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Germaine Gómez Haro
Memorial de agravios
La crisis política que se desató en Oaxaca en 2006 fue tema central en la prensa nacional e internacional y sigue siendo motivo álgido de debate en los organismos internacionales de derechos humanos. Ríos de tinta han corrido para denunciar las atrocidades cometidas durante los cinco meses que duró el movimiento de resistencia civil de la appo (Asociación Popular de los Pueblos Oaxaqueños), pero también se recurrió a la distorsión y censura de los sucesos por parte de numerosos medios informativos, en especial de la televisión. El tiempo transcurre, la verde Antequera ha recobrado su portentosa fisonomía bajo el maquillaje de sus artífices políticos, se respira una calma chicha, pero en realidad las cuentas no han sido saldadas. Entre Guelaguetzas y festivales folclóricos, persiste el rumor de una ola de tristeza, desencanto, rabia e impotencia. La memoria de los muertos y desaparecidos está latente, y exige justicia mediante el esclarecimiento de los hechos y su difusión por la vía del testimonio y del análisis transparente y objetivo. Estos son los objetivos del libro Memorial de agravios. Oaxaca, México, 2006, un valioso trabajo editorial que reúne cinco luminosos ensayos que desde diferentes perspectivas dan cuenta del complejo movimiento popular oaxaqueño y de su repercusión política. Diseñado en un formato de “libro de arte” (pasta dura, 31 x 28 cm), este importante esfuerzo dirigido y auspiciado por el pintor oaxaqueño Rubén Leyva, alterna la información testimonial y un agudo análisis político reforzado por el puntual recuento histórico, acompañados por 207 espléndidas fotografías que revelan la magnitud de la movilización popular y de la fuerza represiva del Estado.
Los ensayos están a cargo de los escritores Jorge Pech Casanova, Fernando Solana Olivares y Abraham Nahón –quienes han vivido y trabajado en Oaxaca y conocen a fondo los diferentes estratos de la sociedad y su problemática cotidiana–, el editorialista de La Jornada y especialista en movimientos sociales Luis Hernández Navarro, y el investigador social Fernando Matamoros Ponce; se incluye también el texto titulado Okupa, que constituye el primer manifiesto del movimiento juvenil Ocupación Intercultural en Resistencia, que tomó y habitó el antiguo cuartel de policía de la calle de Aldama en la ciudad de Oaxaca durante el conflicto. A manera de epílogo, un fragmento del Informe de la Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos presenta la lista de los veintitrés muertos identificados y documentados por dicha Comisión, y concluye que “hasta hoy, a ninguna víctima de las autoridades de Oaxaca durante el conflicto de 2006-2007 se le ha hecho justicia”. La reflexión escrita, aunada a las imágenes visuales magistralmente entreveradas en este libro, tocan las fibras sensibles del lector tanto por la vía de la razón como por la del espíritu. “La sangre de nuestros compañeros caídos nos exige seguir hasta la victoria”, se lee en una pinta callejera plasmada en una de las fotografías, y Memorial de agravios encierra el eco de las voces que fueron silenciadas para siempre.
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Las imágenes que integran este libro fueron realizadas por veintidós fotógrafos nacionales y extranjeros que en numerosos momentos se jugaron la vida entre las barricadas, los enfrentamientos con los cuerpos policíacos y las siniestras persecuciones de las “caravanas de la muerte”, para plasmar de manera veraz y vital los sucesos en plena acción. Aquí recordemos a Robert Capa, quizás el mejor fotógrafo de guerra de la historia, quien sentenció: “Si tus fotos no son suficientemente buenas es que no estás suficientemente cerca.” Así cayó muerto Brad Will, joven camarógrafo estadunidense asesinado el 27 de octubre de 2006 en pleno combate. Estas imágenes contundentes demuestran que la realidad supera la ficción: los muros multicolores de las hermosas fachadas coloniales del Centro Histórico como telón de fondo de los más disímbolos escenarios de guerra; camiones ardiendo a todo fuego, barricadas construidas con muebles viejos, llantas quemadas, alambres de púas y toda suerte de trebejos insólitos; la solidaridad y la esperanza compartidas en las interminables noches de las barricadas que se convirtieron en puntos de encuentro e intercambio de ideas y penurias en medio del caos; la energía y frescura del ingenio popular expresado en los muros callejeros mediante el grafiti, las pintas y los esténciles.
Enhorabuena a todos los que hicieron posible la aparición de este formidable libro cuyas ganancias se destinarán a apoyar la educación de las viudas que dejó el conflicto.
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