Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de diciembre de 2006 Num: 614


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Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
El hilo rojo
MÓNICA LAVÍN
La historia de Kostas G.
CARLOS CHIMAL
Salvador
SALVADOR CASTAÑEDA
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Andrés Henestrosa, el libro y la lectura
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JAVIER SICILIA

LA ENFERMEDAD DE LA SIGLITIS

La siglitis –esa epidemia que consiste en referirse a ciertos seres y a ciertas cosas por sus siglas y que tienen su correlato en los mensajes que la gente envía por celular, donde las palabras se reducen a una abreviatura o sólo a una letra– no es sólo una enfermedad de nuestro tiempo, sino también y antes que nada de la lengua. Llamar, por ejemplo, al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Conaculta, o simplificar "te quiero mucho" mediante un t q m, es reducir la lengua a un ruido: quien no conoce las palabras a las que las siglas refieren está ante una Babel o ante un conjunto de significantes que necesitan desplegarse para reconocerse o, en el mejor de los casos, y como sucede con las jergas de los lenguajes técnicos, ante una especie de lengua dentro de la lengua.


Ferdinand de Saussure

La enfermedad tiene su origen en aquello que Saussure elevó a rango de axioma: la arbitrariedad lingüística: si realmente la lengua es arbitraria, si entre la palabra y el objeto que nombra hay sólo un vínculo de convención, ¿por qué entonces no reducir las palabras a siglas, que permiten simplificar el idioma?

¿Pero realmente la lengua es arbitraria? ¿No cabría pensar que la arbitraridad, que Saussure elevó a axioma, es la parte fundamental de esa enfermedad de la que Saussure, que pensó la lengua en una lengua aparentemente arbitraria, el francés, fue también víctima?

Ciertamente no podemos saber si al principio del lenguaje humano hubo un acto arbitrario o si existió una lengua adámica de la que se desprendieron todas las demás lenguas –los vestigios de las escrituras, que no son gramaticales, hacen que ese asunto se pierda en la noche de los tiempos. Lo que en cambio sabemos es, primero, que hay lenguas que no se reconocen dentro de ese criterio de arbitrariedad, hijo del positivismo –para el griego antiguo el logos significa palabra y pensamiento; en consecuencia, entre el logos que nombra y el objeto nombrado, no hay distinción; para el hebreo, la dabbar o para el sánscrito, la name no sólo son palabra y pensamiento, sino también acto. Las palabras no sólo poseen el significado y la esencia misma de la cosa, poseen también una fuerza vital que realiza su contenido: son creadoras del objeto. En segundo lugar, el origen de nuestras lenguas tiene una profunda carga significante: la raíz, que la llamada evolución de las lenguas fracturó, al grado de que las palabras parecen hoy absolutamente arbitrarias y cargadas de contenido sólo por su posición en la frase. Para saber hoy lo que la palabra significa debemos remontarnos a sus raíces griegas, latinas o indoeuropeas.

En este sentido, es posible decir que las palabras que conforman las lenguas modernas no son arbitrarias, se enfermaron, a fuerza de flexionarse, de arbitrariedad; se volvieron, como lo afirma mi maestro Pierre Souyris, algebrosas –en el sentido de que no sólo, al igual que las letras en el álgebra, las palabras no guardan ya un valor en sí, sino también en el sentido de que para buscar una palabra en el diccionario debemos buscarla no por su raíz, como en los diccionarios semíticos, sino por su letra inicial, que no significa nada, y encontrarse con una definición en el mejor de los casos connotativa, sino es que tautológica: "correctivo: que corrige o atenúa [...]".

La siglitis y el abuso de las abreviaturas serían entonces formas virulentas de ese idiotismo lingüístico que aqueja a nuestras lenguas.

Frente a él y a sus orígenes habría que preguntarse si el pensamiento postmoderno, ese pensamiento para el que no existe el sentido, sino sentidos múltiples que se refieren a otros sentidos que a su vez se refieren a otros... sólo podría haberse dado en lenguas enfermas de arbitrariedad, es decir, en lenguas que perdieron su fuerza significante y tomaron como axioma incuestionable el postulado de Saussure; si la globalización que nos aqueja sólo podría haber surgido de lenguas que se volvieron, como las mercancías, simples valores de cambio. No lo sé. En todo caso, al pensarlo, no puedo dejar de recordar esa frase de Octavio Paz, cito de memoria: "Cuando los significados se vuelven imprecisos, las sociedades se pierden o se prostituyen."

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-cm del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro y liberar a los presos de Atenco.