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Verónica Murguía
Nuevos pecados
Hace unos meses la Iglesia católica, en un esfuerzo por modernizarse, dictó una lista informal de “nuevos pecados”, que se añadirían a los siete capitales: lujuria, cólera, pereza, soberbia, avaricia, gula y envidia.
A éstos, algunos sí causantes de males sin fin como la avaricia, el pecado de nuestros días, se suman ahora el “no contaminarás”, “no propiciarás las injusticias sociales”, “no te drogarás”, “no producirás/ distribuirás/ venderás drogas” y “no apoyarás la manipulación genética”.
Según el arzobispo Gianfranco Girotti, cabeza del Vaticano en asuntos de conciencia, el mayor peligro para el alma del hombre moderno acecha desde el reino misterioso de la experimentación genética. Yo, como ignoro todo acerca de la genética, me temo que el mayor peligro para el alma y la vida de todos nosotros, es el amor pasional que muchos sienten por el dinero. Así que eso de “no propiciarás las injusticias sociales” viene al caso. Ese es el pecado principal en el mundo.
Se me hace que si sacáramos de la lista de los siete pecados capitales a la pereza, por ejemplo, y la sustituyéramos por la violencia de Estado, ganaríamos bastante. No por disculpar mi propensión a la flojera, que es cuantiosa y sobre todo cuando hace calor, pero declarar guerras injustas, propiciar limpiezas étnicas, invadir otros países, aplicar la pena de muerte, o mexicanamente andar de ratero, vender Pemex y apoyar a pederastas es mucho peor que rascarse la barriga, no lavar los trastes y dormir siestas de cinco horas.
En el caso de la gula, pecado que lleva en sí mismo la penitencia en forma de cachetes, panza de Buda y nalgas esteatopigias, podríamos sacarla de la lista de los siete pecados y sustituirla, con ventajas evidentes para el alma de todos, por “no matarás a mujeres en Juárez”, con excomunión y anatema para los asesinos, porque ése no es un pecado cualquiera.
Que la gula no es grave y que matar es lo peor, me parece obvio. Yo no sé en qué ande el arzobispo Girotti, pero la Iglesia se toma la violencia con una serenidad que mejor debía dispensarle al divorcio o el uso del condón.
Y bueno, ya metidos en esta parte del asunto, la lujuria sólo debería ser pecado en caso de que a) una de las partes no alcance la mayoría de edad, b) que una de las partes no consienta o c) que los interesados sean consanguíneos.
Si no existe ninguno de estos impedimentos, que la humanidad le dé vuelo a la hilacha, con condón y con quien quiera, vaya.
La Iglesia, antes de informar sobre los “nuevos pecados”, emitió una serie de recomendaciones para los automovilistas. Estoy de acuerdo con ellas. Son, claro, las mismas que la ley considera: no manejarás ebrio, no pondrás en peligro la vida de los demás, no superarás los límites permitidos de velocidad.
Luego vino el ecologista y necesario “no contaminarás”. Me parece razonable. Debe, después de la violencia en todas sus formas –incluyendo la de Estado, convertida en pobreza, guerra y represión– y la avaricia, encabezar la lista de pecados. Pero como con la lujuria, hay que distinguir los casos: no es lo mismo que contamine la Chevron Texaco que un campesino mexicano que vive sin drenaje y usa el arroyo como excusado.
Acerca de las drogas: si los narcos no mataran, torturaran, extorsionaran y secuestraran, serían un negocio infame y envenenador, como las farmacéuticas, las empresas que venden bebidas alcohólicas y las tabacaleras, ni más, ni menos.
Si se legalizaran las drogas y se apoyara al consumidor, el problema social tendría otras dimensiones. Pero es político.
Y andaba yo pensando esto, cuando vi en la esperpéntica revista Quién, el Who’s Who de nuestra ramplona y soez burguesía, una entrevista con el cardenal Sandoval Íñiguez en su casa de Guadalajara.
El turbio y frívolo cardenal quiso que fotografiaran su alberca techada, el gimnasio con la bicicleta estacionaria colocada sobre un tapete persa y su capilla doméstica. También se confesó amante del golf.
No propiciarás las injusticias sociales. ¿Se habrá enterado Sandoval? ¿O creerá de verdad que las sesiones de golf con el gobernador y la danza de millones que se barajan en Jalisco para el turismo religioso, ese tosco oxímoron, son buenas para las almas de los católicos mexicanos?
Ya ni digo del papel de la Iglesia mexicana en asuntos de pederastia y de lavado de dinero en forma de limosnas, pero sospecho que la manipulación genética se ha de quedar chiquita.
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