Mentiras transparentes
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MENTIRAS TRANSPARENTES
Felipe Garrido
OLVIDOS
Se ganaba la vida como peluquero de señoras. Y se cotizaba bien, parece, porque el apartamento era elegante. Más que elegante. Fastuoso. Había viajado. Un puesto diplomático, contaban. Y los viajes se veían: un biombo y unos colmillos de elefante que venían de India; una vitrina belga de cristales primorosamente biselados que guardaba una colección de dagas; tapices, copas finas, un baúl de taracea con herrajes de plata; de plata también, varios mates a lo largo de un trinchador en cuyo último extremo, el que se acercaba al balcón, estaba, en un marco de madera estofada, la foto. Una mujer de cejas tupidas miraba de frente, con una mirada oscura. Al fondo se veían el Templo de las Inscripciones, un cielo cargado de nubes. "Eran otros tiempos", decía él cuando se le preguntaba, y mentía diciendo que había olvidado quién era. No le daba importancia. Como no se la daba a su trabajo. Le interesaban el mundo invisible, lo esotérico, el más allá.
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