Sociedad y Justicia
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Presentan Ovejas negras: rebeldes de la Iglesia mexicana del siglo XX, de Emiliano Ruiz Parra

Piden clérigos y laicos reformas de fondo en la Iglesia católica

La mesa de presentadores reunió la noche del martes en el Museo Franz Meyer un inusual coro de voces críticas: José Barba, Alejandro Solalinde, Raúl Vera, Pedro Pantoja y Manuel Marinero

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El ex religioso y demandante de Marcial Maciel, José Barba; el sacerdote Manuel Marinero, el obispo de Saltillo, Raúl Vera; el periodista Emiliano Ruiz Parra, autor de la obra, y el cura obrero Pedro PantojaFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Jueves 8 de noviembre de 2012, p. 43

Clérigos y laicos que han destacado por sus trayectorias de disidencia dentro de las instituciones de la Iglesia católica demandaron reformas de fondo en las estructuras y la mentalidad de la jerarquía religiosa. Durante la presentación del libro Ovejas negras; rebeldes de la Iglesia mexicana del siglo XXI, del periodista Emiliano Ruiz Parra, las intervenciones de los protagonistas fueron críticas.

José Barba, ex religioso, teólogo y demandante contra Marcial Maciel –pederasta y líder de los Legionarios de Cristo–, señaló que hoy “la Iglesia se ha hecho ambigua; habla con una lengua bífida, habla varias lenguas –la del poder, la del dinero, a veces la de la mentira–, pero ya no sabe hablar la del espíritu”.

Alejandro Solalinde, diocesano y fundador del albergue para migrantes en Ixtepec, Oaxaca, añadió que el Vaticano sufre esclerosis. Y compartió su visión de una iglesia del futuro, diversa, transparente, desburocratizada, en el camino.

Expresó: En la visión de los cristianos maduros, con capacidad crítica, debe caber la visión, incluso, de una mujer Papa, aunque sea en un futuro que ya no nos toque vivir. Esto podría ocurrir si de veras supiéramos escuchar las enseñanzas de Jesús, que nunca prescribió la exclusión de las mujeres, sino todo lo contrario.

La mesa de presentadores del martes por la noche reunió en el Museo Franz Meyer un coro de voces críticas poco común: el obispo de Saltillo, Raúl Vera; el dirigente del albergue de migrantes en Saltillo, el cura obrero Pedro Pantoja, el cura casado de Oaxaca, Manuel Marinero –que aun proscrito por su obispo se sigue reivindicando como sacerdote e imparte sacramentos de manera privada–, además de Solalinde y Barba.

Este último, que encabezó hace 18 años una de las querellas de mayor impacto contra un jerarca religioso –Maciel, denunciado por pederastia y otros delitos de corrupción y fraude– aseguró: El caso de Marcial Maciel, a dos años de su muerte, no es cosa del pasado; ha hecho metástasis dentro de la Iglesia, que no lo ha podido superar.

Señaló que en el caso de México, esa cultura del engaño que caracterizó la acción del legionario de Cristo, se expresa en la doblez de vocaciones como la de Onésimo Cepeda en el estado de México. O en la del propio cardenal Norberto Rivera, que no ha tenido la nobleza de disculparse ante quienes fuimos acusados de mentirosos, cuando el que mintió, a sabiendas, fue él, el papa Juan Pablo II y el propio Ratzinger. Puntualizó: Todos ellos saben que Wojtyla tuvo en sus manos las pruebas de las prácticas pederastas de Maciel desde 1998, no a partir de 2002.

Al referirse a los nuevos liderazgos de religiosos y laicos disidentes, como los que forman la galería del nuevo libro en cuestión, Barba –abusado por Marcial desde la adolescencia y que apenas a los 60 años, junto con otros hombres que en el pasado también fueron víctimas, rompió el silencio y expuso el tema de la pederastia dentro del clero a la luz pública– destacó: “Los disidentes de hoy en día –laicos o del clero– tenemos una ventaja: no conservamos la inocencia de las ovejas del pasado. Y una vez que hemos llegado a la mayoría de edad mental y moral, tenemos la obligación de decir lo que se tenga que decir ante cualquier realidad de injusticia”.

Al calor del debate de lo que Solalinde calificó como una esclerosis eclesial, José Barba –doctor en filología y catedrático del ITAM después de haber sido expulsado de la Universidad Anáhuac, de los legionarios– lanzó la pregunta: ¿Después de cinco visitas del papa Juan Pablo II es mejor México como nación católica? Debería serlo, pero no lo es. Hoy en día la jerarquía ha confiado la conducción de la Iglesia a sus dirigentes de corte empresarial y se ha disociado del pueblo.

Y propuso, finalmente, una reforma para que el Vaticano tenga todas las responsabilidades y obligaciones que tiene cualquier otro Estado con representación en las Naciones Unidas. “Que las normas actuales –que eximen al Vaticano de las obligaciones que tiene cualquier otro Estado– sean revisadas no sólo por canonistas eclesiales, sino también por una contraparte de jurisprudentes”.

Pero para mover la historia en ese sentido –destacó– debe haber una exigencia desde la sociedad. La Iglesia tiene temor de dar un paso hacia la transparencia y no la va a dar, sino hasta que los laicos se lo exijan.