Iván Restrepo
Diles que no me mate
Helena Hofbauer Balmori*
Hacia el fin del refugio guatemalteco en México
Rodrigo Morales M.
Asumir pactos
Elba Esther Gordillo
La agenda de la socieda/I
Hermann Bellinghausen
Misión en Morayta
Clase Política Miguel Angel Rivera
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Miguel Angel Rivera
Clase Política La Cámara de Diputados tendrá que resolver en el curso de la presente semana uno de los asuntos que le reserva en exclusiva la Constitución General de la República y que cada año se convierte en un problema que genera largas y profundas discusiones: el presupuesto federal para el año venidero.
¿Por qué es tan importante el presupuesto federal?
Nada más ni nada menos porque es el principal agente económico del país. Aunque desde hace por lo menos 14 años se ha tratado de reducir a su mínima expresión, de cualquier forma el gasto del gobierno es el que marca el rumbo de la economía nacional.
Por ello resulta lógico que cada uno de los partidos políticos pretenda que el presupuesto se oriente hacia lo que ellos consideran que es más conveniente para la sociedad, pero a final de cuentas se impone la mayoría del partido del gobierno, pues en este caso basta una mayoría simple y el PRI la tiene.
En 1997 la orientación del gasto tendrá un efecto complementario: se convertirá en factor para allegar o para quitar votos. Hasta ahora los tecnócratas del gabinete presidencial se han rehusado a cambiar el gasto por cuestiones electorales, pero todo indica que el año venidero existe un riesgo real de que el PRI pierda la mayoría de la Cámara de Diputados, y ante esa eventualidad, los técnicos en materia económica ¿querrán correr el riesgo de que un partido de oposición sea el que les apruebe el gasto en la segunda mitad del gobierno?
La cosecha
El presidente del PRI, Santiago Oñate Laborde, tomó protesta ayer al ex subsecretario de Gobernación, Natividad González Parás, como candidato al gobierno de Nuevo León, y al parecer, las nominaciones para otros gobiernos que estarán en disputa en las elecciones de 1997 se pospondrán precisamente hasta 1997... Sin embargo, eso no significa que los grupos priístas se dejen de mover en busca de promover una candidatura de sus simpatías. En Tabasco, por ejemplo, las posiciones parecen encontradas entre los senadores Layda Sansores, a quien inclusive se le ha propuesto la candidatura por el PRD, y Carlos Sales. El ``caballo negro'' es el alcalde de Campeche, José Antonio González Curi... A pesar de los augurios de un triunfo amplio de la oposición en el Distrito Federal, sigue en aumento la lista de precandidatos al gobierno capitalino. En esas relaciones se insiste en la necesidad de que el tricolor postule un candidato que sea ``priísta probado y comprobado'', con lo cual aumentan las posibilidades del coordinador de la mayoría en la ARDF, Manuel Jiménez Guzmán; del director del ISSSTE, Manuel Aguilera, cuyas posibilidades están ligadas a que prospere la demanda de su ex jefe Manuel Camacho Solís en contra del artículo que impide ser candidato a un ex regente; del secretario de Gobierno capitalino, Jesús Salazar Toledano; del procurador de Justicia del DF, José Antonio González Fernández, y hasta de algunos delegados, como el de Iztapalapa, Jaime Aguilar Alvarez... La dificultades de nominar candidatos también alcanzan a la oposición, como es el caso del PAN en Sonora. En ese estado fronterizo se suspendió la convención del partido blanquiazul porque al parecer había influencias externas para imponer a uno de los dos principales precandidatos: Adalberto Pelón Rosas, quien tiene una larga trayectoria, y del empresario Ramón Corral, quien lucha por imponer una nueva corriente para derrotar al PRI
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Elba Esther Gordillo
La agenda de la socieda/I
La dimensión de lo social, de lo colectivo, parece disminuir en este fin de siglo ante la irrupción de dos instancias extremas: los macro-actores y el individuo.
Entre los múltiples impactos de la globalización, está la prevalencia de tesis que sostienen, que sólo las grandes organizaciones --los Estados, las corporaciones multinacionales, las instituciones financieras, etcétera-- pueden definir un orden que, entonces, irradia, penetra y se impone inevitablemente en todos los rincones. En esa concepción --la tesis de la resignación--, los esfuerzos de las organizaciones sociales están derrotados de antemano.
Pero esta visión no sólo es inmoral, sino irreal. Es posible construir, desde la dimensión social, no sólo resistencias sino, incluso, transformaciones de fondo encaminadas al bienestar de la población. A pesar de la ``aldea global'', en los países y en las regiones hay realidades distintas que tienen que ver no sólo con condiciones estructurales, sino también con la eficacia de los actores sociales para defender y promover sus intereses, para resistir y avanzar.
La disminución del poder Estatal y la afirmación de lo individual no tienen, como correlato ineluctable, el debilitamiento de las organizaciones sociales, ni hay una contradicción entre el fortalecimiento de lo individual y la creación y robustecimiento de los esfuerzos comunes. Por el contrario, es en el espacio colectivo donde se potencia el hacer humano, convirtiéndose en energía social.
Lo que está desgastado no es la organización social, sino algunas organizaciones sociales, y detrás de esta erosión hay, unas veces, esquemas de simulación, y otras, el desgano de los líderes, usos autoritarios y el abandono o la subestimación de las visiones y las propuestas de sus miembros. Los ciudadanos, entonces, se sienten ofendidos, manipulados. Las respuestas ante ello son múltiples: reproducir el esquema de simulación con militancias aparentes, replegarse o crear nuevas organizaciones. Tal está ocurriendo en distintas esferas: en el sector empresarial donde han surgido asociaciones paralelas a las cámaras; en el sindical donde se consolidan expresiones, corrientes y sindicatos nuevos; en el religioso, donde se multiplican congregaciones.
Echarse para adelante en vez de dejarse llevar por la inercia, habla de la madurez de lo social --lo popular, como preferimos algunos--; se ejercitan los derechos, se remplaza la apatía individual por el trabajo colectivo. Se recupera el viejo consejo: la unión hace la fuerza.
