Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Billy Wilder: pasión
por lo grotesco
AUGUSTO ISLA
Recuerdos sobre Mandelstam
ANNA AJMÁTOVA
Después del final de
Harry Potter
VERÓNICA MURGUÍA
Estupefacto en la FIL
JORGE MOCH
Campos en la
Academia Mallarmé
EVODIO ESCALANTE
Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Corporal
MANUEL STEPHENS
El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ
Cabezalcubo
JORGE MOCH
Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO
Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA
Directorio
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El escritor frente a su lector
De este lado de la mesa del Starbucks café el escritor escribe su columna semanal. Asiste al café cada viernes a cualquier hora para redactar su informe literario. Lo hace con la edición del periódico donde publica su informe literario. Este mismo periódico. Mientras el escritor escribe su informe literario va leyendo lo que escribió la semana anterior. Tacha una palabra y tacha otra. Se nota que no ha quedado conforme. Tacha otra vez aquí y más allá hasta que en la página del rotativo quedan a salvo dos o tres líneas. El escritor las recorta y tira el resto a la basura. Está escribiendo sobre lo que ha tenido que hacer con su informe literario anterior. He tachado aquí y allá, resuelto a no dejarme llevar por la autocomplacencia, escribe. Frente a él, del otro lado de la mesa, apoltronado con los codos apoyados en las rodillas, lo ve su lector. Se ha mostrado un poco aturdido después de ver lo que ha visto, pero guarda silencio. Cuando el escritor termina de escribir su informe literario, lo extiende a su lector. El lector lo lee sorbiendo un café caliente y comiendo una dona de chocolate. El escritor está impávido viendo a su lector, no cabe en sus pensamientos que su lector se conmueva con lo que ha escrito en su informe literario y hasta sienta querer al escritor del tal informe. Lector y escritor salen del Starbucks café y se detienen en la calle. El lector gira hacia la izquierda, caminando con el periódico bajo el brazo, y el escritor hacia la derecha, perdiéndose para siempre entre las palabras que su lector acaba de leer. |