Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Dibujos de la realidad
ANTONIO HELGUERA
Renato Leduc: ayer y hoy
RAQUEL DÍAZ DE LEÓN
Entrevista con José Luis Martínez
JAVIER GALINDO ULLOA
Leer
Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Corporal
MANUEL STEPHENS
Cabezalcubo
JORGE MOCH
El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ
Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO
Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Hugo Gutiérrez Vega
ESPAÑA E IBEROAMÉRICA (I DE II)
Tuve la fortuna y el honor de hacerme cargo de los asuntos culturales de México en España, poco después de que se reanudaran las relaciones diplomáticas entre nuestros países.
No quiero abrumarlos con recuerdos y anécdotas, pero sí debo reconocer que, al principio, tuvimos muchas dificultades para cumplir nuestras tareas, pues una propaganda facciosa y hostil ponía a correr el rumor de que México no quería a España. Explicar que era todo lo contrario resultaba difícil y por eso insistimos en todos los foros que logramos abrir que nuestro problema era con el gobierno emanado del golpe militar auspiciado por las países del Eje, y que siempre permanecimos fieles al gobierno legítimo de España.
Debo reconocer que esos hielos y esos resquemores duraron poco y que muy pronto entramos en contacto con las universidades, el recién fundado Instituto de Cooperación Iberoamericana, que le había quitado al viejo Instituto de Cultura Hispánica casi todas las "montañas nevadas y las banderas al viento"; las cajas de ahorro, algunas fundaciones y varios colegios mayores. Desde ese momento nuestras tareas tomaron su rumbo normal y tuvimos que acelerar el paso, pues eran muchos los asuntos pendientes y muchas las informaciones que debíamos dar para despertar el interés en la cultura mexicana y favorecer los intercambios que, por otra parte, se daban espontáneamente y sin necesidad de nuestra intervención gracias a las relaciones personales entre los académicos y los artistas.
En un viejo automóvil recorrí casi todas las provincias organizando semanas culturales. Mi bagaje eran cinco películas clásicas del cine mexicano, una pequeña exposición de grabados de José Guadalupe Posada, una muestra de revistas y suplementos culturales, y mi propia lengua que conferenciaba hasta tal extremo que debo agradecer al ministerio de asuntos exteriores el no haberme declarado persona non grata por mi locuacidad entusiasta, pero excesiva.
Con Rafael Alberti, Manolo Andújar, Álvaro Custodio y Federico Álvarez organizamos diplomados, recitales y mesas redondas sobre distintos aspectos de la cultura mexicana. En la Universidad Menéndez Pelayo se dieron cursos de actualización en el conocimiento de México, dimos cursos sobre literatura mexicana y celebramos homenajes a algunos poetas del exilio: a Garfias en Osuna y en Madrid, a Max Aub en Valencia, a Cernuda y Rejano en Sevilla, a Moreno Villa en Málaga, y a Prados y Altolaguirre en Madrid. Debo reconocer la ayuda que nos dieron los colegios mayores de varias universidades, las diputaciones provinciales, los ayuntamientos y, de manera muy especial, las cajas de ahorro de distintas ciudades. Luis Rosales, Pepe Hierro, Félix Grande, Paca Aguirre, Claudio Favier, Antonio Hernández y José Miguel Ullán colaboraron con genuino entusiasmo en el proyecto de regreso de México a España. No resisto la tentación de caer en la anécdota que, a veces, puede ilustrar la información y fortalecer la teoría: recuerdo que en Zamora nos alojaron en el Parador a Alberti, a mi esposa y al de la voz. Dos enormes arreglos florales nos esperaban en nuestras habitaciones. De pronto escuchamos la voz de Rafael celebrando el hecho de que don Miguel de Unamuno nos diera la bienvenida (él, que era más bien austero) con ese diluvio de flores. Así lo decía la tarjeta. Rafael ya veía fantasmas cuando le aclaré que el director de la caja de ahorro que nos patrocinaba era nieto de don Miguel y tenía el mismo nombre de su abuelo, el español que, sin la menor duda, se interesó más y con mejores argumentos en el tema de las relaciones entre España e Iberoamérica, incluyendo Brasil y Portugal, pues bien conocido era el amor de Unamuno por la cultura portuguesa.
(Continuará)
[email protected]
|