Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de septiembre de 2006 Num: 601


Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
El malpensante
GESUALDO BUFALINO
Poesía joven de Perú
RICARDO VENEGAS
(selección)
Dos relatos
La Sinfonía del deshielo, un grito de libertad
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ
Los dos rostros de Shostakovich
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR
Pickpocket ataca de nuevo
ROBERTO GARZA ITURBIDE
Entrevista con MARTÍN LASALLE
180 años de caricatura
AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
Albricias
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Teatro
NOÉ MORALES MUÑOZ


Directorio
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MARCO ANTONIO CAMPOS

GATIEN LAPOINTE Y LA ODA AL SAN LORENZO

Gaston Miron y Gatien Lapointe, como López Velarde entre nosotros, son vistos en Quebec como los poetas nacionales. Lapointe nació en Saint-Justine de Bellechasse, en la región montañosa de las Apalaches, al sur de Quebec, en la frontera con Estados Unidos, en 1931. Más allá de ser considerado el poeta nacional o no, el fundador o no de la literatura nacionalista, nadie ignora que Lapointe amó profundamente su tierra y que no le hubiera disgustado en vida verla como una nación independiente. Lapointe salió a las calles de Quebec en los años de la llamada Revolución Tranquila, la cual se inició en 1960, y que trataba de negar el dominio de dos siglos del imperio británico, y después, de los anglófonos canadienses.

Relativamente joven, sin necesidad de escribir poemas militantes, Lapointe concibió y realizó en 1961, a los treinta años de su edad, la larga pieza que da título al libro, "Oda al San Lorenzo", quizá el más hermoso de los poemas escritos a la región de Quebec, y me atrevería a decir, el más hermoso de la poesía quebequense. Es decir, el poema lo escribe un año después del inicio de la Revolución Tranquila; quizá, en ese sentido, más que una oda, o más que una sinfonía como también lo vio él, es el himno que alguna vez cantarán sus coterráneos, si llegan a ser independientes.

Cuando decimos región hablamos como extranjeros, es decir, desde fuera; Lapointe nunca lo hizo; para él Quebec era a la vez un país y una patria. Decir Canadá significaba para él implícitamente otra cosa: reconocer el desdén y la humillación de dos siglos de supremacía de lo inglés. De una manera u otra, a lo largo del libro, cerca de veinte veces, habla de no de provincia o región, sino de país. Nada más emblemático en Quebec para Lapointe que ese río de mil 140 kilómetros que cruza oblicuamente Quebec desde los cinco Grandes Lagos hasta el Océano Atlántico. Lapointe se reconoce, y así lo dice, en ese país joven y dará testimonio de los hombres de allí, de ese dilatado territorio donde "todo es excesivo y lejano". Lapointe quiso ser de Quebec, quizá lo fue, su cronista y su profeta.

Escrita la "Oda al San Lorenzo", mientras regresaba a Quebec y entraba por barco en el río infinito por el Océano Atlántico, emocionado Lapointe magnifica e inventa de nuevo una tierra que para él no se parecía a ninguna, o que al menos, a él le parecía sin parangón. Parafraseando a Séneca diríamos que Lapointe amaba Quebec, no porque fuera pequeña, sino porque la sentía de él. Así encontramos en el poema versos totalizadores que nos conmueven profundamente, aunque los sepamos ajenos a la verdad ,pero que en él eran del todo sinceros: "Todo el mar desciende en mi país", o: "El otoño de mi país es el más bello del mundo", o: "Mi país canta en todas las lenguas". En Quebec, según esto, se saben todos los cantos y llegan las aguas del mundo.

Walt Whitman influyó esencialmente en varios de los poetas mayores de la lengua española del siglo XX. Libros como Poemas humanos, de César Vallejo, El poeta en Nueva York, de Federico García Lorca, y El otro, el mismo, de Jorge Luis Borges, o la obra nerudiana no habrían podido existir o habrían sido muy distintos sin la lección de la obra o la influencia directa de los poemas de Hojas de hierba. Quizás en el poeta quebequense que Whitman más influyó fue Gatien Lapointe. Desde luego hay hondas diferencias entre uno y otro. Hacia 1909, un joven poeta estadunidense que contaba veinticuatro años llamado Ezra Pound, consideraba a Walt Whitman como al poeta de Estados Unidos. Y más, dijo: "Walt Whitman es los Estados Unidos". Sin embargo, los poetas del siglo XX leyeron a Whitman, no como al poeta de Estados Unidos, sino del cosmos, o si se quiere, como un cosmos. A diferencia de los grandes poetas, Whitman no quiso ser distinto, sino parecerse a todos. Hacia 1960, en Otras inquisiciones, Borges, por ejemplo, señala: "Whitman, con impetuosa humildad, quiere parecerse a todos los hombres. Leaves of grass, advierte, ‘es el canto de un gran individuo colectivo, popular, varón o mujer’". Lapointe, en cambio, tiene como centro Quebec pero su continente es América. O como lo dice en el primer verso al principio de la "Oda al San Lorenzo": "Mi lengua es de América", o con más claridad al final del poema: "Me asiento en una tierra que amo/ América es mi lengua mi patria/ Los rostros de aquí son el mío." El segundo verso es clave: su relación con Francia ya está lejos: él pertenece a América, es de América y al francés quebequense, no al francés de Francia, lo considera su idioma.

Otra diferencia es que en Whitman hay, al menos en la poesía, una disposición para la felicidad, mientras que Lapointe está consciente de la herida del hombre, de su condición lacerante, y de que "toda existencia es un fracaso", pero en concordancia con Whitman piensa que sólo la unión de los hombres puede volver a la vida un triunfo. Una tercera diferencia entre ambos, creo, es el tono: el de Whitman es el del camarada que abraza a hombres y mujeres y les cuenta lo innumerablemente hermoso que es este mundo; el de Lapointe, más solemne, se acerca al del predicador.

Poeta profundamente telúrico, el paraíso para Lapointe se hallaba en la tierra, y más, en un continente americano que él veía como joven (aunque no lo fuera), y centralmente en su suelo primordial, Quebec. No en balde en sus versos una y otra vez se repiten -las vive- palabras como mundo, tierra, cuerpo, carne. Con la "Oda al San Lorenzo", el gran poema que da título al libro, como dice Bernard Pozier, su mejor crítico, Lapointe "tuvo una patria y con él la tuvieron todos los quebequenses".