Rescatar la representatividad y legitimidad de las organizaciones es condición indispensable para defender con eficacia los intereses sociales, pero esto precisa de una cultura democrática que incluya una relación distinta entre dirigentes y miembros, que subraye la corresponsabilidad y la reflexión colectiva para realizar diagnósticos y encontrar soluciones, que deje de lado la indolencia y a los indolentes... Requiere, además, empatar la visión de las organizaciones con la del gran colectivo que es la nación; los tópicos concretos de la vida diaria --el empleo, la seguridad, el cuidado del medio ambiente, etcétera-- con los grandes temas de la patria: la soberanía, la justicia, la democracia, la identidad nacional.
Cuando hay tanto por hacer, no caben ni apatía ni rutina. Es preciso contagiarnos del entusiasmo colectivo: multiplicar el trabajo, explorar y experimentar, combinar experiencia con innovación para diseñar y poner en marcha propuestas en materia de educación, seguridad social, administración pública, problemática urbana, fortalecimiento de la micro y pequeña empresa, federalismo, fortalecimiento del municipio.
Algunos de los componentes más frescos de la agenda social, están en la visión de las mujeres y los jóvenes; pero está, también, en la de los servidores públicos y los pequeños y medianos empresarios, en la de los profesionistas y técnicos... Hay que recuperarla, hacerla orgánica, respetando su diversidad. Hay que construirla de abajo hacia arriba y de la periferia al centro. ¿Qué sigue? recuperar la visión de la política como el interés en la cosa pública... ponernos a trabajar.
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Helena Hofbauer Balmori*
Hacia el fin del refugio guatemalteco en México
Tras 12 años de vivir bajo un estatus legal poco claro, la Secretaría de Gobernación ha puesto en marcha un plan de estabilización migratoria dirigido a los 30 mil refugiados guatemaltecos que viven en Campeche, Chiapas y Quintana Roo. Esta resolución ha
suscitado comentarios de diversa índole en torno a una pregunta recu-rrente: ¿por qué los refugiados no regresan a su país?
Antes que nada, es necesario señalar que 30 mil así lo hicieron. Desde 1985 los índices de repatriación aumentaron, hasta llegar a su cúspide en 1995. A partir de entonces, las cifras han disminuido conforme avanzan las negociaciones de paz al sur de nuestra frontera. Si bien los retornos masivos no parecen contar con el mismo entu-siasmo por parte del gobierno guate-malteco, apegarse a esta lógica explicativa sería, en el mejor de los casos, poco objetivo. Las razones que fundamentan el deseo de permanencia e integración de miles de refugiados -sin soslayar el hecho de que más de 50 por ciento de la población refugiada es menor de 14 años y, por lo tanto, nacida en México- son mucho más complejas y profundas.
Es necesario entender que no estamos hablando de trabajadores migratorios, que se internaron en México con fines económico-laborales. Tampoco de campesinos que buscan diluirse en la corriente de mano de obra ilegal que fluye hacia Estados Unidos.
Estamos hablando de personas que tuvieron que dejar atrás pertenencias, tierra, patria y familia con tal de salvar su vida. Personas que perdieron todo, que fueron testigos de la destrucción de sus pueblos y de la muerte de su gente como consecuencia del combate gubernamental a una de las gue-rrillas más incansables de nuestro hemisferio. Como tal, se trata de personas que, de un día para otro, carecieron de toda referencia, en especial aquella que es la médula del campesino: el vínculo con la tierra.
La mayoría de los refugiados pasaron largas temporadas internados en la selva, antes de llegar a Chiapas. Una vez en México, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Comisión Mexicana de Ayuda a los Refugiados (Comar) les proporcionaron la asistencia necesaria y después los reubicaron, por motivos de seguridad, en los estados de Campeche y Quintana Roo. Esta dinámica contribuyó a la erosión que el paso del tiempo causó en la liga de los refugiados con respecto a su tierra natal.
Hoy día, 14 años después, la mayor parte de los refugiados que aún permanecen en México anhelan no tener que volver a establecerse en un nuevo entorno una vez más. El largo refugio les devolvió, aunque de manera parcial, la certeza que la persecución y el aniquilamiento les habían sustraído. Han reconstruido sus vidas y han luchado por la oportunidad que, en sus palabras, sus ``hermanos mexicanos'' les brindaron. El profundo agrade-cimiento a la solidaridad espontánea de nuestros campesinos y a la asistencia de ACNUR y Comar se ha convertido en la referencia inmediata de gran parte de ellos. Los años de reconstrucción emocional y material vividos los ha vinculado, de manera directa, con nuestro país.
En concordancia con estos aspectos, México ha dado paso a la integración legal de los refugiados guatemaltecos. Esta solución, que no tiene precedentes, no sólo confirma la tradición de asilo de nuestro país. Su lógica explica, precisamente, aquellas razones que han vinculado a los refugiados guatemaltecos con México.
* Voluntaria de ACNUR en Maya Tecún, Campeche
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Hermann Bellinghausen
Misión en Morayta
La avioneta brotó de las nubes como agarrando un respiro, y bajo ella abrió el panorama grande, seco, de los llanos que median entre una y otra sierras Madre, a mitad de la República. El pueblo de Morayta, destino de Velasco sobrevolando en óvalo para enfilar la pista, tenía el brillo gris y espinoso de un esqueleto de pescado, casi intacto, liso y largamente lamido por la arena, el sol, y alguna lluvia el año pasado. Pensó en su natal Sayula, sin nostalgia.
Trabajaba de visitador de la secretaría, algo así como inspector de maestros en lugares apartados. Formado en el nacionalismo revolucionario y orgulloso de Cárdenas, conservaba un poco del apostolado vasconcelista de la generación anterior, aunque había dejado el magisterio a cambio de la burocracia. En ese entonces aún se podía bajar en los pueblos sin decir con pena que uno venía de parte del gobierno. Como quiera, de quién más podía bajar una avioneta en Morayta.
