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POSADA
y El Chisme
AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ |
Durante quince años he seguido minuciosamente la vida y obra de José Guadalupe Posada Aguilar, un hombre maravilloso, cuya obra sigue asombrando a propios y extraños. En este mes de mayo ha comenzado a circular un nuevo libro, producto de este seguimiento.
Existen miles de páginas en internet; decenas de artículos periodísticos, una docena de libros publicados en México; unas cinco tesis en la UNAM y, sin embargo, su leyenda va en aumento.
Este libro sobre Posada, publicado por la Editorial Martínez Roca, contiene muchas novedades, una nueva mirada, así como un buen número de imágenes inéditas (como la caricatura de Heriberto Frías para el vespertino El Chisme; o las imágenes de un Rosario publicado en 1897) Por cierto que este vespertino, El Chisme, es un tesoro de imágenes realizadas por don Lupe.
Cuento algunas nuevas historias, como la de su hijo Juan Sabino, muerto a los diecisiete años, cuya acta de defunción descubrí al toparme con una escueta nota en El Chisme, de la tarde del sábado 20 de enero; un día después lo hicieron El Diario del Hogar, de Filomeno Mata, y El Popular, de Francisco Montes de Oca. La nota decía:
DEFUNCIÓN.- A las dos de la madrugada del día 18 del corriente, dejó de existir en esta capital el joven Juan Sabino Posada, hijo del Sr. D. José Guadalupe Posada, antiguo grabador y litógrafo muy estimado en México por sus cualidades. Enviamos nuestro más sentido pésame al Sr. Posada, deseando el eterno descanso para el alma del finado.
Juan Sabino era tipógrafo y con su familia vivía en el cuadrante de Santa Catarina (Hoy Nicaragua y Brasil), en un edificio muy grande con planta alta, una escalera tipo y griega, que debió ser oficina de las “carmelitas”; es un barrio que antaño conformó una de las primeras congregaciones de la Nueva España.
En 1900, aquella era una zona sucia y peligrosa. El 21 de diciembre de 1899, el periódico El Chisme publicó el “Testamento del año 1899” , donde se describe la herencia para las calles de Santa Catarina: “Santa Ana y adyacentes, convertidas en un hervidero de rateros, mesalinas desgreñadas apestando a refino y consuetudinarios dando resbalones, como una muestra de la actividad mexicana y de los progresos de nuestra industria”.
En el “Testamento”, se describe una terrible radiografía: “Dejo a las casas sin agua, las calles sin empedrado (pero llenas de cáscaras de plátano para romperse todos los huesos), las pulquerías con unos mingitorios más hediondos que una atarjea, y el pulque bautizado sin necesidad de cura, sacristán y compadres. Dejo las fondas llenas de moscas, los guisos llenos de pelos, la carne oliscada, los pescados manidos, y los mendrugos con que líos marchantes se limpian los bigotes, sirviendo para empanizar las costillas a la milanesa.”
Otra historia que cuento es sobre La Biblioteca del Niño mexicano, 110 cuadernillos de pequeño formato e impresos en Barcelona, por la Casa Maucci , escritos por Heriberto Frías e ilustrados por Posada.
La Casa Editorial Maucci llegó a México en 1882 y fue un espacio fundamental para nuestra literatura, ante la inexistencia de casas editoriales en América Latina. Fundada por Manuel (Emanuele) Maucci, un emigrante italiano que llegó a Buenos Aires en 1872, como vendedor de libros; Se convirtió en editor y obtuvo gran éxito al producir libros en gran escala.
Aprovechando la conmemoración del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América , en 1892 se trasladó a Barcelona, donde formó parte de la gran producción de libros en castellano destinada al mercado internacional. Se trataba de literatura publicada para las masas: largas series de novelas traducidas del francés, inglés o italiano; libros de medicina popular y de “conocimientos útiles” como diccionarios, enciclopedias, textos escolares y obras de espiritismo y ciencias ocultas.
En las colecciones Maucci de los “grandes maestros” y “grandes pensadores”, se podía leer a autores clásicos como Miguel de Cervantes o Shakespeare. Además, la Casa Maucci comenzó a distribuir aleluyas y romances, hojas multicolores de gran formato, con historias hechas a través de cuadros que son consideradas como precursoras del comic; también exportaba novelas románticas y costumbristas, diversos folletos, etcétera.
La Biblioteca del Niño Mexicano tiene un gran valor cultural pues es uno de los primeros esfuerzos por acercar la historia a los infantes, a quienes se comenzó a valorar a partir del triunfo de los liberales. Historias como éstas podrán leerse en este libro que comienzo con la crónica de la muerte de don Lupe, en 1913 y cuya leyenda comenzó una década después, pues en vida nadie le hizo caso; murió en el abandono y la miseria total, en un pequeño cuarto de una vecindad de Tepito; sus restos fueron depositados en la fosa común y, siete años después, sus huesos terminaron como calaveras del montón.
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