MENTIRAS TRANSPARENTES
Felipe Garrido
NO TENGAS MIEDO
–No tengas miedo, Santiago, mira, no hay nada.
Voy al clóset, lo abro, aparto la ropa para que vea. Me siento a su lado, lo abrazo fuerte, fuerte; lo siento temblar.
–Voy a dejar prendida la lámpara.
Intento levantarme y el niño gime, se aferra a mis brazos.
–Déjame asomarme –miro debajo de la cama, acomodo sus pantuflas, saco la pelota. Un resplandor ilumina el cuarto y vuelvo a ceñir su sobresalto, siento sus lágrimas en el cuello mientras retumba el trueno. En silencio escuchamos el aguacero, estrujándonos. Lo arrullo susurrando, aliso sus cabellos, lo recuesto sin soltarlo.
–No hay nada, hijo, no hay nada –repito a su oído hasta que se duerme.
Me recuesto a su lado, veo la habitación apenas iluminada; la lámpara es una casita de cuento, translúcida, con unos conejitos en la puerta. Hundo la cabeza en su pecho, escucho los ruidos de la noche, me aprieto a su cuerpo. Sin atreverme a abrir los ojos comienzo a temblar, abrumada por el pavor.
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