No pertenecía a su jurisdicción, pero lo habían mandado porque González estaba de incapacidad. Traía una carta para la maestra Neira. No tenía el gusto, pero le hablaron de ella. Sola, casi joven todavía, desde hacía cuatro años no salía de Morayta, lo más parecido a ninguna parte que quepa imaginar. La idea sobre ella era confusa, si bien peculiar. El piloto no fue la excepción:
--¿La maestra? Sí, una mujer muy especial.
La nave rebotó toscamente sobre la terracería semidibujada en el llano. Baches y rocas. Incómodos sobresaltos. Velasco empezaba a odiar ese trabajo. Abrigaba el pensamiento de solicitar un traslado a la capital, y de preferencia a una oficina.
Todo el pueblo se había reunido junto a la pista. Unos todavía venían corriendo. A los niños la avioneta les estaba haciendo el día. Tanta conmoción le hizo sospechar que González no hacía bien su trabajo, pues por lo visto era novedad que llegara alguien.
Gente terregosa, cetrina, sonriente, de pocas palabras. Muy formal, ceremonioso, el comisariado ejidal le indicó dónde encontrar a la maestra Neira, una de las pocas personas en Morayta que no corrió a recibir la avioneta.
Se dirigió hacia donde le dijeron. Lo seguía, en procesión, medio pueblo.
La encontró leyendo, absorta, a la sombra de un mezquite, en el patio de una casa atrás de la escuela. Cruzó una pequeña estancia desnuda, con un gran retrato de quién sabe quién, un hombre antiguo que voltea sobre su hombro. Un cuadro raro. Salió al patio. La cabellera castaña, esponjada y refulgente de la maestra cogió a Velasco por sorpresa. No esperaba eso. Ni la indiferencia. Tuvo que interrumpirla.
--Disculpe, buenos días, la maestra Neira, ¿se encuentra?
La obviedad de la situación lo abrumaba. Ella alzó la vista, lo miró desatenta, consciente a medias del visitante.
--Sí --dijo, sin ningún énfasis, ella. Caminó hacia él, quien extendía en silencio el sobre que lo mandaron a entregar. Debía ser algo de importancia. Ella rasgó el sobre, extrajo el papel, leyó. Inexpresiva, sonrió escasamente, por educación, y en vez de dar las gracias le preguntó a Velasco:
--¿No tuvo usted padres perfectos?
Velasco titubeó. Sí, bueno, su madre, sí, casi. Una santa. A su padre no lo conoció. Dicen que fue cristero.
--Yo sí --dijo ella con fría rabia y en ese momento Velasco vio la espléndida fiera en ella.
--Tan perfectos, que ya no existen. Su único error fue engendrarme. Al fin lo corrigieron, me acaban de desheredar. ¿Ceerán que me importa?
Velasco era un burócrata, inspector, y ahora recadero. A él que no le dijeran. La maestra lo taladró con la mirada. Como una sombra que atravesara el polvo, una fuerza que atraviesa una sombra. La del mezquite al atardecer.
Llegaron a buscarlo los niños, de parte del piloto. ``Que dice el capitán Medina que si regresa con él o qué, que se hace noche''.
Velasco quiso preguntarle a la maestra lo que se preguntaba para sí: ¿qué hace sola una mujer como usted en un lugar como éste? Le faltó tiempo para coger valor.
La mestra le extendió la mano, una mano larga y suave, de princesa.
--¿Ninguna respuesta? --indagó Velasco-- Sabe, me encargaron, este, que le pidiera una.
La maestra Neira, tan distraídamente como todo, sonrío. A Velasco casí lo asustó su expresión de felicidad.
--Digáles que gracias. Dígales lo que quiera. Invente algo.
Demasiado tarde, le ganó la curiosidad. ¿Era mucho dinero? ¿Qué hacía ella en Morayta? Puras preguntas vulgares que reprimió avergonzado; pero, ¿por qué la alegraba esa mala noticia?
Como en una película mexicana de aquella época, la maestra lo acompañó a la puerta de la modesta vivienda y le dijo:
--Que tenga usted un buen viaje, licenciado... ¿Velasco, verdad?
Cuando la avioneta ganó altura, y la gente en la pista movía las manos, Velasco asomó hacia la escuela y vio la cabellera luminosa, el rostro blanco de la maestra y una mano que se agitaba diciendo adió con una llama. Como una antorcha.
Aunque era ferviente antiyanqui, Velasco pensó con gusto en la Estatua de la Libertad, pensó en la cabellera castaña y hermosa, y en las noches siguientes soñó incendios
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Rodrigo Morales M.
Asumir pactos
La salida de Antonio Lozano de la Procuraduría General de la República fue como su entrada: sin explicaciones satisfactorias. La idea de que su incorporación al gabinete era producto de una invitación personal, la renuencia a asumir pactos políticos que podían sustentar la particular cohabitación, finalmente se convalidaron con su salida: no hubo ruptura de acuerdo alguno, sólo reacomodo en el equipo presidencial.
Solicitar explicaciones puede parecer ocioso. La lógica de su salida sólo conduciría a enfrentar balances; de un lado se acentuarían las ineficiencias y hierros; del otro los logros y hallazgos, y ahí de nuevo las fobias y filias ordenarán las posturas.
En ese contexto, efectivamente no cabe esperar que los actores involucrados asuman un papel distinto al que han venido jugando: el guión decía que Lozano respondía a una invitación personal, que tras de ello no había ninguna clase de acuerdo con el PAN, por lo que su remoción no podía significar la terminación de ningún acuerdo. Sin embargo, en este clima en que los cogobiernos que no se asumen, los pactos no cristalizan, y la información no fluye, es inevitable abrirle cauce a la especulación, y atender más las actitudes que los acuerdos formales.
Así, la remoción de Lozano se inscribe en una secuencia muy ominosa de eventos que parecen perfilar el fin de la época de la cooperación, y el inicio de una etapa de confrontaciones crecientes. El malogrado final de la reforma electoral, las tentativas de alterar la composición del congreso local mexiquense, incluso las celebraciones por la remoción del ex procurador, hablan de la construcción de un clima político dominado por el endurecimiento.
