No sólo el Che: la memoria viva también merece una defensa
o es lo mismo la legítima defensa de las estatuas del Che Guevara y de Fidel Castro en la Ciudad de México, que defender la memoria viva que confronta todos los días a un Estado responsable por omisión o complicidad de miles de desapariciones, feminicidios y demás atrocidades cometidas en el México actual.
La Ruta de la Memoria nació en avenida Reforma y llega hasta el Zócalo. La conforman una serie de antimonumentos estéticamente diseñados que confrontan no sólo al Estado, sino a un sector de la sociedad que prefiere mantenerse al margen de lo que ocurre a su alrededor. Hasta que les toca.
El primer antimonumento que emergió en esta capital es el 43+, instalado, como el resto de los que han surgido en una década, en una acción colectiva que exige verdad y justicia para los 43 normalistas de Ayotzinapa y para los más de 125 mil desaparecidos en este adolorido país. Y es justo este antimonumento el que el pasado 5 de agosto fue atacado, al provocarse un incendio en el espacio que ocupa en Reforma y Bucareli.
Lo que sucedió es parte de una estrategia de desmantelamiento de la memoria instalada en el Paseo de la Reforma, perfectamente planificada y orquestada desde el gobierno de la Ciudad de México
, acusa el colectivo Ruta de la Memoria en un comunicado en el que advierte que no es la primera vez que se agreden estas instalaciones y que cuentan con información de que hay una orden de desmantelarlas para dejar una ciudad limpia, sin fichas de desaparecidos y sin rastro de protestas ni denuncias en el contexto del Mundial de Futbol el año entrante
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La memoria viva incomoda, pues se trata de una denuncia permanente que exige justicia al Estado mexicano, no de dos estatuas de leyendas latinoamericanas que le estorban a una iracunda alcaldía priísta. Y aquí hay una clara diferencia en el trato institucional.
Las indignaciones actuales y los antimonumentos que las representan no deberían ser considerados focos rojos que hay que desactivar, sino espacios que deben respetar, encontrar a los responsables de los ataques en su contra, y dejar que sigan siendo preservados y cuidados por una sociedad civil responsable de la lucha contra el olvido.