Agustín Sánchez González
Un Óscar al Auditorio
"Voy a buscarte, voy a encontrarte"... Se dice fácil, pero hará ya más de un tercio de siglo que lo vi cantar por vez primera. Por esos días dibujé a Mariana.
"Fuera del mundo". Estaba, estábamos, en una bodega, muy cerca de los rumbos del Teatro Blanquita. Eran los estudios del viejo Canal 13. Jorge Saldaña presentaba su programa "Nostalgia", y yo como si nada, había entrado a la estación sin que nadie me detuviera o siquiera preguntara ¿a dónde va?
Un hombre vestido con pantalón y camisa negra me asombró. "Me quisiera comer un panecillo con azúcar y canela muy caliente". Los ojitos se me hicieron agua de la pura emoción. Óscar Chávez.
"Yo andaba buscando la muerte, cuando me encontré contigo." La sonoridad del Auditorio Nacional. "Por ti yo dejé de pensar en el mar."
¡Muchas veces quise cantar como él! ¡Cuántas, he mirado la misma historia en el mismo lugar! La ciudad ya no es la misma, pero sigue teniendo el mismo doloroso encanto.
Por entonces no existía la estación del metro Auditorio y un autobús nos hacía llegar del metro Chapultepec hasta acá, aunque la mayoría de las veces echábamos a andar. Cuántas historias desde entonces.
Mariana tenía nombre de una canción de Óscar, con ella caminé una noche oscura por Paseo de la Reforma, después del concierto, con la dulce y tenue esperanza de convertirla en mi amor.
Acaso la historia no es más que el recuento de los tiempos, el cantar de gesta, el retrato de un mundo que ya no fue. Es la vida de los medios: en estos años hemos pasado del disco de acetato de treinta y tres revoluciones por minuto, al MP3, pasando por el cassette y el CD.
"Por ti bella Mariana, por ti lo puedo todo, el mundo entero si me mandas te lo pongo de otro modo."
Óscar Chávez con su imponente voz, entonando cantos de un guerrero que rinde un homenaje al amor, a la patria, a nosotros, a cada cachito de espacio que nos han dejado. Son aquellas notas que repican hace... pongamos treinta o cuarenta años.
Desde la primera vez que lo vi, hasta hoy, el mundo ha dado más de diez mil vueltas. La piel se arrugó un poquito, el cabello se fue para siempre, pero Óscar sigue ahí, fuera del circuito comercial y dentro del corazón de miles que vamos una vez al año al Auditorio, cual si fuera manda o peregrinación, a escucharle las mismas canciones que son, a la vez, nuevas interpretaciones.
Mariana. Leímos juntos Cien años de soledad y disfrutamos escuchar Macondo, con Óscar. Sentimos mariposas amarillas la segunda vez que la invité al Auditorio. También descubrimos a Octavio Paz, a través de la historia del hombre muerto.
"No acabarán mis flores, no cesarán mis cantos." Toda la ciudad sonaba de maravilla cuando escuché decir a Óscar que era un homenaje a esta urbe tan terroríficamente hermosa.
Entonces, como siempre, el trío Los Morales posó y tocó a su lado, lo acompañaron con el gusto de los amigos que se encuentran a cada rato y celebran la comunión a través del canto, la música, el amor y todo lo demás.
"No se puede ser de derecha y que te guste Óscar Chávez", decía enojada Mariana a una de sus amigas, hija de un prominente panista. Y es que Óscar, además, ha sido consecuente con un discurso político de izquierda. Treinta años después, cuando las críticas a Castro arrecían, la gente sigue pidiendo "de tu querida presencia, Comandante Che Guevara".
"La casita", ha sido un símbolo permanente para protestar por la corrupción de nuestros políticos, además de las decenas de maravillosas parodias, cuando la parodia no llegaba a la televisión y resultaba harto peligroso hacer la crítica del poder, como cuando canta al angelito que murió por culpa del sistema social "que nos mata de a poquito".
¡Cuántas cosas! Cuántas imágenes recreadas mientras cierro los ojos, un sábado 27 de agosto, día de Santa Mónica, cuando Óscar estuvo de nueva cuenta en el Auditorio, en 2005.
Cierro los ojos y miro el transcurrir de la vida a través de la voz de quien parece que se ha impregnado en nuestra piel ya para siempre. "Pensamiento, dile a fragancia que yo la quiero."
Un día Mariana se despidió (qué decente soy para decir que me dejó). Me escribió una carta que decía que cuando escuchara a Óscar Chávez, ahí estaría ella y que, además, si caminara por Paseo de la Reforma, una de esas noches veraniegas y lluviosas de agosto o septiembre, ella me acompañaría, muy silenciosa, sin interferir si yo fuera con alguien. "De ahí tengo el corazón en dos mitades partido."
Óscar Chávez ha recorrido el Auditorio de arriba a abajo, ha cantado cientos de canciones, ha unido a decenas de parejas y más de uno, estoy seguro, hemos inventado, con o sin su venia, alguna frase, alguna canción para decirle a la otra algo muy quedito, de nuestro amor.
Mariana se marchó, no apareció más. Tuve suerte, pues aunque sufrí un buen, no me morí de amor, como la niña de Guatemala.
Con las lluvias llega Óscar al Auditorio. Antes de marchar al viejo bosque, escuché el nuevo-viejo disco, Tropicanías de hace veinte años: "Era que todo fue un sueño, pero logré mi empeño porque te pude besar."
Paréceme que lo mejor es decir, como al Che, hasta siempre, pues "aunque han pasado los años, nunca ha pasado aquel día" y Óscar, localizable los 365 días del año, me tiene marcado.
La luz se apaga, el silencio llega y la voz de siempre suena y resuena en el Auditorio y entonces, como cada año, el fantasma de Mariana es invocado, mientras la gente es convocada a cantar, a corear, a gritar, a emocionarse y a que la piel se ponga chinita chinita pues otra vez estás, como siempre, querido Óscar Chávez...
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