Los dos primeros años de la administración de Zedillo se caracterizaron por una búsqueda casi obsesiva de acuerdos que, habiendo producido sin duda avances sustantivos, y habiendo colocado al consenso como la fórmula privilegiada, no consiguió que los acuerdos se consolidaran cabalmente, no se amplió la coalición gobernante, y ahora se apela a las leyes de la mayoría, y se da banderazo de salida a la época de la competencia. La sana distancia, como síntesis del espíritu reformador, cedió su lugar al reclamo del uso personalizado de la mayoría. Empezó el periodo de la diferenciación, y los riesgos de que se desborden las pasiones políticas son elevados.
Dos años de esfuerzos de concordia no alcanzaron para normalizar la convivencia y asentar firmemente los activos con que cuenta el país. Era evidente que conforme se acercara la época electoral, los incentivos para diferenciarse iban a ser mayores que los incentivos para cooperar. No sólo se agotó el periodo, sino que la cooperación no produjo cambios de actitud consistentes. En el inicio del tercer año, por desgracia, parece más ominosa la ruta de la normalización democrática. En cualquier caso habría que esperar que la remoción de Lozano se signifique, entre otras cosas, por el final de una etapa en la que los acuerdos no se reconocían y, de ahora en adelante, las cohabitaciones o pactos alcancen la claridad suficiente y el peso político específico como para que el pedir cuentas no sea una operación ingenua, sino una práctica común.
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Iván Restrepo
Diles que no me mate
En Baja California están indignados por la forma como los trata la maestra Julia Carabias. Están molestos por lo que consideran una burla a acuerdos tomados entre varias instancias de gobierno, la comunidad científica y diversos grupos sociales, y que expresan el sentir ciudadano. No se explican los motivos para echar por la borda el repetido discurso oficial sobre la necesidad de cuidar y garantizar los recursos naturales y, en el caso que hoy exponemos, la diversidad biológica en la tierra, descentralizar actividades y gobernar con base en el sentir de la población. Y es que en esa porción del país no entienden por qué la dependencia a cargo de la distinguida bióloga expidió tres permisos para cazar ejemplares de borrego cimarrón, en veda por ser una especie en peligro de extinción.
Como un regalo navideño, el 24 de diciembre de 1990 se publicó el decreto del Ejecutivo federal por el cual se prohibía en el territorio del estado de Baja California la caza de dicho borrego en su subespecie Ovis Canadiensis Cremnobates, mientras no se efectuaran los estudios necesarios para determinar el número de ejemplares existentes y de esa manera actualizar los realizados en 1987. Se llegó a tal determinación luego de considerar la petición de diversas instituciones conscientes de que el erróneo manejo cinegético de tan hermoso animal lo estaba poniendo al borde de desaparecer. Era la época en que el gobernador de entonces, luego cesado por irregularidades bien sabidas pero nunca sancionadas, solía agasajar a sus influyentes invitados del Distrito Federal, con un espectáculo digno de su calaña: matar desde helicópteros y avionetas borregos cimarrones.
Los trabajos para determinar la situación de las poblaciones del cimarrón fueron encomendados a varias instituciones universitarias y a la extinta Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología. El apoyo financiero requerido quedaron de darlo los gobiernos federal y estatal, pero apenas alcanzó para efectuar un estudio en 1992 en un área muy restringida. Trabajos posteriores poco agregaron al conocimiento de la especie. Pero en cambio, se hizo mayor la necesidad de resolver lo referente a la protección y aprovechamiento del borrego, tarea en la que han participado cada vez más grupos interesados en el asunto, al grado de constituirse la Fundación Mexicana para la Conservación del Borrego Cimarrón y, hace dos años, un comité técnico para su manejo en Baja California. De él hacen parte el sector académico, el gobierno estatal, la Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap), la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, representantes de los ejidos donde habita el borrego, y grupos ecologistas locales.
Si no fue fácil integrar dicho comité, menos ha sido cumplir su tarea, especialmente por los múltiples intereses económicos que rodean al manejo cinegético del borrego. Baste señalar que la venta o subasta de permisos para cazarlo alcanzan sumas cercanas a los 300 mil dólares en Estados Unidos. La Fundación sostiene que los fondos para los estudios y algunas otras tareas que impidan la cacería furtiva, pueden obtenerse de la subasta de los permisos.
Para ello, solicitó a la universidad que los tramitara pero la negativa fue rotunda. Mientras, ha sido infructosa la búsqueda de recursos para investigación en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la Semarnap. La Universidad ha reiterado en diversas ocasiones su opinión de que para tomar cualquier medida sobre el aprovechamiento y conservación de la especie se necesitan datos técnicos confiables que aún no se tienen.
Cabe advertir que el Instituto Nacional de Ecología ha intentado poner en marcha un programa para administrar y aprovechar el borrego, pero que carece de sustento técnico y apoyo social. Muestra de ello fue el acuerdo unánime aprobado en septiembre último por el congreso del estado donde solicitan a la titular de la Semarnap reivindique el respeto y ampliación del acuerdo que en 1990 estableció la veda del borrego y condiciona su cacería a realizar los estudios previos indispensables. Un mes después, y durante una visita a la capital de la entidad, la funcionaria se comprometió a no expedir permiso alguno hasta no tener tales estudios. Ese compromiso se lo menciona por escrito días después a la maestra Carabias el mandatario bajacaliforniano que, de paso, ofreció un financiamiento inicial para el censo de población del borrego. Pero la carta del gobernador Terán fue desoída y la protesta de la Universidad y su rector, desdeñada.
En efecto, el 3 de diciembre pasado se publicó en el Diario Oficial el acuerdo por el cual se autoriza la cacería del borrego cimarrón en Baja California y la del oso negro en Chihuahua. Como resultado, se pusieron a subasta tres permisos para la cacería del borrego en la patria chica del Presidente de la República. La subasta se hará el jueves próximo en Phoenix, Arizona. Sólo falta en esta cadena de desaguisados, que este acto lo presida un alto funcionario federal.
