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Un ejercicio de género (II Y ÚLTIMA)
En la brevísima filmografía de Rigoberto Castañeda, Necrofilia (1997) y Sin sentido (2002) son los cortometrajes que anteceden a Kilómetro 31 (México-España, 2006), primer largometraje de este realizador defeño nacido hace treinta y tres años, egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica y dedicado, en los últimos años, a la realización de videoclips y anuncios comerciales.
Ninguna de las anteriores condiciones –juventud, operaprimismo en largometraje y desarrollo profesional publicitario en su mayor parte-- fueron óbice para que Castañeda consiguiera involucrar a un buen número de compañías productoras en un filme que produce la sensación de haber sido, en la etapa de concepción guionística, un proyecto emanado sobre todo del gusto personal, una manifestación de filias fílmicas seguida del natural deseo de expresarlas por sí mismo, no necesariamente a manera de homenaje, pero sí como prueba de haber asimilado recursos con los cuales –si no en esta ocasión más adelante-- pueda ser considerado dueño de una voz propia o un estilo.
"Haber sido
", porque el resultado da la impresión de haber ido perdiendo algunos de esos rasgos de carácter personal para entrar más fácilmente en el corsé de ciertos convencionalismos, unos propios del género y otros comunes a casi cualquier filme que pretenda el éxito comercial.
EL BUEN CORSÉ
El filme no escapa, pues, al esquema descrito aquí la semana pasada, de acuerdo con el cual hay cuatro pasos ineludibles: a) instalación del miedo y el peligro, b) aparición de la entidad amenazante, c) comisión de actos violentos, y finalmente d) eliminación de la amenaza. El asunto es que, siendo un ejercicio de género –cuyo cumplimiento estricto es tan escaso en México, ya se trate de cine de horror, cómico o cualquier otro, como bien apuntó el colega Javier Betancourt hace una semana--, precisamente de lo que no se trata aquí es de escapar al esquema sino, por el contrario, de seguirlo escrupulosamente y, al mismo tiempo, hallar en su aplicación las posibilidades de introducir ligeras variantes que serán, a final de cuentas, aquello que el público en general considerará entre lo más memorable de una cinta en cuestión.
En ese sentido, una de las principales cualidades de Kilómetro 13 es la manera en que su director secuencia los ya mencionados elementos insoslayables. Castañeda recurre a la dosificación de a), b) c) y d), "soltando hebra" en función del ritmo que le interesa imprimir a la historia, como puede apreciarse casi desde el arranque mismo del filme, en el accidente automovilístico que detona el resto de la acción. Ahí, poco menos que de inmediato –previamente asistimos a un conflicto de pareja que no será desaprovechado, pues servirá de contrapunto en la trama--, hace su aparición la entidad amenazante, en éste como en tantos casos recientes, un niño.
A descubrir por qué un niño, por qué mata, por qué específicamente en el kilómetro 31 de la carretera al Desierto de los Leones y demás incógnitas, son orientados tanto los personajes como el desarrollo de la acción. A eso mismo obedecen las peculiaridades de la cinta, como la condición parapsicológica de la protagonista femenina y el estado comatoso de su hermana, víctima del accidente e, igual que aquélla, capaz de ejercer comunicación telepática. A ello también la intervención –en un papel que a Luisa Huertas de algún modo ya le hemos visto--, de una bruja que funge al mismo tiempo como enlace y como fuente de información para los desfacedores del entuerto espiritual, mismo que, como ya se apuntó, tiene que ver con la leyenda colonial de La Llorona.
EL BUEN CLICHÉ
Como es obvio, otro acierto de Kilómetro 31 es el aprovechamiento que hace de una leyenda local para dar sustento a una trama que, por lo demás, exhibe inconsistencias y/o complacencias mínimas, que no afectan significativamente al conjunto. Asimismo, la participación de un policía obsesionado con los hechos ocurridos durante años en ese fatídico kilómetro 31 constituye una de las partes más sólidas de la cinta, que por momentos incluso arroja sombras sobre el accionar de los protagonistas, dado su peso histriónico y la importancia de sus aportaciones para el desarrollo de la historia.
Puestos a ver cine de confesas intenciones comerciales, y por chovinista que pueda sonarle a Algunos, es bueno constatar que dicho cine puede ser no sólo consumido, sino producido en nuestro país.
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