Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
¿Qué es la privatización?
Los “fierros” y la privatización JORGE EDUARDO NAVARRETE
El agravio LUIS JAVIER GARRIDO
Algunos de los retrocesos Petroleros ANTONIO GERSHENSON
La renovación de PEMEX ARNALDO CÓRDOVA
Inmoralidad de la privatización LAURA ESQUIVEL
PEMEX y la justicia CARLOS PELLICER LÓPEZ
El petróleo es la sangre de México
El corazón de la disputa LORENZO MEYER
PEMEX ELENA PONIATOWSKA
La privatización de PEMEX: Un crimen de lesa Patria GRUPO SUR
Calderón y su contrarreforma LUIS LINARES ZAPATA
Conversando con Rafael Escalona
MARCO ANTONIO CAMPOS
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EL AGRAVIO
LUIS JAVIER GARRIDO
El agravio que cometen al pueblo mexicano Felipe Calderón, el gobierno de facto panista y los priístas uncidos a ellos, al pretender entregar las riquezas petroleras de México a las grandes corporaciones trasnacionales es por triple partida. Lo es al pretender engañar a todos pretendiendo que la privatización en beneficio de las grandes trasnacionales petroleras y de los intereses estratégicos del gobierno de Washington, es por el bien del pueblo. Mayor aún es el agravio cuando se une al desprecio por la inteligencia popular cuando busca encubrirlo mediante la simulación de un proceso legislativo amañado, el cual no logra ocultar los acuerdos cupulares del salinismo priísta con el panismo en descomposición. Y culmina con lo que busca ser un despojo histórico: entregar, en abierta contravención a lo establecido por los artículo 27 y 28 constitucionales y en oposición a la voluntad mayoritaria de los mexicanos, el patrimonio fundamental del país a las multinacionales, a las cuales tanto esfuerzo costó quitárselos en una lucha que duró varias décadas y que culminó en las jornadas memorables de 1938.
El escándalo generado por el discurso de Felipe Calderón desde el jueves 8 de abril, mismo que fuera televisado con amplia cobertura y que fue calificado por múltiples voces como “mentiroso”, no se debe tan sólo a las falsedades innumerables que fue enunciando el gobernante espurio en su pretensión de creer que creando la fantasía de la riqueza colectiva podría convencer a sectores importantes de sus iniciativas, sino sobre todo por el desprecio mostrado por los mexicanos a los que Calderón imagina en su propia estupidez que puede engañar ofreciéndoles bonos por lo que es suyo, de la misma manera que los conquistadores españoles les entregaban espejitos y otras baratijas, o prometiéndoles un tesoro escondido en “las aguas profundas” que no es más que el señuelo acordado para entregar a Washington el control estratégico del Golfo de México y de sus posibles riquezas.
La privatización de la industria petrolera mexicana, atisbada por Alemán, propiciada por Salinas e impulsada por Zedillo y por Fox, y que Calderón busca culminar con una contrarreforma legal hecha en nombre de los intereses económicos de las grandes corporaciones multinacionales a las que él y sus allegados se encuentran vinculados, tiende sin embargo no sólo a consolidar el poderío de la Exxon Mobil, la Shell o la Repsol-YPF, y de paso a enriquecer aún más a quienes gobiernan, y a empobrecer en consecuencia a la Nación mexicana, sino a algo todavía más grave: consolidar el control hegemónico de Estados Unidos sobre los enclaves estratégicos de México, pues ya tiene bajo su control el espacio aéreo, las costas, los aeropuertos, las aduanas, los puertos marítimos y los cuerpos de seguridad, y ahora se le pretender abrir de par en par las puertas para que pueda disponer de las riquezas estratégicas del país.
La decisión de Calderón de doblegarse aún más a los más corruptos intereses y tratar de entregarles las riquezas estratégicas naturales más valiosas de México, tiende también a hacerle perder al pueblo mexicano su identidad más profunda, que está sustentada en sus luchas históricas, a fin de vincularlo a los valores de la globalización trasnacional que no reconoce más identidad que la del dinero.
Lo que ha logrado es, empero, precisamente lo contrario: provocar el estallido del movimiento social más importante que se haya dado en el último medio siglo en México, el que al defender la tesis de que nuestros hidrocarburos deben permanecer en manos de los mexicanos, está defendiendo derechos históricos de la Nación y del pueblo, asumiéndose ya, desde ahora, en pie de lucha permanente.
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