de Reforma, durante el primero de dos conciertos que el viernes pasado ofreció la banda de rock que agotó localidades en sus dos presentaciones.
Además, esa noche, Sony Music les entregó discos de oro y platino, pero antes de recibir esos reconocimientos los músicos ya habían recompensado a sus seguidores con los temas Antes de que nos olviden, Ayer me dijo un ave, Hasta morir, La célula que explota, Debajo de tu piel, No dejes que, Aviéntame o Nos vamos juntos, de los cuales algunos eran reversionados. Tampoco faltó Heridos, canción que lanzaron en marzo pasado y que sonó por primera vez en el Auditorio Nacional.
El ritual fue diferente. Menos intervenciones del siempre ovacionado cantante; fue sustituido por reflexiones de escritores en pantalla o imágenes que hicieron referencia a los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, los periodistas asesinados o a la necesaria preservación y cuidado de los animales.
En el saxofón, Diego Herrera retumbó el recinto y sacudió las almas. Hizo lo mismo con las percusiones y deslizó a placer los dedos sobre los teclados para dar su toque especial a las conocidas canciones que no dejaron de ser coreadas. Sabo Romo rasgó a conciencia las cuerdas de su bajo, igual que Rodrigo Baills en la guitarra. Mientras, en la batería Alfonso André se daba gusto y cantaba, concentrado y entusiasmado.
Saúl Hernández saludó y en sus breves intervenciones habló sobre el cuidado de los animales, las atmósferas, los sueños y el agradecimiento que sienten los músicos de permanecer en el gusto del público luego de más de 31 años.
El cantautor se vio muy concentrado, dejó cantar a sus más de 10 mil aliados y hasta acercó el micrófono al público de primera fila, con Metamorféame; además, bailó de manera elegante y cachonda
, según una de sus seguidoras, quien dijo –a gritos– que al roquero “no se le daba el dancing”.
En pantalla, detrás de los músicos, aparecieron reflexiones, entre ellas, la que antecedió a una de las canciones que lleva la referencia etílica en la letra: Quise ahogar mis penas en alcohol, pero las condenadas aprendieron a nadar
. También, una frase de Jorge Luis Borges, con la que se iniciaron los acordes de Los dioses ocultos: Y quizá cada uno de nosotros está creando, de algún modo, su infierno, por obra de sus pesadillas, y su cielo a través de sueños felices
.
La negra Tomasa puso fin al baile de los aliados de varias generaciones, por esa noche, en el recinto de Reforma.