Inauguran exposición para conmemorar 20 años de la caída de esa construcción
Durante tres días, en 1983, retrató ventanas y puertas amuralladas de la franja de la muerte
El multipremiado artista es considerado el pionero de la fotografía contemporánea alemana
Mi padre mandó a aquel jovencito, casi adolescente, llamado José Emilio Pacheco, a que me comprara un dulce. Fuimos: él me llevaba de la mano y caminamos en silencio –así debió ser: en silencio, pues ¿qué podíamos decirnos en esa situación?–, compró una paleta Mimí y me la dio. Eso fue todo. Yo tenía menos de 10 años y él todavía no cumplía los 20. Fue un dechado de gentileza y de paciencia. Siempre ha sido José Emilio paciente y gentil conmigo, o casi; cuando se trata de faenas intelectuales, ha sido más bien de un rigor ejemplar.
He vivido con José Emilio Pacheco momentos dramáticos de la vida nacional. Estábamos en Londres en los días de la masacre de Tlateloclo en 1968, nos reunimos en mi casa para escuchar noticias y lloramos y nos indignamos ante la tragedia que nuestro pueblo había sufrido y ante el autoritarismo criminal del régimen de Díaz Ordaz.
Nunca he conocido en persona a José Emilio Pacheco, pero no olvidaré que supe de él, primero, en su faceta más extraña: como autor de historias de terror. Hace muchos años, una antología que llegó a mi casa quién sabe cómo (Miedo en castellano, de Emiliano González) traía lo primero que leí de él: un cuento suyo, aterrador, sobre los campos de exterminio nazis.
La poesía de José Emilio Pacheco nos confronta con un panorama desalentador: un paisaje desolado y cruel, donde las inclemencias naturales, aunadas a la infatigable labor destructora de los seres humanos, ponen en jaque nuestra sobrevivencia.
Se cumple el 50 aniversario luctuoso del maestro de América
La lucha de ambos por la democracia terminó en terrible frustración
Presentan libro por los 40 años de la Fundación Friedrich Ebert
Mm_dos aborda medios múltiples