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CONSTRUIR UN PAÍS DESDE UNA JAULA Los medios estadunidenses al unísono optaron por justificar la acción militar israelí, al repetir dogmas propagandísticos como los mencionados, o como: “Esto no hubiera pasado si los palestinos en vez de querer destruir a Israel se dedicaran a construir Palestina.” Difícilmente cualquier autoridad palestina puede construir un país en los bantustanes amurallados, sin viabilidad territorial, sin acceso a mercados, materias primas, herramientas, transporte o seguridad que son Gaza y Cisjordania, fragmentos de tierra hipervigilados, recortados caprichosamente por autopistas prohibidas a los palestinos, con puestos militares en cada recodo y camino, con acceso limitado al agua, la energía y la educación, con un gobierno títere como es la autoridad, completamente desprestigiada, de Abbas y su cohorte de pillos y colaboradores israelíes. UNA MONTAÑA DE MUERTOS Pero quizás la idea más perturbadora del arsenal propagandístico es que Israel hace todo los esfuerzos posibles por evitar el daño colateral, por no asesinar civiles indefensos. Una y otra vez a lo largo de la historia ha sido demostrado que esto es una mentira flagrante. Desde la mencionada Nakba, en que pelotones de milicianos, como el Irgún y brigadas de la muerte, como la Unidad 101, lanzaron campañas de terror para matar o expulsar de la Palestina histórica a cerca del ochenta y cinco por ciento de la población nativa, los sionistas crearon un culto a las armas y una ideología de la fuerza como única solución a cualquier problema. Quienes afirman eso ignoran o han olvidado la masacre de un centenar de civiles en Deir Yassin en 1948; las campañas del edi en Líbano en 1982, cuando cerca de 2 mil civiles palestinos murieron bajo las bombas y por las balas israelíes; la matanza de Qana en 1996 donde murieron más de cien civiles; la masacre de Marwahin, la acción militar en julio y agosto de 2006 contra de Hezbollah, donde murieron alrededor de mil 200 civiles y, por supuesto, los mil 300 civiles asesinados en Gaza. La pila de cadáveres que ha acumulado el edi en su breve historia es impresionante y de ninguna manera es garantía de paz y seguridad. LA GRAN INMORALIDAD Resulta inmoral y pasmoso que durante una clara matanza de civiles, los medios, y en particular los editorialistas, encuentren razones para justificar la muerte y destrucción impuesta a un pueblo que carece de ejército y que vive en condiciones que hacen ver humano el bloqueo de Sarajevo. Resulta increíble que aún se utilice el recurso de acusar de antisemitismo a cualquier critico de los crímenes del Estado israelí. Quienes hoy defienden esta masacre son los mismos que ayer hubieran defendido la matanza de My Lai, que habrían encontrado argumentos para justificar el anschluss y quizás hasta hubieran dado igual credibilidad a las víctimas judías alemanas que a los culpables del oprobio repugnante que conocemos como Kristallnacht. |