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Miscelánea del complot
Padezcamos, en aras de confeccionar una fácil pero lapidaria definición, algo de sana paranoia en esta tierra de coincidencias burdas: la televisión privada en México forma parte de un complot, zafio pero no falto de recursos, ni con visos de agotamiento en contra de todo lo que huela a gestión social o resulte adverso al proyecto que desde hace cosa de veinte años los dueños de Televisa y tv Azteca han suscrito con sus contlapaches sexenales. Es anatema todo lo que huela a perredismo, a disidencia auténtica a partir del cisma priyista de 1988 y su resabio electorero, hoy sutilmente redivivo. Tenemos entonces una televisión, cosa conocida hasta la náusea, aliada de la derecha excepto cuando algún gran empresario se convierte en contrincante de los otros más grandes empresarios, dueños de esas televisoras o sus socios. Aquél que intente, sin hacerlos partícipes, impulsar otro proyecto televisivo privado que suponga competencia se verá denostado en sus canales de televisión por sus locutores expertos del denuesto por contrato y la diatriba por honorarios. La televisión mexicana privada cuenta con un pequeño ejército de comentaristas de noticias que sirven no a la información y cuantimenos a la verdad, amorfa entidad de apariencia siempre rebatible, ni al anónimo, crédulo pueblo, masa útil para la propaganda y el mantenimiento de espejismos sino, por lógica pueril, a sus amos. Es característica venal de los correveidiles el pavor a perder la chamba, el salario, el huesito de la fama que abre todas las puertas. Por eso, maniquea y manipuladora, la televisión mexicana es capaz de decir cualquier cosa para demoler a sus propios adversarios o a los de su gobierno. Allí la suerte de Canal 40 y de Javier Moreno Valle, destazados por la tv Azteca de los Salinas. Allí los ataques de Televisa a uno de los más poderosos intermediarios farmacéuticos, cuando recientemente ha estado impulsando su propio proyecto de telecomunicaciones. La competencia leal en este país es letra muerta, cuestión de monopólicas dentelladas presupuestarias entre tiburones fiduciarios.
Campañas de esa especie van y vienen, pequeñas puntas que apenas nos muestran la enormidad de la batalla que se libra bajo la superficie, secretos agarrones, silenciosos berrinches, disimulados juramentos de venganza en las cúpulas a las que el pueblo nunca asoma. La campaña que allí sigue, sempervirente, es la campaña del sistema, de esa alianza lamentable entre el priyismo abyecto, el panismo traidor, la oligarquía financiera, empresarial y mediática y un clero vengativo que sigue sin perdonar los muy dignos lances del laicismo y la izquierda, cuando esa izquierda se llamaba liberalismo juarista o proyecto social cardenista (clero que llegó al aberrante extremo de traicionarse a sí mismo al acatar, en una nación de pobres y miserables, el rechazo a la opción preferencial por los pobres decretado por Karol Wojtyla y alinearse en la opción preferencial por los ricos; allí el Yunque y la indebida cercanía de la ex señora presidenta con cierta orden católica que chapotea entre nauseabundas acusaciones de violaciones a niños, entre otras muy santas lindezas, pero que es famosa por la cuantía de sus arcas) contra los proyectos de orientación social.
La televisión muestra todos los días cómo la violencia brutal deja calles salpicadas de muertos, sobre todo en lugares gobernados por la izquierda, y llega a sugerir (Carlos Loret de Mola lo hizo mientras entrevistaba al secretario de Seguridad Pública) con destilada dosis de inquina si un alcalde de extracción perredista, viejo enemigo de la derecha (de hecho, víctima al menos en un par de ocasiones de atentados asesinos por parte del priyismo caciquil) no será, qué casualidad, socio del narcotráfico. ¿Por qué no habla la televisión de las corruptelas, esas sí probables, en ayuntamientos panistas como Veracruz?
¿Y en Guanajuato, Querétaro, ¡Jalisco o Nuevo León!, no hay corrupción?, ¿no hay narcopolítica?, ¿no hay alcaldes con las manos puercas?, ¿por qué parece que los vínculos entre el gobierno poblano y la élite pederasta desaparecieron por arte de magia?
No es, desde luego, magia. Es un sencillo, elemental, oportuno trucaje de cámaras, un conveniente switch off de micrófonos. Al rato nos van a salir con que todo fue obra no de un depravado hoy preso ni de sus conexiones con ese grupo de ínclitos señorones enquistado en el alto mundo empresarial y político, sino de un viejo enemigo de todos ellos. Seguro resulta perredista.
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