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EXPERIENCIAS DE JIMI HENDRIX
MIGUEL BARBERENA
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Room full of mirrors: Jimi Hendrix,
La biografía,
Charles R. Cross,
Robinbook,
Madrid, 2007.
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Charles R. Cross ha escrito la biografía de referencia
de Jimi Hendrix. Ha habido otras, pero ninguna que
se tome tan en serio y tan en detalle la vida y circunstancia
de este gran músico de rock, inventor del
blues sicodélico –o de la “electric church music”,
como a él gustaba definirlo.
Como Hendrix, Cross es de Seattle y cuenta
con esa ventaja de la oriundez. Conoce la primera
geografía de Jimi y se tutea con los testigos de
la temprana historia. Este es el punto fuerte de su
libro, la mirada a los años formativos del hombre,
su educación sentimental y musical, el retrato del
artista adolescente.
Por el lado sentimental, su vida fue un desastre.
Nació el Día de Acción de Gracias de 1942 en
el seno de una familia muy disfuncional. Al Hendrix
y Lucile Jetter, los padres, eran pobres, alcohólicos,
violentos hasta los golpes y tuvieron juntos seis
hijos; la cruda realidad de muchos afroamericanos
(Jimi, para acabarla de amolar, nació zurdo
y con dedos fenomenalmente largos).
Estos años hicieron de él un chico introvertido
e inseguro, lo que vendría a reflejarse en su caótica
vida amorosa, que no conoció satisfacción o reposo;
desde Carmen Goudy –su primera novia de la
high school– hasta Monika Danneman, la rubia que
yacía a su lado la noche de su muerte, en 1970.
Jimi, un chamaco de la calle, pasaba hambre y
frío, vivía de “arrimado” en casa de amigos o de
plano en internados juveniles. Perdió a su madre
a los trece años, una muerte de cirrosis que marcaría
para siempre al niño Jimi, su primera de muchas fracturas
psicológicas a las que hace referencia el título
original en inglés del libro –Room full of mirrors (Habitación llena de espejos)–, y que los editores españoles
han hecho bien en dejar así. Es el título de una
canción de Hendrix, incluida en el álbum Electric
Ladyland, que trata un tema recurrente en la obra de Jimi: la mente fragmentada, como un espejo roto. A
Hendrix le empezó este tipo de esquizofrenia tras
experimentar con el lsd, cuya primera ingesta Cross
ubica en mayo de 1966, ya en Nueva York.
Jimi pudo escapar a su condición gracias al talento
musical y a la “zarandeada” que le metieron en
el ejército. El chico iba para delincuente del ghetto cuando, en 1961, la policía lo detuvo al volante de
un auto robado. Entre la prisión o la US Army, Jimi
optó por lo segundo. Ya era un guitarrista dotado y
había empezado a hacerse un nombre en el ambiente
de Seattle y Vancouver.
Jimi odiaba el cuartel –Fort Campbell,
Kentucky–, pero adquirió ahí la poca disciplina y
estructura que tuvo en su desordenada existencia.
Más importante, lo llevó al sur de Estados Unidos,
a tiro de piedra de Nashville y otros centros del
naciente rhythm and blues.
Formó en el cuartel, con el también conscripto
Billy Cox al bajo, un grupo de nombre King Kasuals,
y poco después, bajo el pseudónimo de Maurice
James, ya estaba de back up en las bandas del
circuito negro sureño, donde afinó su estilo musical
y escénico, parte Elmore James, parte Little
Richard, con un agregado de Bob Dylan.
Para salir del ejército y seguir su llamado, ante
la superioridad militar se fingió homosexual y
masturbador compulsivo. Desde luego, el capitán
Halbert lo dejó marchar y cumplir su destino…
LAS “MENTIRAS” DE BERNAL
LEO MENDOZA
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Y Bernal mintió... El lado oscuro de su Historia
verdadera de la conquista de la Nueva España,
Juan Miralles,
CCC,
México, 2008.