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Miguel Angel Rivera
Clase Política La Cámara de Diputados tendrá que resolver en el curso de la presente semana uno de los asuntos que le reserva en exclusiva la Constitución General de la República y que cada año se convierte en un problema que genera largas y profundas discusiones: el presupuesto federal para el año venidero.
¿Por qué es tan importante el presupuesto federal?
Nada más ni nada menos porque es el principal agente económico del país. Aunque desde hace por lo menos 14 años se ha tratado de reducir a su mínima expresión, de cualquier forma el gasto del gobierno es el que marca el rumbo de la economía nacional.
Por ello resulta lógico que cada uno de los partidos políticos pretenda que el presupuesto se oriente hacia lo que ellos consideran que es más conveniente para la sociedad, pero a final de cuentas se impone la mayoría del partido del gobierno, pues en este caso basta una mayoría simple y el PRI la tiene.
En 1997 la orientación del gasto tendrá un efecto complementario: se convertirá en factor para allegar o para quitar votos. Hasta ahora los tecnócratas del gabinete presidencial se han rehusado a cambiar el gasto por cuestiones electorales, pero todo indica que el año venidero existe un riesgo real de que el PRI pierda la mayoría de la Cámara de Diputados, y ante esa eventualidad, los técnicos en materia económica ¿querrán correr el riesgo de que un partido de oposición sea el que les apruebe el gasto en la segunda mitad del gobierno?
La cosecha
El presidente del PRI, Santiago Oñate Laborde, tomó protesta ayer al ex subsecretario de Gobernación, Natividad González Parás, como candidato al gobierno de Nuevo León, y al parecer, las nominaciones para otros gobiernos que estarán en disputa en las elecciones de 1997 se pospondrán precisamente hasta 1997... Sin embargo, eso no significa que los grupos priístas se dejen de mover en busca de promover una candidatura de sus simpatías. En Tabasco, por ejemplo, las posiciones parecen encontradas entre los senadores Layda Sansores, a quien inclusive se le ha propuesto la candidatura por el PRD, y Carlos Sales. El ``caballo negro'' es el alcalde de Campeche, José Antonio González Curi... A pesar de los augurios de un triunfo amplio de la oposición en el Distrito Federal, sigue en aumento la lista de precandidatos al gobierno capitalino. En esas relaciones se insiste en la necesidad de que el tricolor postule un candidato que sea ``priísta probado y comprobado'', con lo cual aumentan las posibilidades del coordinador de la mayoría en la ARDF, Manuel Jiménez Guzmán; del director del ISSSTE, Manuel Aguilera, cuyas posibilidades están ligadas a que prospere la demanda de su ex jefe Manuel Camacho Solís en contra del artículo que impide ser candidato a un ex regente; del secretario de Gobierno capitalino, Jesús Salazar Toledano; del procurador de Justicia del DF, José Antonio González Fernández, y hasta de algunos delegados, como el de Iztapalapa, Jaime Aguilar Alvarez... La dificultades de nominar candidatos también alcanzan a la oposición, como es el caso del PAN en Sonora. En ese estado fronterizo se suspendió la convención del partido blanquiazul porque al parecer había influencias externas para imponer a uno de los dos principales precandidatos: Adalberto Pelón Rosas, quien tiene una larga trayectoria, y del empresario Ramón Corral, quien lucha por imponer una nueva corriente para derrotar al PRI
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Elba Esther Gordillo
La agenda de la socieda/I
La dimensión de lo social, de lo colectivo, parece disminuir en este fin de siglo ante la irrupción de dos instancias extremas: los macro-actores y el individuo.
Entre los múltiples impactos de la globalización, está la prevalencia de tesis que sostienen, que sólo las grandes organizaciones --los Estados, las corporaciones multinacionales, las instituciones financieras, etcétera-- pueden definir un orden que, entonces, irradia, penetra y se impone inevitablemente en todos los rincones. En esa concepción --la tesis de la resignación--, los esfuerzos de las organizaciones sociales están derrotados de antemano.
Pero esta visión no sólo es inmoral, sino irreal. Es posible construir, desde la dimensión social, no sólo resistencias sino, incluso, transformaciones de fondo encaminadas al bienestar de la población. A pesar de la ``aldea global'', en los países y en las regiones hay realidades distintas que tienen que ver no sólo con condiciones estructurales, sino también con la eficacia de los actores sociales para defender y promover sus intereses, para resistir y avanzar.
La disminución del poder Estatal y la afirmación de lo individual no tienen, como correlato ineluctable, el debilitamiento de las organizaciones sociales, ni hay una contradicción entre el fortalecimiento de lo individual y la creación y robustecimiento de los esfuerzos comunes. Por el contrario, es en el espacio colectivo donde se potencia el hacer humano, convirtiéndose en energía social.
Lo que está desgastado no es la organización social, sino algunas organizaciones sociales, y detrás de esta erosión hay, unas veces, esquemas de simulación, y otras, el desgano de los líderes, usos autoritarios y el abandono o la subestimación de las visiones y las propuestas de sus miembros. Los ciudadanos, entonces, se sienten ofendidos, manipulados. Las respuestas ante ello son múltiples: reproducir el esquema de simulación con militancias aparentes, replegarse o crear nuevas organizaciones. Tal está ocurriendo en distintas esferas: en el sector empresarial donde han surgido asociaciones paralelas a las cámaras; en el sindical donde se consolidan expresiones, corrientes y sindicatos nuevos; en el religioso, donde se multiplican congregaciones.
Echarse para adelante en vez de dejarse llevar por la inercia, habla de la madurez de lo social --lo popular, como preferimos algunos--; se ejercitan los derechos, se remplaza la apatía individual por el trabajo colectivo. Se recupera el viejo consejo: la unión hace la fuerza.
