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Un inédito de Rimbaud
El descubrimiento de un texto inédito en libro de Rimbaud en una librería de viejo de Charleville por Patrick Taliercio, cineasta francés de treinta y dos años de edad, ha conmocionado a los rimbaudianos. El texto, que en algo hace recordar el cuento La nariz, de Gogol, es una fantasía bufa y recrea un sueño del canciller alemán Otto von Bismarck en el período de la guerra franco-prusiana. Más allá de que el texto sea bueno o no, recuerda el espíritu del adolescente Rimbaud que simpatizó con la Comuna.
El azar coopera en ocasiones más que las indagaciones exhaustivas. A pocos poetas les han escudriñado tanto la vida como a Rimbaud. Parece increíble que a biógrafos excepcionales, que han buscado como detectives de novela clásica policial hasta el ínfimo o lateral detalle, como Petitfils, Matarasso, Borer, Lefrère y Steve Murphy, se les haya ido este texto. En un reportaje-entrevista publicado el 28 de mayo por la periodista Nathalie Vandystadt, del diario belga francófono Le Soir, Taliercio cuenta a la entrevistadora que desde 2005 prepara un filme sobre el joven ardenés, pero no de carácter histórico, sino de viva actualidad. La pregunta que Taliercio quiere hacerse en el filme es la siguiente: ¿Sería posible en nuestra época la carrera artística de Rimbaud? No deja de ser interesante asimismo que en el filme Taliercio busque escapar de la visión sesentayochesca (soixante-huitarde) en la que se ha encasillado en las últimas décadas al ardenés.
En Charleville le ocurrió a Taliercio lo que le pasa a todo el que visita la ciudad: la mayoría de los habitantes detesta al hijo más célebre. Inclusive el único busto que hay de Rimbaud en el parque de la estación es como explorador y no como poeta. Cuando develaron el busto, la madre de Rimbaud, Vitalie Cuif, no tuvo alma para asistir, y al caminar después por el sitio evitaba pasar cerca del busto. En una de las esquinas del parque estaba el Café de l' Univers, que frecuentaba Rimbaud, y donde vio por última vez en 1879 a Ernest Delahaye, su amigo de infancia y adolescencia, quien le preguntó si no seguía escribiendo poesía. Él repuso: Ya no pienso en eso.
Una referencia de paso de Delahaye fue la clave del hallazgo del texto. Delahaye mencionaba un texto periodístico firmado por el adolescente Rimbaud con el seudónimo de Jean Baudry. Ahora sabemos que apareció el 25 de noviembre de 1870, cuando Rimbaud tenía dieciséis años, en el diario Progrès des Ardennes. Taliercio lo encontró el pasado 26 de marzo. Durmió el sueño de los justos cosa de 137 años y cuatro meses.
La fantasía, que es también sátira, se publicó en los días de la segunda fuga de Rimbaud de la casa materna. En ese tiempo Rimbaud quería ser periodista. Rimbaud huye y se dirige a la ciudad minera belga de Charleroi. Escribe en el camino dos poemas Le dormeur du val y Le cabaret vert.
A una pregunta de Nathalie Vandystadt, Taliercio responde: Yo no creo que Rimbaud en la actualidad quisiera ser periodista. Esas son cosas que no vienen al caso y que ni él ni nadie pueden responder.
He aquí el texto.
Marco Antonio Campos
Museo Arthur Rimbaud |
El sueño de Bismarck
(Fantasía)
Arthur Rimbaud (Jean Baudry)
Es el atardecer. Bajo su tienda de campaña, lleno de silencio y de sueño, Bismarck, un sueño sobre el mapa de Francia, medita. De su inmensa pipa escapa un hilillo azul.
Bismarck medita. Su pequeño índice ganchudo anda, sobre el papel vitela, del Rhin al Mosela, del Mosela al Sena. Imperceptiblemente con la uña rasga el papel alrededor de Estrasburgo: pasa más allá.
En Sarrebruck, en Wissembourg, en Woerth, en Sedán, tiembla, el dedito ganchudo: acaricia Nancy, rasguña Bitche y Phalsbourg, raya Metz, traza sobre las fronteras pequeñas líneas quebradas y se detiene...
¡Bismarck ha cubierto triunfante con su índice la Alsacia y la Lorraine ! ¡Oh! ¡Qué delirios de avaro bajo su cráneo amarillo! ¡Qué deliciosas nubes de humo exhala su pipa venturosa!... Bismarck medita. ¡Vaya! Un grueso punto negro para detener el índice bullicioso. Es París. Entonces, la uñita malvada, raya, raya el papel, aquí y allá, rabioso, al fin, por detenerse... El dedo queda allí, mitad plegado, inmóvil.
¡París, París! El buen hombre ha soñado tanto con los ojos abiertos que la somnolencia se apodera de él: su frente se inclina hacia el papel. Maquinalmente, la hornilla de la pipa escapa de sus labios y cae sobre el innoble punto negro...
¡Huy! Povero. Abandonando su pobre cabeza, su nariz, la nariz de M. Otto de Bismarck se ha hundido en la hornilla ardiente... ¡Huy! ¡Povero! ¡Va povero! En la hornilla incandescente de la pipa... ¡Huy! ¡Povero! El índice está sobre París... ¡Terminado el sueño glorioso!
¡Esta nariz del viejo primer canciller era tan fina, tan espiritual, tan feliz! ¡Escondan, escondan esta nariz!...
Y bien, querido mío, cuando, para compartir el plato de col fermentada real, usted entre de nuevo a palacio
(líneas faltantes)
¡Y he allí! ¡Habría que soñar despierto!
Traducción de Marco Antonio Campos
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