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Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Billy Wilder: pasión
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AUGUSTO ISLA
Recuerdos sobre Mandelstam
ANNA AJMÁTOVA
Después del final de
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Felipe Garrido
Lejana
En un rincón de la fonda que va quedando vacía, un hombre inclinado sobre la mesa aparta el plato que tiene enfrente, sacude las migajas, da un trago largo a la cerveza que acaban de llevarle, aspira el puro que está fumando, lo apoya en el cenicero, deja que el humo le envuelva la cabeza, saca del bolsillo una libreta de piel, toma una pluma, busca una hoja en blanco, se hace a un lado para aprovechar la luz dudosa de una lámpara que cuelga sobre su cabeza y escribe:
“Nada nos separa, así no estés aquí ahora que apunta la primera claridad del día. En la ciudad extraña, muda, vacía. Bajo las nubes cerradas. Cuento las horas y las montañas. Digo por dentro Lejana y te miro de frente, tendida a mi lado. Cuento los días que han sido nuestros; ya no tuyos ni míos, sino nuestros, sostenidos en vilo por tus brazos y los míos. Lejana, digo y te veo y me lleno de tu risa. Así te llamas ahora, Lejana. Acaso eres tu voz. Acaso tu sombra que me sigue.” |