Rescatar la representatividad y legitimidad de las organizaciones es condición indispensable para defender con eficacia los intereses sociales, pero esto precisa de una cultura democrática que incluya una relación distinta entre dirigentes y miembros, que subraye la corresponsabilidad y la reflexión colectiva para realizar diagnósticos y encontrar soluciones, que deje de lado la indolencia y a los indolentes... Requiere, además, empatar la visión de las organizaciones con la del gran colectivo que es la nación; los tópicos concretos de la vida diaria --el empleo, la seguridad, el cuidado del medio ambiente, etcétera-- con los grandes temas de la patria: la soberanía, la justicia, la democracia, la identidad nacional.
Cuando hay tanto por hacer, no caben ni apatía ni rutina. Es preciso contagiarnos del entusiasmo colectivo: multiplicar el trabajo, explorar y experimentar, combinar experiencia con innovación para diseñar y poner en marcha propuestas en materia de educación, seguridad social, administración pública, problemática urbana, fortalecimiento de la micro y pequeña empresa, federalismo, fortalecimiento del municipio.
Algunos de los componentes más frescos de la agenda social, están en la visión de las mujeres y los jóvenes; pero está, también, en la de los servidores públicos y los pequeños y medianos empresarios, en la de los profesionistas y técnicos... Hay que recuperarla, hacerla orgánica, respetando su diversidad. Hay que construirla de abajo hacia arriba y de la periferia al centro. ¿Qué sigue? recuperar la visión de la política como el interés en la cosa pública... ponernos a trabajar.
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Helena Hofbauer Balmori*
Hacia el fin del refugio guatemalteco en México
Tras 12 años de vivir bajo un estatus legal poco claro, la Secretaría de Gobernación ha puesto en marcha un plan de estabilización migratoria dirigido a los 30 mil refugiados guatemaltecos que viven en Campeche, Chiapas y Quintana Roo. Esta resolución ha
suscitado comentarios de diversa índole en torno a una pregunta recu-rrente: ¿por qué los refugiados no regresan a su país?
Antes que nada, es necesario señalar que 30 mil así lo hicieron. Desde 1985 los índices de repatriación aumentaron, hasta llegar a su cúspide en 1995. A partir de entonces, las cifras han disminuido conforme avanzan las negociaciones de paz al sur de nuestra frontera. Si bien los retornos masivos no parecen contar con el mismo entu-siasmo por parte del gobierno guate-malteco, apegarse a esta lógica explicativa sería, en el mejor de los casos, poco objetivo. Las razones que fundamentan el deseo de permanencia e integración de miles de refugiados -sin soslayar el hecho de que más de 50 por ciento de la población refugiada es menor de 14 años y, por lo tanto, nacida en México- son mucho más complejas y profundas.
Es necesario entender que no estamos hablando de trabajadores migratorios, que se internaron en México con fines económico-laborales. Tampoco de campesinos que buscan diluirse en la corriente de mano de obra ilegal que fluye hacia Estados Unidos.
Estamos hablando de personas que tuvieron que dejar atrás pertenencias, tierra, patria y familia con tal de salvar su vida. Personas que perdieron todo, que fueron testigos de la destrucción de sus pueblos y de la muerte de su gente como consecuencia del combate gubernamental a una de las gue-rrillas más incansables de nuestro hemisferio. Como tal, se trata de personas que, de un día para otro, carecieron de toda referencia, en especial aquella que es la médula del campesino: el vínculo con la tierra.
La mayoría de los refugiados pasaron largas temporadas internados en la selva, antes de llegar a Chiapas. Una vez en México, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Comisión Mexicana de Ayuda a los Refugiados (Comar) les proporcionaron la asistencia necesaria y después los reubicaron, por motivos de seguridad, en los estados de Campeche y Quintana Roo. Esta dinámica contribuyó a la erosión que el paso del tiempo causó en la liga de los refugiados con respecto a su tierra natal.
Hoy día, 14 años después, la mayor parte de los refugiados que aún permanecen en México anhelan no tener que volver a establecerse en un nuevo entorno una vez más. El largo refugio les devolvió, aunque de manera parcial, la certeza que la persecución y el aniquilamiento les habían sustraído. Han reconstruido sus vidas y han luchado por la oportunidad que, en sus palabras, sus ``hermanos mexicanos'' les brindaron. El profundo agrade-cimiento a la solidaridad espontánea de nuestros campesinos y a la asistencia de ACNUR y Comar se ha convertido en la referencia inmediata de gran parte de ellos. Los años de reconstrucción emocional y material vividos los ha vinculado, de manera directa, con nuestro país.
En concordancia con estos aspectos, México ha dado paso a la integración legal de los refugiados guatemaltecos. Esta solución, que no tiene precedentes, no sólo confirma la tradición de asilo de nuestro país. Su lógica explica, precisamente, aquellas razones que han vinculado a los refugiados guatemaltecos con México.
* Voluntaria de ACNUR en Maya Tecún, Campeche
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Hermann Bellinghausen
Misión en Morayta
La avioneta brotó de las nubes como agarrando un respiro, y bajo ella abrió el panorama grande, seco, de los llanos que median entre una y otra sierras Madre, a mitad de la República. El pueblo de Morayta, destino de Velasco sobrevolando en óvalo para enfilar la pista, tenía el brillo gris y espinoso de un esqueleto de pescado, casi intacto, liso y largamente lamido por la arena, el sol, y alguna lluvia el año pasado. Pensó en su natal Sayula, sin nostalgia.
Trabajaba de visitador de la secretaría, algo así como inspector de maestros en lugares apartados. Formado en el nacionalismo revolucionario y orgulloso de Cárdenas, conservaba un poco del apostolado vasconcelista de la generación anterior, aunque había dejado el magisterio a cambio de la burocracia. En ese entonces aún se podía bajar en los pueblos sin decir con pena que uno venía de parte del gobierno. Como quiera, de quién más podía bajar una avioneta en Morayta.
