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LA MAGNITUD DE LOS DAÑOS
JORGE ALBERTO GUDIÑO
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Jorge Volpi,
No será la Tierra,
Alfaguara,
México, 2006. |
El postulado base de No será la Tierra es acertado. Nadie puede negar la importancia de hechos históricos como la lucha por detentar el poder nuclear; la caída del Muro de Berlín, el cambio propiciado por Gorbachov y el golpe de Estado en su contra, la guerra bacteriológica y la carrera por descubrir el mapa completo del genoma humano. Sin embargo, para muchos, estos son simples extractos tomados de la constante evolución de la humanidad, su continuo reacomodo para llegar a una aparente calma que, pronto, encontrará cauces para desviarse hacia nuevas confrontaciones. Si, pese a ello, se añade la vida de personajes a la encrucijada histórica, entonces alcanzará una nueva dimensión el devenir de estos acontecimientos.
Es de esta premisa de la que parte Jorge Volpi (México, 1968). No conforme con emprender la titánica labor de escribir una novela en la que se ven involucrados algunos de los grandes hitos del siglo xx, decide hacerlo desde la perspectiva de quienes estuvieron involucrados en los hechos. Opta por tres personajes femeninos que parecen no tener más relación que su profunda capacidad intelectual.
Primero, una bióloga: Irina Gránina fue educada en el viejo régimen, cuando las cosas no eran sencillas y sólo unos cuantos cabían dentro del mundo de los privilegiados. Sus ambiciones y su matrimonio con Arkadi lograrán llevarla por un camino lleno de altibajos en el que lo menos importante resulta ser la persona. No por nada el comunismo luchaba a favor de las causas populares: esa era la consigna que quería vender a los ojos de los occidentales. Sabemos que nunca fue así. Sin embargo, ser testigos del proceso de desmoronamiento del régimen tras haber llegado a su clímax, siempre despierta la delectación morbosa de los que disfrutamos las caídas tanto como los triunfos. Irina será una parte fundamental para el desarrollo de estos sucesos. Más como víctima de las opresiones venidas de todos los bandos, que como artífice de la transformación. Pero a ella no le alcanzan sus cualidades para comprender el significado del cambio. Tendrá que pasarle la batuta a Oksana, su hija, que aprenderá a vivir con lo peor que le pueden ofrecer los dos mundos hasta el trágico final que reivindicará todas las promesas. Al menos, en lo que a ella respecta.
Segundo, una economista: Jennifer Moore, además de conseguir victorias pírricas en su papel de funcionaria del Fondo Monetario Internacional, tiene que pelear en el campo de lo que le es cercano. Todo su neoliberalismo se ve confrontado con los ideales y el activismo de Allison, su hermana. Desde pequeñas han estado en una abierta confrontación que debe ser vista como una alegoría de la pugna entre lo dionisiaco y lo apolíneo, tan divergentes son sus formas de ver el mundo, de actuar en consecuencia. Cada uno de los logros profesionales de Jennifer es opacado por una derrota en el campo de los sentimientos, de lo que le es importante, aunque se niegue a reconocerlo. Si se le suma el materialista de su marido con el que tiene un pacto de libertad sexual que ella nunca ha aprovechado, poco se puede rescatar de esta mujer que, tras la máscara del éxito, tiene un enorme lastre que le impide ser feliz. La solución llegará mientras ve cómo los sistemas económicos se derrumban, cómo el Tercer Mundo es incapaz de superarse por el simple hecho de que a sus dirigentes les conviene más estar como hasta el momento. Y será una respuesta que llegue como un regalo proveniente de las manos de Allison. A la larga, será difícil definir quién fue la ganadora, pero no importará porque la calma, aunque tarde, se instalará en sus vidas.
En tercer lugar, una genio de la informática: Éva Halász es una superdotada que busca descubrir el secreto que se esconde en la inteligencia. Ser capaz de construir una máquina pensante es la consigna que le hace tomarle gusto a la vida. Eso y sus múltiples amantes. Para ella, el amor no es más que un truco genético utilizado para perpetuar la especie. Investigadora de muchos institutos, su trashumancia la llevará a estar en Berlín antes y después de la caída del muro; sus dotes para la programación la incorporarán al Proyecto Genoma Humano. Ambos sucesos le demostrarán que ni la inteligencia más completa basta para garantizar el éxito y, mucho menos, la comprensión de todo lo que le rodea. Se gane o se pierda la carrera a la hora de ser el primero en algo, de poco vale el gusto si su condición de bipolaridad la sume en largos periodos depresivos y su ser promiscuo la lleva con los amantes menos adecuados.
Para reunirlas a todas, un escritor: Yuri Mijáilovich Chernishevski ha sido soldado ruso en Afganistán, herido de guerra, esposo fiel, rebelde, periodista y autor de un best seller que lo ha llevado a la fama. No será la Tierra es su novela en turno. En ella, no sólo explica las relaciones que se van dando entre los personajes. También hace un análisis de las pasiones, del egoísmo que impulsa a cometer los actos que justifican con la vieja consigna de los ideales. Ideales que se pierden en cuanto el poder toma la palabra. Su participación en la novela no es fortuita, es necesaria como la voz que se levanta para denunciar y describir a un tiempo; aunque también la colma de guiños muy bien dirigidos para los lectores que agradecen el pasatiempo de saberse referidos de tanto en tanto. Con Yuri Mijáilovich y con Oksana terminará de cerrarse el ciclo narrativo de la mejor manera posible. Lo hace para la historia, aunque los personajes no estén del todo de acuerdo.
No será la Tierra es una novela pretenciosa. Su campo de acción es amplio y sus alcances profundos. Volpi vuelve a demostrar la importancia de la investigación para entender la escritura contemporánea. Aunque siempre habrá quien encuentre detalles desacertados, hay que aceptar que, pese a ellos, la novela termina cumpliendo lo prometido: Un retrato del siglo xx a partir de los daños sufridos por las personas. A la larga, lo verdaderamente valioso.
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