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Ya en 2001, al comentar la biografía de Cortés escrita por Juan Miralles, José Luis Martínez señalaba la existencia de algunas omisiones notables sobre la vida del conquistador, a la par de que se asombraba de que el autor sólo citara a Bernal Díaz del Castillo –el “casi santo cronista”– para echarle en cara sus equivocaciones en cuanto a las fechas. Es decir que el encono del Miralles contra el soldado viene de tiempo atrás y se ha acrecentado en estos días con la aparición de Y Bernal mintió… El lado oscuro de su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España , en el cual pretende –a algunos siglos de distancia– enmendarle la plana al extraordinario testigo que, un buen día, decidió aclarar las mentiras que se encontraban en el libro de Francisco López de Gómora y dejar constancia, desde Guatemala, de su “verdad”.
Miralles ha descubierto que, al arremeter contra López Gómora, Bernal se dejó arrastrar por sus pasiones y, en ocasiones, al intentar aclarar algunos hechos, miente o se equivoca. Sin embargo, creemos que el historiador peca de hipercrítico pues, cuando se escribe una historia muchos años después de los hechos narrados, es muy probable que se cometan equivocaciones, tropiezos, dudas y, sobre todo, por esos extraños mecanismos de la memoria, que los hechos se fijan como queríamos que fueran y no como realmente sucedieron. Así que, si Bernal mintió, lo hizo sin las aviesas intenciones que parecen esconderse en ese lado oscuro del que habla el título y que, desde nuestro punto de vista, es más un gancho comercial que otra cosa, ya que si en el fondo la única manera de conocer la verdad de la Conquista de México es leer y estudiar a los cronistas en conjunto, esto quiere decir que la mayoría de ellos, por no decir todos –incluyendo a Cortés–, mintieron, se equivocaron o presentaron una versión sesgada del asunto.
Para fundamentar sus acusaciones, Miralles recorre la Historia de Bernal buscando los equívocos del cronista y las más de cincuenta ocasiones en que arremete contra López de Gómora. Paradójicamente, el resultado es de lo mejor del libro: una síntesis sabrosa, bien escrita que nos lleva a interesarnos aún más en Bernal y a tener algunas dudas en torno a lo expresado por Miralles, por ejemplo en lo que se refiere a la falta de estudios del cronista –paliada con muy buenas lecturas, pues a lo largo de su crónica no sólo se cita el Amadis, sino también Julio César y Pompeyo–, o cuando lo acusa de tener un pensamiento feudal, algo que ni siquiera es novedoso, ya que mucho de los estudiosos sobre la mentalidad de los conquistadores nos lo han dicho: eran hombres a medio camino entre el Renacimiento y el Medioevo, inspirados por el espíritu de la reconquista. De ahí que cuando el historiador le reprocha a Bernal su cerrazón ante los valores del mundo indígena (que sólo fueron aquilatados por hombres tan excepcionales como Las Casas o Sahagún y muchos otros espléndidos misioneros con vocación antropológica) habría que recordarle que Bernal era, simple y llanamente, un soldado, y que actuaba como tal, con todas sus dudas y temores ante lo desconocido.
Miralles se empeña también en demostrar que Bernal no era de los más allegados a Cortés, y que miente al decir que vino a estas tierras como alférez. Pero, ¿eso importa realmente? Si a fuerza de desear Bernal se convenció de ser lo que no era –como el inexistente caballero de Calvino– entonces su obra alcanza, como ejercicio de la imaginación, una altura insospechada, aunque algunas veces se equivoque.
LOS CLÁSICOS DE AHORA
RAÚL OLVERA MIJARES
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El cuento hispanoamericano. Antología crítico-histórica,
Seymour Menton,
Fondo de Cultura Económica,
Ciudad de México, 2007.