No pertenecía a su jurisdicción, pero lo habían mandado porque González estaba de incapacidad. Traía una carta para la maestra Neira. No tenía el gusto, pero le hablaron de ella. Sola, casi joven todavía, desde hacía cuatro años no salía de Morayta, lo más parecido a ninguna parte que quepa imaginar. La idea sobre ella era confusa, si bien peculiar. El piloto no fue la excepción:
--¿La maestra? Sí, una mujer muy especial.
La nave rebotó toscamente sobre la terracería semidibujada en el llano. Baches y rocas. Incómodos sobresaltos. Velasco empezaba a odiar ese trabajo. Abrigaba el pensamiento de solicitar un traslado a la capital, y de preferencia a una oficina.
Todo el pueblo se había reunido junto a la pista. Unos todavía venían corriendo. A los niños la avioneta les estaba haciendo el día. Tanta conmoción le hizo sospechar que González no hacía bien su trabajo, pues por lo visto era novedad que llegara alguien.
Gente terregosa, cetrina, sonriente, de pocas palabras. Muy formal, ceremonioso, el comisariado ejidal le indicó dónde encontrar a la maestra Neira, una de las pocas personas en Morayta que no corrió a recibir la avioneta.
Se dirigió hacia donde le dijeron. Lo seguía, en procesión, medio pueblo.
La encontró leyendo, absorta, a la sombra de un mezquite, en el patio de una casa atrás de la escuela. Cruzó una pequeña estancia desnuda, con un gran retrato de quién sabe quién, un hombre antiguo que voltea sobre su hombro. Un cuadro raro. Salió al patio. La cabellera castaña, esponjada y refulgente de la maestra cogió a Velasco por sorpresa. No esperaba eso. Ni la indiferencia. Tuvo que interrumpirla.
--Disculpe, buenos días, la maestra Neira, ¿se encuentra?
La obviedad de la situación lo abrumaba. Ella alzó la vista, lo miró desatenta, consciente a medias del visitante.
--Sí --dijo, sin ningún énfasis, ella. Caminó hacia él, quien extendía en silencio el sobre que lo mandaron a entregar. Debía ser algo de importancia. Ella rasgó el sobre, extrajo el papel, leyó. Inexpresiva, sonrió escasamente, por educación, y en vez de dar las gracias le preguntó a Velasco:
--¿No tuvo usted padres perfectos?
Velasco titubeó. Sí, bueno, su madre, sí, casi. Una santa. A su padre no lo conoció. Dicen que fue cristero.
--Yo sí --dijo ella con fría rabia y en ese momento Velasco vio la espléndida fiera en ella.
--Tan perfectos, que ya no existen. Su único error fue engendrarme. Al fin lo corrigieron, me acaban de desheredar. ¿Ceerán que me importa?
Velasco era un burócrata, inspector, y ahora recadero. A él que no le dijeran. La maestra lo taladró con la mirada. Como una sombra que atravesara el polvo, una fuerza que atraviesa una sombra. La del mezquite al atardecer.
Llegaron a buscarlo los niños, de parte del piloto. ``Que dice el capitán Medina que si regresa con él o qué, que se hace noche''.
Velasco quiso preguntarle a la maestra lo que se preguntaba para sí: ¿qué hace sola una mujer como usted en un lugar como éste? Le faltó tiempo para coger valor.
La mestra le extendió la mano, una mano larga y suave, de princesa.
--¿Ninguna respuesta? --indagó Velasco-- Sabe, me encargaron, este, que le pidiera una.
La maestra Neira, tan distraídamente como todo, sonrío. A Velasco casí lo asustó su expresión de felicidad.
--Digáles que gracias. Dígales lo que quiera. Invente algo.
Demasiado tarde, le ganó la curiosidad. ¿Era mucho dinero? ¿Qué hacía ella en Morayta? Puras preguntas vulgares que reprimió avergonzado; pero, ¿por qué la alegraba esa mala noticia?
Como en una película mexicana de aquella época, la maestra lo acompañó a la puerta de la modesta vivienda y le dijo:
--Que tenga usted un buen viaje, licenciado... ¿Velasco, verdad?
Cuando la avioneta ganó altura, y la gente en la pista movía las manos, Velasco asomó hacia la escuela y vio la cabellera luminosa, el rostro blanco de la maestra y una mano que se agitaba diciendo adió con una llama. Como una antorcha.
Aunque era ferviente antiyanqui, Velasco pensó con gusto en la Estatua de la Libertad, pensó en la cabellera castaña y hermosa, y en las noches siguientes soñó incendios
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Rodrigo Morales M.
Asumir pactos
La salida de Antonio Lozano de la Procuraduría General de la República fue como su entrada: sin explicaciones satisfactorias. La idea de que su incorporación al gabinete era producto de una invitación personal, la renuencia a asumir pactos políticos que podían sustentar la particular cohabitación, finalmente se convalidaron con su salida: no hubo ruptura de acuerdo alguno, sólo reacomodo en el equipo presidencial.
Solicitar explicaciones puede parecer ocioso. La lógica de su salida sólo conduciría a enfrentar balances; de un lado se acentuarían las ineficiencias y hierros; del otro los logros y hallazgos, y ahí de nuevo las fobias y filias ordenarán las posturas.
En ese contexto, efectivamente no cabe esperar que los actores involucrados asuman un papel distinto al que han venido jugando: el guión decía que Lozano respondía a una invitación personal, que tras de ello no había ninguna clase de acuerdo con el PAN, por lo que su remoción no podía significar la terminación de ningún acuerdo. Sin embargo, en este clima en que los cogobiernos que no se asumen, los pactos no cristalizan, y la información no fluye, es inevitable abrirle cauce a la especulación, y atender más las actitudes que los acuerdos formales.
Así, la remoción de Lozano se inscribe en una secuencia muy ominosa de eventos que parecen perfilar el fin de la época de la cooperación, y el inicio de una etapa de confrontaciones crecientes. El malogrado final de la reforma electoral, las tentativas de alterar la composición del congreso local mexiquense, incluso las celebraciones por la remoción del ex procurador, hablan de la construcción de un clima político dominado por el endurecimiento.
