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FREDERIC AMAT: DANZAS Y ANDANZAS
Una de las principales características de la creación contemporánea es la experimentación interdisciplinaria. No son pocos los artistas que incursionan a fondo y transitan libremente entre la producción plástica, el diseño de espacios escénicos, el cine, la fotografía, los conceptualismos, etcétera. El catalán Frederic Amat (Barcelona, 1952) es un claro ejemplo del creador "universal" –en el sentido que se daba al artista del Renacimiento– que se mueve con desenvoltura por los más diversos géneros artísticos e hilvana una trama de correspondencias entre sus diferentes creaciones que devienen, en su conjunto, una obra total. Escultura en cerámica, gráfica y cine son los vocablos que conforman la exposición que se presenta actualmente en la Casa Estudio Luis Barragán, organizada en combinación con la Galería Mexicana de Diseño, una pequeña pero contundente muestra que ilustra el diálogo silencioso que Amat construye con sutileza a partir de sus distintos lenguajes creativos.
"Mi obra es caleidoscópica –comenta el artista– pero siempre se percibe el mismo ojo creador." La gráfica y cerámica que integran esta exhibición silenciosamente interactúan entre sí y se vinculan a las evocaciones dancísticas que vibran en la película de tres minutos que preludia la muestra. Amat dirigió anteriormente las películas Fuego en el cántaro, del poeta Joan Brossa y Viaje a la Luna, de Federico García Lorca; en esta ocasión, inspirado en las bailarinas de Degas que fotografió en el Museo Metropolitano de Nueva York para llevar al papel cientos de dibujos sobre ellas, realizó una especie de "pintura-collage" en movimiento titulada Dance Noire. Es un hermoso poema visual que combina la elegancia y delicadeza de sus trazos dibujísticos y la calidad de sus texturas matéricas, entreverados en misteriosas metáforas plásticas. El leitmotiv de esta obra es una cita de Mallarmé quien decía que la esencia de la danza es la danza misma, a lo que Valéry añadió que la esencia del movimiento de la danza es la medusa. Amat hace suyas estas sentencias y crea un ballet pictórico integrado por gráciles figuras negras que surgen, se contonean y desaparecen entre sus pinceladas y trazos gestuales. La obra finaliza con la aparición de una medusa etérea, luminosa y translúcida, que flota en el espacio al compás de la reverberación musical.
La sala dedicada a las exposiciones temporales es el marco inmejorable para albergar seis grabados al azúcar en blanco y negro y tres serigrafías imponentes por su colorido y fuerza expresiva. Las obras gráficas van acompañadas de doce piezas cerámicas que el autor titula Cabezas, aunque en realidad se perciben más bien como evocaciones abstractas de formas orgánicas cuya interpretación queda abierta a la imaginación del espectador. Curiosamente, estas piezas realizadas en 2003, en el taller de Hugo Velásquez, en Cuernavaca, establecen un diálogo íntimo con la colección de ollas mexicanas que se conserva en el patio contiguo. Hugo Velásquez se mostró gratamente sorprendido al ver las cerámicas en su conjunto ya que, según recuerda, Amat se las llevó recién salidas del horno y no alcanzó a apreciar el resultado. "En México –señala– estamos viviendo una tendencia light en la cerámica, se están haciendo puras cosas Totalmente Palacio. Las de Amat sí fueron concebidas con el alma y con el cuerpo." Las manos del artista a un tiempo acarician, golpean y violentan la materia sensual y maleable que se deja seducir por el creador, pero que, a su vez, se transfigura en el horno al antojo y designio del azar. Sí, el azar interviene de manera definitiva en la producción cerámica, pero el ojo sagaz del artista en complicidad con la maestría técnica del taller dan como resultado unas piezas muy atractivas, por su frescura y espontaneidad. "Estas cerámicas son el resultado de un trabajo de acción, fueron hechas a puñetazos, penetradas con los dedos y con el cuerpo entero", expresa el autor con sus ojos pispiretos de niño juguetón.
La creación plástica de Frederic Amat siempre ha estado vinculada a la tierra, al ritual, a los orígenes del mundo que escudriña en los parajes más extraños por los que le gusta viajar. Y México –en especial, Oaxaca– ha sido desde hace más de dos décadas una continua fuente de inspiración. El trabajo que aquí se presenta revela la capacidad de síntesis de un artista que se mueve desparpajadamente de la simplicidad extrema y la economía formal a un barroquismo exuberante en obras que trasminan su fuerza vital y pasión.
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