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Hay antologías que se vuelven célebres. Sería larga la lista en el caso de la lírica. Con la narrativa, en particular con el cuento moderno e hispanoamericano, la de Seymour Menton, estudioso de las letras hispánicas de origen estadunidense, publicada por el Fondo de Cultura Económica en 1964, es con mucho la más socorrida entre ellas, y conoció en 2007 su novena edición. Menton se propuso un trabajo crítico-histórico, donde las diversas piezas elegidas aparecen en estricto orden cronológico, acompañadas de explicaciones sobre los movimientos literarios y comentarios particulares de cada texto redactados en un lenguaje llano, libre de tecnicismos, no adherido a ninguna corriente académica. Lo nutrido del volumen, 757 páginas, y la inclusión de los autores del boom hispanoamericano, nombres como los de Rulfo, Arreola, Roa Bastos, Onetti, Borges, Cortázar, García Márquez, amén de otros menos conocidos aunque no de menores vuelos, explican la popularidad y el servicio prestado a varias generaciones de lectores y escritores en su conocimiento de un legado narrativo que abarca, en fechas aproximadas, desde 1830 hasta 1980.
Aquellos que alguna vez se han acercado a un taller de cuento, o bien han corrido con la suerte de tener un buen maestro de literatura en la preparatoria, agradecerán su iniciación a este libro copioso aunque de precio popular. Los múltiples recorridos que es posible emprender desde sus páginas van desde uno histórico mexicano (a través de Payno, López Portillo y Rojas, Martín Luis Guzmán, Revueltas y José Agustín), a un caribeño y centroamericano, u otro cruzando el Cono Sur. Países como Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, Guatemala, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Panamá, Costa Rica; o bien Paraguay, Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador, Uruguay, Argentina y Chile están presentes. Como se ve, ni la geografía ni, por el amplio espectro de tiempo cubierto, la historia, se han descuidado en la sólida concepción del volumen. Repasar textos tan señeros como “El guardagujas”, de Juan José Arreola, “Diles que no me maten”, de Juan Rulfo y “Dios en la tierra”, de José Revueltas, es volver a los orígenes, a la referencia obligada, quizá con otros ojos de cuando iniciaba la aventura de la imaginación, es decir el prodigio de la lectura.
El cuento hispanoamericano, de Seymour Menton al parecer ha resistido bien los embates del tiempo, como lo han hecho los narradores fundamentales de esta porción de expresión española del continente americano. El cambio de rumbo hacia el internacionalismo, cayendo en un lenguaje neutro, acaso de traducción, cuyas tramas se sitúan casi siempre en el Primer Mundo con movimientos como el Crack mexicano u otros de supuesta vanguardia en Argentina y Chile, no han encontrado eco en una posible versión aumentada de Menton.
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La voluntad y la fortuna,
Carlos Fuentes,
Alfaguara,
México, 2008.
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En un país donde “gobierna la delincuencia (traficante o corporativa”, interactúan personajes de toda laya, desde la cabeza de Josué Nadal hasta una mujer de hiperemblemático nombre, Lucha Zapata, representante del “peligro de la generosidad y el amor”. Con esta nutrida novela que tiene al polifacético fenómeno del poder como eje y como fondo, Carlos Fuentes prosigue su larga y exitosa trayectoria literaria.
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Muestra de literatura joven de México,
varios autores,
Fundación para las Letras Mexicanas,
México, 2008.
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Más de ochenta autores, repartidos entre narrativa, dramaturgia, ensayo y poesía, son los que reúne este volumen con el que la FLM celebra su quinto aniversario. El lector encontrará lo mismo nombres ya conocidos que otros de los cuales más pronto que tarde seguramente escuchará, y que son una estupenda muestra de calidad y de vitalidad creativa.
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Pánico,
Jeff Abbott,
traducción de Laura Rodríguez Gómez,
La Factoría de Ideas,
España, 2008.
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En opinión de algunos, Abbott es un thrillerista innovador a quien conviene seguir de cerca, mientras que otros opinan que el autor de la presente novela sólo representa uno más de los recurrentes intentos editoriales por hacer que un escritor de bestsellers pase por serio. Sea cada lector el encargado de dictar su muy personal veredicto.
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