Los dos primeros años de la administración de Zedillo se caracterizaron por una búsqueda casi obsesiva de acuerdos que, habiendo producido sin duda avances sustantivos, y habiendo colocado al consenso como la fórmula privilegiada, no consiguió que los acuerdos se consolidaran cabalmente, no se amplió la coalición gobernante, y ahora se apela a las leyes de la mayoría, y se da banderazo de salida a la época de la competencia. La sana distancia, como síntesis del espíritu reformador, cedió su lugar al reclamo del uso personalizado de la mayoría. Empezó el periodo de la diferenciación, y los riesgos de que se desborden las pasiones políticas son elevados.
Dos años de esfuerzos de concordia no alcanzaron para normalizar la convivencia y asentar firmemente los activos con que cuenta el país. Era evidente que conforme se acercara la época electoral, los incentivos para diferenciarse iban a ser mayores que los incentivos para cooperar. No sólo se agotó el periodo, sino que la cooperación no produjo cambios de actitud consistentes. En el inicio del tercer año, por desgracia, parece más ominosa la ruta de la normalización democrática. En cualquier caso habría que esperar que la remoción de Lozano se signifique, entre otras cosas, por el final de una etapa en la que los acuerdos no se reconocían y, de ahora en adelante, las cohabitaciones o pactos alcancen la claridad suficiente y el peso político específico como para que el pedir cuentas no sea una operación ingenua, sino una práctica común.
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Iván Restrepo
Diles que no me mate
En Baja California están indignados por la forma como los trata la maestra Julia Carabias. Están molestos por lo que consideran una burla a acuerdos tomados entre varias instancias de gobierno, la comunidad científica y diversos grupos sociales, y que expresan el sentir ciudadano. No se explican los motivos para echar por la borda el repetido discurso oficial sobre la necesidad de cuidar y garantizar los recursos naturales y, en el caso que hoy exponemos, la diversidad biológica en la tierra, descentralizar actividades y gobernar con base en el sentir de la población. Y es que en esa porción del país no entienden por qué la dependencia a cargo de la distinguida bióloga expidió tres permisos para cazar ejemplares de borrego cimarrón, en veda por ser una especie en peligro de extinción.
Como un regalo navideño, el 24 de diciembre de 1990 se publicó el decreto del Ejecutivo federal por el cual se prohibía en el territorio del estado de Baja California la caza de dicho borrego en su subespecie Ovis Canadiensis Cremnobates, mientras no se efectuaran los estudios necesarios para determinar el número de ejemplares existentes y de esa manera actualizar los realizados en 1987. Se llegó a tal determinación luego de considerar la petición de diversas instituciones conscientes de que el erróneo manejo cinegético de tan hermoso animal lo estaba poniendo al borde de desaparecer. Era la época en que el gobernador de entonces, luego cesado por irregularidades bien sabidas pero nunca sancionadas, solía agasajar a sus influyentes invitados del Distrito Federal, con un espectáculo digno de su calaña: matar desde helicópteros y avionetas borregos cimarrones.
Los trabajos para determinar la situación de las poblaciones del cimarrón fueron encomendados a varias instituciones universitarias y a la extinta Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología. El apoyo financiero requerido quedaron de darlo los gobiernos federal y estatal, pero apenas alcanzó para efectuar un estudio en 1992 en un área muy restringida. Trabajos posteriores poco agregaron al conocimiento de la especie. Pero en cambio, se hizo mayor la necesidad de resolver lo referente a la protección y aprovechamiento del borrego, tarea en la que han participado cada vez más grupos interesados en el asunto, al grado de constituirse la Fundación Mexicana para la Conservación del Borrego Cimarrón y, hace dos años, un comité técnico para su manejo en Baja California. De él hacen parte el sector académico, el gobierno estatal, la Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap), la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, representantes de los ejidos donde habita el borrego, y grupos ecologistas locales.
Si no fue fácil integrar dicho comité, menos ha sido cumplir su tarea, especialmente por los múltiples intereses económicos que rodean al manejo cinegético del borrego. Baste señalar que la venta o subasta de permisos para cazarlo alcanzan sumas cercanas a los 300 mil dólares en Estados Unidos. La Fundación sostiene que los fondos para los estudios y algunas otras tareas que impidan la cacería furtiva, pueden obtenerse de la subasta de los permisos.
Para ello, solicitó a la universidad que los tramitara pero la negativa fue rotunda. Mientras, ha sido infructosa la búsqueda de recursos para investigación en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la Semarnap. La Universidad ha reiterado en diversas ocasiones su opinión de que para tomar cualquier medida sobre el aprovechamiento y conservación de la especie se necesitan datos técnicos confiables que aún no se tienen.
Cabe advertir que el Instituto Nacional de Ecología ha intentado poner en marcha un programa para administrar y aprovechar el borrego, pero que carece de sustento técnico y apoyo social. Muestra de ello fue el acuerdo unánime aprobado en septiembre último por el congreso del estado donde solicitan a la titular de la Semarnap reivindique el respeto y ampliación del acuerdo que en 1990 estableció la veda del borrego y condiciona su cacería a realizar los estudios previos indispensables. Un mes después, y durante una visita a la capital de la entidad, la funcionaria se comprometió a no expedir permiso alguno hasta no tener tales estudios. Ese compromiso se lo menciona por escrito días después a la maestra Carabias el mandatario bajacaliforniano que, de paso, ofreció un financiamiento inicial para el censo de población del borrego. Pero la carta del gobernador Terán fue desoída y la protesta de la Universidad y su rector, desdeñada.
En efecto, el 3 de diciembre pasado se publicó en el Diario Oficial el acuerdo por el cual se autoriza la cacería del borrego cimarrón en Baja California y la del oso negro en Chihuahua. Como resultado, se pusieron a subasta tres permisos para la cacería del borrego en la patria chica del Presidente de la República. La subasta se hará el jueves próximo en Phoenix, Arizona. Sólo falta en esta cadena de desaguisados, que este acto lo presida un alto funcionario federal.
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