Salvador Elizondo, el sueño de la escritura
JAVIER PERUCHO
Columnas:
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Teatro
NOÉ MORALES MUÑOZ
Jornada de poesía JUAN DOMINGO ARGÜELLES
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Javier Perucho
Salvador Elizondo, el sueño de la escritura
En Salvador Elizondo confluyen distintas tradiciones culturales (gala, anglosajona, germana, china), corrientes de pensamiento (Platón, Stéphane Mallarmé, Georges Bataille, Jorge Luis Borges, Georges Perec, Italo Calvino), y varias disciplinas artísticas (cine, pintura, escritura), que se decantan en sus novelas o ensayos. Esa fusión multicultural lo constituye como un escritor singular, ingratamente olvidado en la configuración actual de la república de las letras. Para un devoto de los aforismos, cultor de las formas y afín a los tratados, el corolario lógico de su escritura sería desembocar en la práctica de los microrrelatos.
La obra narrativa de Salvador Elizondo se puede espigar para encontrar ciertas prosas que lo acercan a la microficción; éstas –trece, si consideramos el relato que sirve de colofón– se encuentran sobre todo en uno de sus libros, El grafógrafo: que en orden de aparición editorial son: "El grafógrafo", "Aviso", "Sistema de Babel", "El hombre que llora", "Los hijos de Sánchez", "La señora Rodríguez de Cibolain", "Los indios verdes", "El perfil del estípite", "Novela conjetural", "Presente de infinitivo", "El objeto" y "Experimento nocturno"; el resto que compone el volumen, ocho, tiene la extensión ordinaria de un cuento canónico.
Los dos primeros son decididos homenajes, por una parte, a Octavio Paz, su amigo y figura tutelar; de la otra, a Julio Torri, inventor de prodigios extraordinarios, de quien pergeña una variación de su celebrado microcuento, a su vez reelaboración del mito de Ulises en su encuentro y seducción por las sirenas ("Aviso"). Los siguientes tratan de la invención de una lengua babélica, la violencia hacia los otros para perpetuar el orden de los condóminos, la imperecedera vida de los objetos cotidianos, la otredad, los efectos de la luz, la soledad del hombre contemporáneo y la imposibilidad lógica de los milagros.
Contrariamente a los postulados deontológicos de la microficción, en las historias breves de Elizondo los adjetivos, frases incidentales y demás oraciones complementarias adquieren un peso específico, de aditamento argumental, por las cuales, si se eliminasen, las historias quedarían parapléjicas. La economía neoliberal del relato breve tienen en él a uno de sus oponentes. Respecto a las dimensiones espaciales, los cuentos de Elizondo exceden la extensión habitual de los microcuentos; son dos o tres veces más largos, si podemos hablar de largueza en el cuento brevísimo.
Veamos el siguiente minicuento, donde las características más acusadas de su estilística (escritura concéntrica, por antonomasia ontológica, de gran inventiva léxica, esencial por sustantiva, filosófica y descriptiva de lo reflexivo), están presentes:
LA SEÑORA RODRÍGUEZ DE CIBOLAIN
La casa de la señora Rodríguez de Cibolain siempre le ha provocado, no bien traspone el umbral, la sensación de ser otro; otro que ciertamente no es él, sino alguien que habita, provisto de una modalidad óntica imprecisa, esa casa lujosa, lóbrega y deteriorada; alguien de cuya presencia emana una radiación o quizá un aroma expansivo y horrible. Se trata probablemente del espíritu primario de alguna entidad misteriosa, infamemente vinculado con el ser de la señora Rodríguez de Cibolain el que hace posible, por una manipulación inefable de la esencia, que la señora pueda infundir su propia naturaleza a todos aquellos que penetran en ese espacio en el que su mirada impera como un espíritu glauco, inquietante, capaz de transformar a unos en otros y a otros en ella.
El cine, el otro, la pintura, la escritura, la palabra, la realidad y el ser, son algunos de los temas que dan consistencia al universo literario de un escritor –nacido en la ciudad de México, en 1932–, cuya obra, aunque pueda considerarse exigua, no carece de impacto cultural, que permanece por sus valores intrínsecos, apuntalados por los atributos del cosmopolitismo y la universalidad.
Dos de los microrrelatos de Elizondo, "Aviso" y "Dionisiaca", fueron recogidos por Valadés en su excerpta de la microficción universal (El libro de la imaginación); "La mariposa", se encuentra en la primera antología realizada por René Avilés Fabila sobre el género en México ("Antología del cuento breve del siglo xx en México", en cle. Boletín de la Comunidad Latinoamericana de Escritores, núm. 7, 1970); asimismo Lauro Zavala ("Aviso") y Clara Obligado ("El grafógrafo") lo seleccionaron en sus respectivas antologías, en el siguiente orden: Relatos vertiginosos. Antología de cuentos mínimos (México, Alfaguara, 2000; Minificción mexicana, México, unam, 2003,); Por favor, sea breve. Antología de relatos hiperbreves (Madrid, Páginas de Espuma, 2001).
Ambos cuentos tal vez sean los menos representativos de la microficción lograda por Elizondo, porque uno tiene como trasfondo el relato previo de Torri y el otro pertenece a una poética que, por sus abusos, rayó en el solipsismo. En cambio, "El hombre que llora" o "Los hijos de Sánchez" sinópticamente contienen su estilística, temáticas e innovaciones escriturales. Esta presencia habilita el legado de un escritor que no ha perdido actualidad, ya despojada su obra de las añoranzas del costumbrismo y las tentaciones totalitarias del realismo.
Las exigencias que su narrativa o ensayística imponen a todo lector que se acerque a Elizondo, en la actualidad son las mismas causas por las cuales su obra ha sido desplazada de la atención pública de las nuevas generaciones.
Por su ciclo narrativo, que inició con Farabeuf o la crónica de un instante, y concluyó con Elsinore, conserva en el panteón de las letras su perpetuidad literaria.
|