Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de febrero de 2007 Num: 625

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Vocación
CESARE PAVESE

Zapata en Bellas Artes
RAQUEL TIBOL

Gabriela Mistral a cincuenta años de su muerte
JOSÉ CEDEÑO

Dos poemas
GABRIELA MISTRAL

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Cabezalcubo
JORGE MOCH

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Luis Tovar
[email protected]

Atípico

Salvo la nacionalidad bajo la cual fueron registrados, poco o ningún otro rasgo en común tienen los filmes que se enlistan a continuación: Morirse en domingo (2007), de Daniel Gruener; Corazón marchito (2004), de Eduardo Lucatero; Kilómetro 31 (2006), de Rigoberto Castañeda; Fuera del cielo (2006), de Javier Patrón; Cansada de besar sapos (2006), de Jorge Colón; La tórtola del Ajusco (1960), de Juan Orol, y por último El laberinto del Fauno (México-España-EU, 2006), de Guillermo del Toro. Se anotan aquí como un conjunto porque cuando estas líneas fueron escritas, la cartelera comercial permitía constatar una situación de verdad atípica para el cine mexicano: esas siete películas ocupaban la sonora cantidad de doscientas diez salas únicamente en Ciudad de México y Área Metropolitana. A esos espacios habría que sumar, por lo menos, las otras 142 salas que junto con las setenta y ocho que Morirse… tiene en el DF, completan la que, se dijo, era la cantidad de copias para su recién verificado estreno nacional, más las que en toda la República conserven todavía, por ejemplo, Kilómetro 31 y Cansada de besar sapos.

Hablamos, pues, de una estimación aproximada de cuatrocientas salas dedicadas, en un momento dado, a la exhibición de cine mexicano. Ninguna campana debe ser echada al vuelo, pero es alentador hallarse así de lejos de aquella otra situación, tan recurrente, en la que salvo la Cineteca Nacional, ningún otro espacio brindaba la posibilidad de ver el cine que se hace aquí.

No sume usted, para no abonar al bizantinismo una vez más puesto de moda por la entrega del Oscar –ese premio que tantas co$as premia, a veces también al cine--, a Babel ni a Hijos del hombre, de Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón, respectivamente, por dos razones muy sencillas; la primera fue dicha de modo inmejorable por Angélica Aragón, entre otros: lo único mexicano ahí es la nacionalidad de sus directores; y la segunda, que cuando fue hecho el anterior recuento, sus películas ya no estaban más en cartelera.

ATÍPICO ENTRE LO ATÍPICO


Escenas de Autorretrato de un automóvil

Mejor sume, a despecho de su fugacísimo paso por la Cineteca Nacional, de donde ya desapareció, otra cinta mexicana que no tuvo publicidad, promoción o lanzamiento alguno: Autorretrato de un automóvil (2006), dirigida por Adrián Pastrana, basado en una idea de él mismo y de Montserrat Varela, quien a su vez fue actriz protagonista y coproductora con el propio Pastrana.

La película, que en DVD llegó hace algún tiempo a manos de este juntapalabras gracias a la generosidad de su autor y por intermediación de Jorge Ayala Blanco, abre con una "Sugerencia" que dice, a la letra: "Todo personaje que aparece en esta película (protagónico o no; en pantalla o fuera de ella pero presente a través de construcciones, sonidos, movimientos, etc; hable, camine o repose…), todos, al menos eso creemos, todos son impulsados o detenidos por algo o alguien. Sugerimos imaginar qué motiva a moverse o a detenerse a todos estos personajes. Así es más divertida la película." A continuación, y a manera de epígrafe, se lee: "A lo que nos mantiene/ mas no detiene/ a lo que nos impulsa,/ van dedicadas estas/ imágenes."

Salvo los que corresponden a una obra de teatro que se representa ante los ojos más bien fortuitos de los tres protagonistas, la película no tiene diálogos, pues sólo pueden ser considerados como sonidos incidentales el rumor que se desprende de la Feria del Sexo a la que uno de ellos asiste, así como el cúmulo de voces originado en la reunión de amigos con la que cierra la cinta, entre otros momentos y lugares. Los protagonistas, que carecen de nombre, se desplazan y se detienen a través de y en una Ciudad de México reconocible y al mismo tiempo desconocida. Él va tras los pasos de ella, en algún punto se juntan y todo el tiempo se tiene una sensación de inminencia, pero nada parece ocurrir… Nada, claro, según la regla falsamente inquebrantable de los momentos narrativos tradicionales, tradicionalmente armados y dispuestos.

Sin soundtrack ni primeros planos ni close up a la orden de énfasis que ya no saben si son útiles o nada más innecesarios; sin prisas –poco menos de dos horas de algo que parece la pura realidad, por poco "cinematográfica" que pueda lucir– y sin concesiones, claramente merecedora del adjetivo experimental que tantos otros filmes quisieran y no alcanzan, este Autorretrato de un automóvil camina por una ruta difícil, que por mor de una verdadera renovación para el cine mexicano, debería ser transitada con más frecuencia.