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Hugo Gutiérrez Vega
YEVGENY SCHWARTZ Y LA EDAD DORADA DEL TEATRO SOVIÉTICO (II Y ÚLTIMA)
Muy pronto, y gracias a la política de estímulos creada por Lunacharsky, los escritores se dedicaron a producir las obras que se ajustaban a los nuevos lineamientos teatrales. Mayakovsky, Babel, Trenejov, Katajev, Bulgákov y Schwartz, escribieron piezas que alcanzaron, muy rápidamente, un lugar importante en la atención de las masas que abarrotaban las salas teatrales, participaban en la programación, discutían las puestas en escena y rechazaban las obras que no reunían los requisitos señalados por la activa y valiosísima crítica ejercida por las mismas masas.
La aportación de Yevgeny Schwartz a este movimiento de renovación total fue especialmente importante. Su absoluta carencia de arrogancia académica, su propósito de ajustarse a los puntos de vista de las masas soviéticas y su ingenio, ligado a los mejores tradiciones populares, le permitieron construir una obra en la que su talento dramático se mantuvo unido a sus ideas políticas, sin admitir, en ningún momento, restricciones a su libertad de creación.
Yevgeny Schwartz nació en Kazán en 1896. En 1914 se inscribió en la Facultad de Derecho de la Universidad de Moscú. No terminó sus estudios y en 1917 se dedicó por completo al teatro. Participó en la organización del Estudio Teatral de Moscú y escribió pequeñas piezas, en las cuales proponía algunos temas relacionados con la organización del movimiento revolucionario.
En 1921 se trasladó a Leningrado en donde siguió trabajando con el grupo. Más tarde abandonó las actividades escénicas para dedicarse por entero a la literatura para niños. Regresó a Moscú, colaboró en varias revistas infantiles, escribió numerosas narraciones y publicó sus primeras obras de teatro.
Escribió, también, varios guiones cinematográficos. Su último trabajo fue el guión de la película El Quijote, dirigida por Kozincev. Schwartz murió en Leningrado en 1958.
Uno de los grandes temas de la obra de Schwartz es el poder. En las tres obras que sobre esta espesa problemática escribió, planteó los graves conflictos que se presentan en la relación cotidiana entre los gobernantes y los gobernados. Se enfrentó, además, con las deformaciones burocráticas, los excesos del autoritarismo y el carácter enfermizo que muestran la mayor parte de las personas que ejercen el poder.
Sus tres obras principales: El dragón, Sombra y El rey desnudo (reunidas por el crítico italiano Strada, en un tomo titulado La trilogía del poder), fueron objeto de las agresiones de la censura staliniana. Ahora forman parte del repertorio de numerosas compañías teatrales de distintos países del mundo.
El dragón es una fábula política en la cual el sencillo relato, lleno de ingenio popular, enmarca los conflictos políticos que tanto preocupaban a Schwartz. El dragón representa al fascismo; el alcalde y su corrupto hijo al sistema capitalista, y el caballero Lancelote a la generosa humanidad socialista.
Sin embargo, la obra no es sólo un instrumento de la propaganda antifascista. El carácter intemporal y universal de su temática le permite trascender la coyuntura histórica en la que fue escrita y adquirir una inmarcesible frescura, una validez permanente.
El dragón es una obra poética que incide profundamente en los problemas políticos y, al mismo tiempo, en las repercusiones que tienen en las conciencias individuales. Schwartz, al describir los horrores del fascismo, no se queda en la simple descripción de los aspectos irracionales del funesto sistema. Va más allá e insiste en la necesidad de que los hombres nos mantengamos vigilantes y desechemos de inmediato las manifestaciones de odio, intolerancia y autoritarismo que se presenten en nuestras conciencias conturbadas.
El dragón, dotado de múltiples caras, y tan viejo como el mundo de los hombres, es una presencia constante en todas las sociedades. Schwartz sabía que lo único capaz de derrotarlo era la auténtica sociedad humana. Esta obra se estrenó en México en 1973. Su puesta en escena fue dirigida por Xavier Rojas.
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