Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 16 de septiembre de 2007 Num: 654

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El doctor Abad Gómez
IVÁN RESTREPO

Todo sobre mi padre
ESTHER ANDRADI
entrevista con HÉCTOR ABAD FACIOLINCE

En el bosque de la poesía
RICARDO VENEGAS
entrevista con JOSU LANDA

La comida en el cine latinoamericano
BETTINA BREMME

Biocombustibles: una encrucijada latinoamericana
GABRIEL COCIMANO

Tras las barras y las estrellas
AGUSTÍN ESCOBAR LEDESMA

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Luis Tovar
[email protected]

Guionista que dirige o viceversa (I DE II)

Es muy posible que solamente este juntapalabras y Nadiemás se refieran al hecho de que el director venezolano Jorge Hernández Aldama dirigió, hace dos años, una cinta cuyo título se avino perfectamente a la condición debutante de su hacedor: Aprendiz era el nombre de aquel cortometraje, luego del cual Hernández Aldama saltó a una fama que, al menos en su caso, no lo es tanto.

De hecho, lo más probable es que sólo Nadiemás se habría ocupado de la incipiente carrera cinematográfica de Hernández Aldama, si a éste no le hubiera tocado en suerte –si la suya resultó mala o buena es cosa que ha de verse y precisamente de lo que aquí se quiere hablar–; tocado en suerte, pues, dirigir El búfalo de la noche (2007).

MI EGO ES SUYO

Como desde el principio los propios involucrados en el asunto dieron pauta para que el tono fuese tal, no se evitará el tono de chisme: pues resulta que luego de un pleito mediático que alcanzó varios decibeles en la escala de la estridencia, y con ambosdos involucrados bien provistos de acusaciones agrias y reproches puestos como en conserva, el carajo se llevó por patas a la mancuerna creativa/profesional que habían formado el director Alejandro González Inárritu y el guionista Guillermo Arriaga, sociedad de la cual emanaron Amores perros , 21 gramos y Babel . Los trapos, ésos que según la sabia conseja popular deben ser lavados en casa, fueron expuestos con propósitos ventilatorios in urbi et orbi , para regocijo de la prensa farandulera y las legiones de lectores/veedores de los que ésta goza, que así hallaron buen cebo a su apetito, asaz insaciable, de ver a dos individuos recorrer el trayecto vital que va del amistoso piquete de ombligo a la búsqueda del punzón para depositarlo en dicha zona del vientre y, si se puede, una cuarta más abajo.


Liz Vega en El Búfalo de la noche

Másdeuno ha de estar preguntándose: bueno, ¿y qué relación tendrá el anterior chisme de lavadero con la naciente filmografía de Jorge Hernández Aldama? Estrictamente, ninguna, pero ésta comienza a ser clara si de antemano se sabe que el mexicano Arriaga es el autor de la novela El búfalo de la noche , que la dirigida por el venezolano es una cinta basada en su homónima literaria y que, para más señas, el guión pertenece a ambos, aunque Todomundo esté –como de hecho está– seguro de que esa coautoría lo es nada más que en términos legales. Esa certidumbre, no basada por cierto en ninguna prueba fehaciente, hace que Todomundo y Algunosotros lleven su osadía bastante más lejos, como se verá enseguida.

La relación del chisme pelitoso González Inárritu-Arriaga con lo que haya hecho o dejado de hacer Hernández Aldama se redondea precisamente con la presunción de Todomundo, a saber, que Arriaga no sólo es el responsable exclusivo del guión, sino que, para efectos prácticos, son él y su alma los únicos responsables de lo que se ve en pantalla. En otras palabras, es tanto como afirmar que Hernández Aldama sigue contando en su magra filmografía nada más que con su cortometraje Aprendiz , puesto que –va otra vez de chisme– el verdadero director de El búfalo de la noche es el guionista de Los tres entierros de Melquíades Estrada y el venezolano tuvo a bien –mejor dicho muy a mal– prestarse y prestar su nombre para que Arriaga quedase como el director detrás de la silla.

Lo primero que cabe preguntarse es: ¿y como para qué habría querido Arriaga evitar que se le considerara director de lo que Todomundo afirma es su primer largometraje? Para no ir más lejos, ¿no se supone, según dictaminan los críticos de ocasión que gustan de criticar no sólo películas, sino, aprovechando el viaje, también a Todosaquellos que, según ellos, son críticos de ocasión, cuando a éstos les gusta algo que a ellos no les gustó nadita...–sigo preguntando– no se supone, según pontifican los intelectuales progres –cualquier cosa que esto pueda significar viniendo de boca precisamente de quienes calificarían que ni pintados como los que tienen la viga en el ojo propio–; no se supone, pues, que Guillermo Arriaga es dueño de un ego desmecatado , por culpa del cual su autocomplacencia carece de límites? Parece difícil, si no imposible, que alguien convencido por sí mismo de “su propio discurso laudatorio” se niegue él solito la oportunidad de exhibirse en público como realizador, precisamente después del pleito –ése sí sobrevalorado– con un director de quien aún está por verse qué hará, qué será capaz de hacer ya desasido de quien había sido su guionista de cabecera –y según otros no nada más eso.

(Continuará)