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MALAS COSTUMBRES (II Y ÚLTIMA)
Ahora que la cantidad de cine mexicano producido en el período de un año no es pretexto, sería interesantísimo saber en qué se basan las compañías distribuidoras para mantener condenados, dentro de su lata, más de medio centenar de filmes; en qué se basan, diciéndolo de modo un tanto más perentorio, para colaborar con los contlapáchicos exhibidores en su acostumbrado incumplimiento de una ley según la cual debería exhibirse, de manera constante, cine mexicano equivalente a diez por ciento del tiempo de pantalla.
Hay películas mexicanas recientes que, si esta nueva costumbre a fuerzas acaba por imponerse como una ley de facto, pronto no tendrán más remedio que abandonar el calificativo "recientes" sin apenas haber sido exhibidas –y no todas-, fuera de festivales. Por lo pronto, y sin contar documentales, pueden mencionarse algunas: La niña en la piedra, de Maryse Sistach y Pepe Buil; Fuera del cielo, de Javier Patrón; La última mirada, de Patricia Arriaga; Más que a nada en el mundo, de Andrés León Becker y Javier Solar; Mujer alabastrina, de Elisa Salinas y Rafael Gutiérrez; El cielo dividido, de Julián Hernández, y La vida inmune, de Ramón Cervantes.
Un par de ellas tienen programado su estreno hacia finales de año, es decir, casi doce meses después de haber sido exhibidas por primera vez y a un público a fin de cuentas tan restringido como puede serlo el de un festival, en el que el número de proyecciones duramente supera la tríada, cuando no consiste en una sola. Esto significa que estarán realmente disponibles a muy poco tiempo de que una nueva camada haga su aparición fugaz y se disponga a esperar, quizás igualmente casi un año o más, la posibilidad de llegar al público en general.
DE PARADÓJICAS ANOMALIAS
De una buena cantidad de ejemplos de cuán absurdo (mal)trato se le da al cine mexicano, van aquí sólo unos cuantos:
En el recién celebrado segundo Festival Internacional de Cine de Monterrey se presentaron, en competencia, la ya mencionada El cielo dividido y Así, de Jesús Mario Lozano, junto a una docena de filmes, de bastante calidad, provenientes de otras nacionalidades. Dentro de una asistencia más bien escasa por desgracia, las proyecciones de las cintas mexicanas fueron las más concurridas, y Así fue, de hecho, la más taquillera de todo el festival. No obstante, la primera no tiene distribuidor y la segunda será estrenada, sólo en Monterrey –de donde es originaria-, con la fabulosa cantidad de tres copias tres, y sólo si le va requetebién pueque sea llevada a Ciudad de México y Guadalajara.
Y si a Así no le bastó haber sido parte de la Mostra de Venecia el año pasado, menos le servirá a Mezcal, de Ignacio Ortiz, y a El violín, de Francisco Vargas Quevedo, haber ganado montones de reconocimientos en el recién concluido Festival de Cine de Gramado, en Brasil para que sean exhibidas acá con un mínimo de dignidad.
A Historias del desencanto, de Alejandro Valle, que por alguna razón desconocida se le registra como producida en este 2006 cuando en realidad es del año pasado –si no, habrá qué averiguar qué cinta homónima y con idénticos director y protagonistas vimos muchos y de la cual hablamos, entre otros, este sumeteclas hace ya algunos ayeres-, por fin la estrenaron en cartelera comercial, cuando ya era dable pensar que nunca se exhibiría.
La existencia efectiva de cualquier obra artística sólo se verifica cuando entra en contacto con el público para el cual fue creada. De otro modo sólo es una cosa, un objeto, un pedazo de materia, como lo es un libro intonso o un disco que no ha salido de su estuche. Es preciso no acostumbrarse a que las cosas sucedan así, aunque no sea más que para evitar la muerte virtual de algo que se hizo para que viva y dé vida.
APÉNDICE CON APENDICITIS
En torno al mencionado Festival Internacional de Cine de Monterrey surgió, hasta donde un servidor tiene entendido sólo a nivel local, una polémica más o menos agria en torno a dineros, patrocinios, titularidades y quién-es-responsable-de-qué. Lamentable por donde se le quiera ver, siendo como es un evento apenas en su segunda edición, el cual, por lo que hace a la calidad de la selección fílmica presentada, debería mantenerse, crecer y mejorar sin que así de pronto lo aqueje tan grave apendicitis.
En tiempos recientes, Nuevo León ha sido relevante para la cinematografía nacional por varias razones: su capacidad de organizarse, lo que ahí se ha producido en poco tiempo, los eventos que buscan consolidarse... Ojalá que los regios, francos y echados palante como son, eviten el error de hacerse la zancadilla.
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