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La ciencia, la luz en el camino
N

uevamente, en este espacio recordamos el oscurantismo de ciertos mandatarios actuales. Verdaderos emisarios de los prejuicios del siglo XIII, pasando por el fatídico y tristemente famoso siglo XV. Fatídico porque la invasión de europeos al continente americano marcó profundamente el destino de cientos de naciones que sobrevivían, se desarrollaban y crecían de acuerdo con sus tiempos y necesidades. La llegada de los europeos no sólo a éste, sino también a otros continentes, no fue para aprender: vinieron para imponer un estilo de vida, una forma de generar ideas y técnicas para saquear y dominar a las naciones sometidas.

El miedo al conocimiento, el espanto que provocó en aquellos enemigos de la verdad que los convirtió en los más feroces perseguidores de los valientes que, pese a la persecución constante, incursionaban en la limitada ciencia de esos tiempos como único camino para responder a las preguntas básicas sobre la existencia de la Humanidad. Por supuesto, también en estos siglos, la sociedad dio pasos hacia la liberación del pensamiento. Además de la fundación de escuelas y universidades, aunque de admisión selectiva, el desarrollo de las artes, la literatura, la arquitectura y el avance en el conocimiento de los recursos naturales fue primordial.

Y aquí la semejanza de aquella época oscura y la actual en diversos países, desde los más acaudalados, hasta los más modestos o pobres: falta de libertad de pensamiento, imposición de dogmas sobre las leyes científicas que han permitido el desarrollo de la sociedad humana, dominio de religiones que buscan una respuesta a modo, censura en casi todo lo que significa crítica a la forma de gobernar, fomento y exigencia de creer en ideas conservadoras, el secuestro de la información por parte de las élites de la comunicación poderosas y otras acciones que evidencian la intención de asegurar el arma poderosa de la ignorancia en contra de la población.

Cientos de años han pasado y todavía encontramos a personas con las características de aquellos siglos del atraso social y científico. Hoy podríamos decir que están en su derecho a rechazar ideas sobre ciertos hallazgos ecológicos, tecnológicos y de otra índole, y que gozan de libertad de creencia y pensamiento, pero que un primer mandatario, en este caso, de un país catalogado como primera potencia mundial descalifique el criterio de autoridades científicas sobre los problemas climáticos por la contaminación ambiental, es inadmisible.

En la época de destrucción ambiental que vivimos, es indispensable recurrir a todo conocimiento científico para iniciar la era de la reconstrucción social, de la misma forma que la población lo logró durante el Renacimiento. Contamos con grandes avances que nos permiten diagnosticar y pronosticar aquellos fenómenos que nos deterioran. Por medio de la aplicación de metodología especializada, podemos lograr medidas exitosas para revertir el daño profundo que el desarrollo tecnológico desmedido ha ocasionado en el equilibrio ambiental, incluso en eventos diferentes, como la aparición de pandemias. Esto no sería posible si no contáramos con la ciencia desarrollada actual. No importa en qué lugar del planeta se genere el conocimiento, el beneficio es global.

La ciencia es esa luz en el camino que permitió la subsistencia de la raza humana. No negamos la existencia de un lado oscuro que ensombrece la generación de conocimiento. Pero la ética no ha muerto, y los principios tampoco. Debemos exigir, permanentemente, la respuesta positiva de los gobiernos y de la comunidad científica ante el cuestionamiento y reclamo de la sociedad para que el beneficio siempre esté a favor de la Humanidad.

Son problemas vitales los que estamos tratando de resolver: recuperación de la capa de ozono, protección del suelo fértil y una efectiva reducción mundial del dióxido de carbono, promover la agricultura regenerativa, disminuir al máximo la industrialización indiscriminada de alimentos y la producción masiva de materiales biodegradables que no dañen el equilibrio ambiental. No importa lo que cueste, estamos hablando de la preservación de la vida en el planeta. Es por ello la exigencia de invertir generosamente en las técnicas que aceleren la transición energética. Más fuentes limpias disminuyen los riesgos climáticos y la salud de la población.

¿Cómo podríamos lograr lo anterior sin recurrir a la ciencia? El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hace un llamado para no confiar en las medidas a favor del ambiente ni dejarse engañar por la comunidad científica. Tendrá que demostrar que no existen las inundaciones provocadas por las lluvias imparables alrededor del mundo, que los incendios en su país no han sido por causa de las altas temperaturas generadas, a su vez, por el cambio climático.

Recordemos, por ejemplo, que el premio Nobel de medicina, o fisiología, se ha otorgado en 116 ocasiones y han sido favorecidas 232 personas científicas. Este año, la distinción fue para Mary E. Brunkow y Fred Ramsdell, estadunidenses, y para el japonés Shimon Sakaguchi. Francamente, no creemos que estas personas sean charlatanas. Pero, además, Rusia ha presentado la vacuna EnteroMix, probablemente la más efectiva contra todo tipo de cáncer, por sus componentes. Aunque ya existen algunas sustancias preventivas contra esta enfermedad, la presentada por el mismo presidente Vladimir Putin promete acciones de mayor alcance.

Es decir, a lo largo de 124 años, millones de personas han salvado la vida o han prevenido enfermedades de todo tipo. Por lo tanto, la ciencia existe y seguirá iluminando nuestro camino.

(Colaboró Ruxi Mendieta)

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